Lo que el sector agroalimentario debería aprender del conflicto del taxi

Por Jesús López Colmenarejo, director ejecutivo

El reciente conflicto del taxi con los VTC es un tema sensible. En este caso más que nunca soy consciente de que las comparaciones pueden ser odiosas, pero quizás no hay nada mejor que vernos reflejados en otro sector para conocer nuestros puntos de mejora.

El objetivo no es entrar a valorar temas técnicos como si la transferencia de las competencias del gobierno central a comunidades autónomas y ayuntamientos ha sido adecuada o no, o si el número acordado de licencias se cumple de manera adecuada. La cuestión es otra: ver cuáles han sido las carencias del taxi y cuáles las habilidades de los VTC para llegar a donde estamos.
La diferencia clave de un VTC (los vehículos con chófer de toda la vida) con un taxi radicaba en que el pasajero elegía tanto el punto de partida como el destino, pero todo cambia en el momento en el que la tecnología derivada de los móviles permite hacer competitivos y accesibles los servicios VTC a todos. Es curioso porque la tecnología en nuestro campo no es un problema, antes bien, cada vez está más presente en él y se ve como una solución. Hoy en día la tecnología permite frenar en cierta medida el abandono del campo. Parece tan lejana esa anécdota que nos contaba José Luis Sáenz en el pasado número de enero de “Agricultura” relativa a cómo en los años 60-70 muchas cosechadoras de algodón acababan en el cauce de un río al verlas los agricultores como competencia en cuestión de mano de obra... En mi opinión, el conflicto de los taxis tiene un poco de esto.

Pero veamos otros factores en los que podemos compararnos. El sector del taxi no ha trabajado precisamente su imagen en todos estos años, algo que ahora le pasa factura de repente. Todos hemos escuchado anécdotas historias relacionadas con la picaresca del sector: “carreras” más largas de lo legal, poca higiene en algunos autos... pues precisamente en estos puntos es donde han atacado las VTC, trabajando con coches de alta gama y un servicio muy cuidado. Eso, por supuesto, con una “carrera” cerrada, ya que antes de usar el servicio sabes lo que vas a pagar para llegar a destino.
En el sector agroalimentario va a ser más complejo que tengamos competencia, todavía la comida no se puede crear en laboratorios, pero ¿cuánto tiempo tardará esto en suceder? ¿20, 30, 50 años? En el momento en el que esto ocurriese, las empresas que generalizaran esa tec-nología aprovecharían la falta de imagen que tiene nuestro sector. Hoy en día no se nos percibe como el sector que alimenta a la sociedad, sino que llevamos años en los que el consumidor nos ve como un sector subsidiado sin saber muy bien por qué, con una forma de producir que no entiende porque no hemos sabido explicar, entre otras cosas, que los abonos o los fitosanitarios los aplicamos de forma profesional. Hay una cosa que me preocupa, y es que espero que aprendamos y el día en el que la comida se elabore en los laboratorios no tengamos la tentación de hacer piquetes y cerrar los supermercados para demostrar que somos necesarios. Eso ya lo han hecho los taxistas con la parada masiva en Madrid y, cuando han desconvocado la huelga, su imagen ha empeorado y no han conseguido los objetivos.
Necesitamos trabajar enfocados al cliente y hacerlo coordinados, y fomen-tar una imagen positiva del sector, eliminar rápidamente a los tramposos, y debemos hacerlo antes de que nos salga la competencia...

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