24/10/2017
Artículo editorial escrito por Jesús López Colmenarejo, director de Revista Agricultura.
Para muchos, “agronutrientes” aún es una palabra extraña, aunque todos sepamos por dónde van los tiros. Técnicamente, por agronutrientes entendemos una serie de productos nutricionales de alto rendimiento que se usan cada día más en una agricultura competitiva, tecnificada y medioambientalmente respetuosa como la española.
Hoy en día bajo esta denominación se engloban una multitud de sustancias: los abonos NPK, los correctores de carencias, las enmiendas húmicas, enmiendas orgánicas y aminoácidos. Además se incluyen evidentemente las combinaciones de todos éstos con uno o varios elementos secundarios y microelementos quelatados o no, en sus distintas formulaciones sólidas o líquidas, de aplicación foliar, sobre el terreno o para su disolución en el agua de riego, para actuar como nutriente en sí o para ser aplicadas conjuntamente con otras técnicas culturales (tratamientos fitosanitarios por ejemplo).
Foto de AEFA, Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes.
El reto del medioambiente, creado por un Modelo Europeo de Producción de Alimentos ligado muy directamente al cuidado de nuestro entorno, hizo que desde los años 80 varias empresas fabricantes de fertilizantes españolas asumieran el reto de investigar y desarrollar productos nutricionales más complejos, con objeto que satisfacer las nuevas necesidades de una producción cada vez más “limpia”.
Tras unos años de travesía en el desierto, en el que se creó una cierta “manga ancha” de productos que no benefició la imagen de estas materias alternativas, en 2009 apareció el Reglamento UE de Fertilizantes. Este reglamento permitía asegurar la libre circulación de productos en la UE para todos los Fertilizantes con marca CE, para lo que fue necesario homogenizar materias activas y definir mucho mejor el concepto de “agronutriente”.
La legislación ha ido evolucionando y para 2018 se espera la aparición de un nuevo Reglamento Europeo en el que ya se encuentra trabajando, junto con nuestros representantes oficiales, AEFA, la Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes.
Esta situación me ha traído a la memoria una anécdota que me contaron en los años de colegio, que ya en aquel momento me pareció curiosa.
De toda la vida, en las zonas agrícolas de costa parece ser que existía una costumbre por la cual en las herencias familiares, los agricultores legaban las zonas más ricas de tierra fértil a sus hijos más competentes y las zonas de secarrales anexas a la playa les correspondían a los hijos menos preparados. Esto había sucedido porque desde siempre, la agricultura era el sustento y la responsabilidad familiar, y su peso caía sobre aquellos que se creía que se podrían hacer cargo mejor de ella mejor.
Pero llegó el turismo en los años 60, y mientras los propietarios de las mejores zonas agrícolas vivían dignamente, los que “hicieron su agosto” en base al desarrollo brutal que provocó el cambio de modelo fueron esos hijos menos válidos para el modelo anterior.
¿Será posible que nuestro modelo de producción agrícola cambie tanto como para que los nutrientes que tengan más valor sean esos a los que hace 30 años se denominaba despectivamente “agua sucia”, y que la I+D+i haga que los agronutrientes sean el futuro? Pues lo más posible es que sí, los tiempos cambian y sobrevivirán los que mejor se adapten.
Foto de AEFA, Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes.