Pequeños agricultores

17/02/2023

Francisco Amarillo, analista agrario

Si siempre los cambios tecnológicos han supuesto transformaciones básicas, tanto en lo cultural como en la forma y naturaleza de producir bienes y servicios, la rapidez con que estos cambios se realizan en nuestro tiempo, nos obliga a prestarles una singular atención, aun a sabiendas de las dificultades de predecir su evolución, pero ello no es óbice para tener la obligación de intentarlo.


Sin duda, el tamaño de las explotaciones agrarias, tanto físico como económico, seguirá su actual evolución hacia explotaciones más grandes, baste considerar que lo que hoy llamamos pequeña explotación, hace 30 o 50 años hubieran sido medianas o incluso grandes, y este proceso tiende a acelerarse, lo que supone una pérdida considerable de activos agrarios. Por ejemplo, en España hemos pasado del millón de explotaciones de hace 30 años a unas 600.000 en la actualidad, lo que ha contribuido poderosamente al despoblamiento del medio rural.

Pero, por otro lado, ni podemos ni debemos engañarnos a la hora de tomar decisiones y no optar nunca por la diligencia cuando se ha descubierto el ferrocarril. Todas las labores agrarias, sean agrícolas o ganaderas, laboreo del suelo, siembras, aplicación de insumos, alimentación, ordeño, etc., son o pueden serlo, realizadas por una maquinaria o un utillaje industrial, capaz de abordar un tamaño mayor de explotación. Y aún más, los avances de la informática y de las técnicas de comunicación, permiten llevar las explotaciones sin presencia física. En definitiva, las explotaciones agrarias tenderán cada vez a ser mayores y no queda asegurada la presencia permanente de los activos agrarios en el territorio.

Pero, por otro lado, aun con esta perspectiva, en países como el nuestro, con una acusada despoblación del medio rural, la tendencia a ayudar al mantenimiento de su poblamiento se hace políticamente irresistible y, por ende, favorecer el mantenimiento de lo que actualmente llamamos pequeñas explotaciones y a estas, dentro de un obligado umbral de competitividad, lo que seguramente conduce a lo contrario, menos explotaciones, pero más grandes. Los nombres de pequeño, mediano y grande no deben preocuparnos, son referencias que evolucionarán con las realidades sociales y económicas de cada momento, como ya ha ocurrido con las actuales. Lo importante para la gobernanza de lo agrario es administrar con acierto esta profunda contradicción.

Los factores medioambientales pueden jugar y, de hecho, lo juegan, un papel limitante en el tamaño de algunas explotaciones, singularmente ganaderas, pero esta es una cuestión muy coyuntural, ya que estas explotaciones son, precisamente, las que por su dimensión económica son capaces de aplicar las tecnologías que más impidan el deterioro medioambiental.

El antiguo contrato social de la sociedad con los agricultores, cuando la UE era CEE, por la que estos eran productores de alimentos para los ciudadanos comunitarios, ha sido sustituido por otro mucho más complejo, en la que los activos agrarios ocupan un territorio, contribuyen a su mantenimiento y subordinadamente a ambas cuestiones, producen alimentos. Este nuevo marco, obligará a algunas explotaciones agrarias a diversificarse, por un lado, entrando en actividades distintas de la agraria, mientras que, por otro, otras se especializarán e intensificarán, buscando la competitividad en la actividad agraria.

Integrarse en la cadena

Si hasta ahora lo agrario constituía el eje del Desarrollo Rural, con mayúsculas, paulatinamente puede ir perdiendo su relevancia actual, si no es capaz de integrarse en la gran cadena de actividad económica y empresarial de la que forma parte. La transformación de las producciones agrarias, la logística de las mismas, junto a su distribución y consumo, forman una cadena lo suficientemente sólida, para poder influir en la toma de decisiones que afecten a lo agrario. Cada eslabón de esta cadena, en un mundo globalizado como el nuestro, tiene su propia fragilidad, por ello esta integración favorece a todos y las actuaciones, en este sentido, debieran contar con un marco económico y legal que lo facilitase.

Algún atisbo de acercarse a esta cuestión ha habido, como la Ley de la Cadena Alimentaria, tan bien intencionada como inoperante, acercándose, desde lo imperativo, a una cadena en la que sus eslabones aún no están unidos. Son los marcos legislativos que favorezcan esta unión los necesarios y los únicos que pueden tener operatividad. El realismo económico es siempre necesario, pero en algunas cuestiones, singularmente imprescindible y en esta el beneficio, dentro del libre juego del mercado, lo es.

Algunas cifras nos deben hacer meditar: ciñéndonos a la UE de la que formamos parte y con datos del Banco Mundial del 2017, el peso de la agricultura en el PIB era del 1,6% en la UE, el de Alemania el 0,7%, Francia el 1,7%, Italia el 2,1%, España el 2,6%; a mayor desarrollo, menor peso de lo agrario. Esta tendencia es mundial, en USA es el 0,9%, en China el 7,9% disminuyendo de manera acelerada, en Pakistán el 24,4%. En definitiva, el peso de lo agrario en los países desarrollados, tiende a disminuir, de ahí la necesidad de cambiar de paradigma; lo agrario debe ser sustituido por lo alimentario, y estas cifras cambiarán espectacularmente y el peso económico y social que se deriva de ellas también.

Los primeros pasos son siempre los más difíciles, entenderte con el que ayer le tirabas la leche en su puerta, o pasar por el amargo trago de las marcas blancas, en definitiva, salvar el largo etcétera que representa la selva de intereses contrapuestos, es sin duda alguna un proceso lleno de dificultades, pero a su vez tan deseable como necesario.

Obviamente el mundo de la pesca, con sus propias singularidades, se integra por derecho propio en lo alimentario, favoreciendo el desarrollo de nuevas y prometedoras explotaciones, que están entre lo agrario y lo marítimo.

Aunque, ya se sabe, que no hay nada escrito, tendremos que decir con el poeta aquello de “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Este final, puede ser poético, puede ser bonito, pero sería injusto, porque si hay gente que ha comenzado a abrir caminos, son aquellos que están propiciando en algunos medios de comunicación la concurrencia de todos los eslabones de la cadena.

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