23/10/2017
Técnicos de campo de varias zonas productoras de España resaltan la importancia de esta práctica que facilita el trabajo de las cuadrillas durante la recolección.
Los agricultores están pendientes de las primeras lluvias otoñales, no solo por lo necesario que son este año por la incipiente sequía, sino porque supondrán el pistoletazo de salida a estos tratamientos.
Según datos del Comité Oleícola Internacional, el consumo mundial de aceite de oliva prácticamente se ha duplicado en los últimos 25 años. Una buena noticia para España, primer productor a nivel mundial, que ve cómo cada día sus aceites ganan terreno en los mercados internacionales. No es de extrañar que, paralelamente, los agricultores pongan cada vez más atención en un cultivo que, teniendo en cuenta los actuales precios, es rentable.
Con la llegada del otoño los olivicultores comienzan a planificar los tratamientos previos a la recolección de la aceituna. Preocupan plagas como la mosca del olivo, que hace acto de presencia hasta el mes de noviembre... y como no, las malas hierbas, competencia del cultivo por nutrientes y por agua, además de entorpecer la recolección: "Para que los mantones corran de un olivo a otro por el suelo, éste debe estar libre de malas hierbas. Si no es así, no puedes manejarlo".
Así de tajante es Rafael Romero, responsable del departamento técnico agrícola de DCOOP, el mayor productor mundial de aceites de oliva con producciones medias que superan las 220.000 toneladas de aceite de oliva virgen. Rafael lidera un equipo de 25 técnicos que tiene como objetivo asesorar a los socios que llevan su aceituna a alguna de las más de 100 cooperativas olivareras (mayoritariamente andaluzas) que conforman el grupo y que, en su inmensa mayoría, optan por el control químico para gestionar las hierbas adventicias.
A la espera de las ansiadas lluvias
Todos los técnicos coinciden en que hay que esperar a las primeras lluvias para determinar el momento oportuno de realizar los tratamientos. De hecho, en algunos casos, y debido a la incipiente sequía, podría darse la circunstancia de que, si no llueve en otoño no sea necesario aplicar el herbicida, puesto que no habrá hierba que eliminar.
Castor Sánchez, trabaja en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) como ingeniero técnico agrícola titular de la Agrupación de Sanidad Vegetal (ASV) Campo de Montiel Zona II y esto es lo que recomienda a sus olivicultores: "Nosotros recomendamos tratamientos con Glifosato y Oxifluorfen. Eso sí, prohibimos el uso de herbicidas a partir de noviembre hasta ya después de la recolección. De hecho recomendamos que, si no llueve, esperen a después de la recolección para hacer el tratamiento". Cosa que, por otro lado, no espera nadie, pues sería muy mala noticia que la sequía siguiese asolando el campo español.
Siendo positivos, y deseando que las lluvias hagan acto de presencia, lo que está claro es que los tratamientos deben hacerse una vez la mala hierba asoma entre tres y cinco dedos de altura. Dependiendo del manejo, si la explotación no lleva un laboreo el agricultor pulveriza toda la parcela.
Cuando se maneja en laboreo, el tratamiento se hace exclusivamente en el rondo del olivo. En este caso hablamos principalmente de jaramagos en terrenos duros, mientras que en terrenos arenosos predominan malas hierbas de porte rastrero. En cualquier caso, en esta época las hierbas no son conflictivas. "Primero porque la mezcla más utilizada (Glifosato y Oxifluorfen) suele resultar efectiva para este fin y, además, el agricultor hace el tratamiento en estadios tempranos de la planta.
A ello se suma que el otoño es una estación muy acotada en la que, conforme avanza, los días se van acortando y la salida de la malas hierbas se circunscriben a las primeras horas del día". Afirma Rafael Romero. De esta manera el jaramago, la malva, etc. son sencillos de controlar.
Solubilidad, clave en el producto
Hoy la gama de productos que hay en el mercado son hidrosolubles. De hecho, los herbicidas residuales prácticamente han desaparecido de los almacenes de productos fitosanitarios de los olivareros. El responsable del departamento técnico de DCOOP lanza esta recomendación: "Hay que ser cautos con estas aplicaciones puesto que son los tratamientos más próximos a la recolección. Tienen que ser materias activas totalmente hidrosolubles, esto es, que no se traspasen al aceite".
Hay que recordar que, en caso de utilizar materias activas liposolubles, hay que asegurarse que el fruto no se ponga en contacto con el producto durante la realización del tratamiento y la recolección. Y es que el mantón con el que se recoge la aceituna toca el suelo y puede atraer todo lo que allí se alberga.
"Nosotros recomendamos materias activas como el Glifosato, el Tribenurón y MCPA, que son muy poco liposolubles. De hecho, no recomendamos Oxifluorfen, puesto que tiene un coeficiente de liposolubilidad algo más elevado", añade Romero.
Dosis y eficacia en entredicho
Precisamente esta última materia activa ha visto recientemente modificadas sus condiciones de uso. El pasado 28 de febrero la Comisión Europea ratificaba que el uso del Oxifluorfen se limitará, a partir del 21 de junio de 2018, a 150 gramos de sustancia activa por hectárea y año, cuando hasta ahora podían aplicarse hasta 960 gramos por hectárea y año.
"A día de hoy, el registro de un producto a 240 gramos de Oxifluorfen por litro permite un uso de hasta 4 litros por hectárea en olivar. Con la entrada en vigor de este reglamento, a una misma concentración, sólo podrá aplicarse hasta 600ml por hectárea", destaca Manuel Gordillo, Product Manager de Adama. En la práctica eso supone la total pérdida de eficacia y persistencia del producto como herbicida remanente, especialmente en las aplicaciones otoñales, limitando su uso en la práctica a aplicaciones primaverales, en las que suele utilizarse mezclado con Glifosato (en dosis reducidas) para potenciar su efecto en post-emergencia de las malas hierbas.
Se abren las puertas, pues, a otras materias activas que faciliten el trabajo de la cosecha en las frías mañanas de invierno.