Los peligros de la agricultura 'sin'

16/09/2021

Por Jesús López Colmenarejo, director ejecutivo de Grupo Editorial Agrícola

Son numerosas las ocasiones en las que desde este espacio hemos hablado del nuevo modelo de producción agrícola sostenible que se propone desde la Comisión Europea. Y parece que seguirá habiendo de lo que hablar hasta que se concrete la Estrategia “Del campo a la mesa”, porque la sostenibilidad, se entienda como se entienda este término, vende mucho entre la clase política.


Quizás un buen ejemplo puede ser el “tweet” que Emmanuel Macron publicó el pasado 3 de septiembre. En él, el presidente francés se hacía eco de un compromiso sobre el sector agrario.

Decía así: “En 2022, la presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea promoverá una iniciativa de salida acelerada de los fitosanitarios. Para proteger nuestros suelos y nuestra agricultura. Apoyando a nuestros agricultores.” ¿Fue un comentario en clave política con el foco puesto en las elecciones francesas de 2022? Quizás, pero ojo porque la política y la técnica no siempre tienen objetivos comunes. La realidad nos demuestra que prohibir materias activas sin tener alternativas reales a algunas plagas puede suponer grandes pérdidas en cultivos. Eso o tener que dar marcha atrás en la prohibición, como le ocurrió precisamente a Francia con la eliminación de los neonicotinoides en remolacha hace justo un año.

Las “salidas aceleradas”, como decía Macron, tomadas en base a decisiones políticas, no suelen venir acompañadas de decisiones técnicas. Y basta ver lo ocurrido con el Brexit o la guerra de Afganistán para conocer las consecuencias.

Pero no son solo los fitosanitarios los que están en el punto de mira de la actualidad. También se encuentran en las “secciones de sucesos” los fertilizantes, que han sido considerados, en gran medida, responsables de la crisis ambiental de este pasado verano en el Mar Menor o la demonización permanente de nuestros regadíos, a los que la sociedad ve como un derroche de agua en lugar de la base de nuestros alimentos.

Fitosanitarios, fertilizantes, regadíos… ¿maquinaria? Por supuesto. Ya hay voces que demandan poner en valor la tracción animal en maquinaria como alternativa a la alta dependencia energética del petróleo, la vuelta de la mano de obra a nuestros campos e incluso como valor para cerrar la brecha entre campo y ciudad.

Hay propuestas de reconversión de nuestro sector agrícola que sorprenden tanto en esta “vuelta a los orígenes” que los primeros números de “Agricultura” en 1929 parecerían de total actualidad si se llevaran a cabo.

¿Existen problemas de impacto medioambiental en nuestra agricultura? Por supuesto, como en toda actividad humana, pero hay que solucionarlos con tecnología.

¿Acaso en las ciudades se ve como alternativa posible la vuelta a los carromatos para combatir el tráfico o la bolsa de agua caliente para luchar contra la subida de costes energéticos? ¿Por qué entonces el futuro de nuestra agricultura debe ser una agricultura como la de hace 100 años?

Apliquemos tecnología para hacer sostenible nuestro sector agroalimentario, que existe; apliquemos sentido común a nuestro día a día, que lo necesitamos más que nunca y sobre todo no hagamos creer a los consumidores que producir como nuestros abuelos nos dará de comer.

Producir “sin” simplemente nos hará menos competitivos y dependeremos de lo que produzcan en el exterior de la UE, porque el consumidor, diga lo que diga, va a tender a consumir cómodo y barato.

Probemos a implementar la tracción animal en nuestra agricultura y quién sabe si en 40 años la PAC (si aún existe) tendrá como condicionante arar una parte de la cosecha con mulo porque así lo pide el consumidor...

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