La pertinaz sequía

22/08/2022

Este año hidrológico 2021-2022 en la España peninsular se han solapado dos tipos de sequía: la sequía hidrológica y la sequía meteorológica; y las dos juntas han generado una severa sequía agraria.

La sequía hidrológica, ya arrastrada desde el año hidrológico 2020-2021, se ha agudizado este año debido a la falta de lluvias, es decir por la sequía meteorológica, que fue especialmente intensa en los meses de invierno. Por lo que se llega al inicio del año hidrológico 2022-2023 con las reservas de aguas en los pantanos en los valores más bajos de los últimos veinte años.

Por Carlos Gregorio Hernández Díaz-Ambrona

Profesor de producción agraria sostenible

ETSIAAB, CEIGRAM, itdUPM, Universidad Politécnica de Madrid


Se ha discutido mucho sobre la duración de los ciclos hidrológicos peninsulares. La cifra más concertada está en torno a los cuatro o cinco años, aunque sin conocer claramente su frecuencia. Este hecho conduce siempre a la preocupación durante el evento de sequía y olvido cuando las precipitaciones vuelven a la normalidad, aumentado hoy por el impacto mediático e inmediato de las imágenes de la sequía en las redes sociales.

Terminada la recolección de los cereales de invierno, se puede afirmar que esta sequía ha reducido la producción en torno al 20%, aunque con un reparto desigual según las comarcas agrícolas y las decisiones tácticas aplicadas por los agricultores. La sequía meteorológica se ha unido también a altas temperaturas en primavera, ocasionando una reducción en la producción de los cereales por reducción de los ciclos, cuando no por la aparición del asurado, es decir, del secado súbito del grano antes de alcanzar la madurez fisiológica.

Estamos terminando el año hidrológico 2021-2022. Con dotaciones reducidas en todas las cuencas hidrográficas, por lo que hay también una incidencia en la campaña de riegos de los cultivos de primavera y verano. Los embalses apenas han logrado aumentar ligeramente el agua embalsada respecto al año anterior. Afrontamos la campaña de riegos por debajo del 49% de la capacidad de embalse, si el uso del agua fuese igual a la media se podría cerrar el año hidrológico con las reservas por debajo del 25%. Es por ello, para no apurar tanto las reservas, que se tomen medidas y una de ellas es la reducción de las dotaciones de riego para esta campaña, especialmente en determinadas cuencas del sur de España. Serían dos años seguidos de sequía hidrológica, la primera con poco impacto, la segunda con un mayor impacto, y con la incertidumbre de su continuación en un tercer año, ya crítico, con los embalses por debajo de la media. El regadío en España representa casi la mitad del valor de la producción final agrícola.

Nexo agua-energía-alimentación

Otra de las medidas, para evitar la falta de agua, es acudir a fuentes alternativas de agua. Como puede ser la desalación o la reutilización de aguas regeneradas, ambas fuentes energéticamente costosas y por tanto comprometidas por el alto precio de la energía actual. El nexo agua-energía-alimentación se ve doblemente afectado, y por tanto nos debe preocupar una situación de escasez de agua unida a un alto coste de la energía que agrava la situación, al no poder recurrir a fuentes alternativas que usan energía para la obtención de agua para riego.

En este sentido, en la Universidad Politécnica de Madrid-CEIGRAM, en el proyecto de investigación RECLAMO (The contribution of water REuse to a resourCe-efficient and sustainabLe wAter manageMent for irrigatiOn), estamos desarrollando un método para optimizar el uso de agua y energía en la distribución de agua para el riego con aguas regeneradas que puede reducir el coste energético por cada litro de agua aplicado al riego.

La coyuntura se está volviendo compleja. La alternativa que tienen los agricultores es cambiar a producciones de mayor valor añadido, esto es, en términos ecológicos, producir materia seca (o energía alimentaria) que tiene más valor en el mercado. Este es el caso de las frutas y hortalizas.

El ejemplo, que en Andalucía hemos visto en los últimos años, es la sustitución del cultivo de maíz por el de hortalizas (como brócoli, puerros, cebollas, melón, sandía o tomate, por poner algunos ejemplos) o más a largo plazo por frutos secos, entre otros. Una vez más, la situación coyuntural tampoco acompaña, el encarecimiento de la cesta de la compra reduce la adquisición de este tipo de alimentos, aunque son en gran medida los principales productos exportados de la agricultura española.

Ganado sediento y hambriento

No he mencionado, hasta ahora, el impacto en la ganadería. En principio, menos en lo referente al agua de bebida, puntualmente importante para aquellos ganaderos que se les agoten o sequen sus fuentes. La ganadería también se ve afectada por la sequía agraria en el suministro y disponibilidad de su alimento. La ganadería española, en su conjunto, está sobredimensionada a la disponibilidad de alimentos que la agricultura local le ofrece, por lo que ante una situación de escasez interna, se suma ahora la complejidad del comercio internacional de material primas, generada con la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas.

A la ganadería sí le afecta la situación deficitaria regular que tenemos en España, dependiente de productos de terceros países, especialmente maíz y soja. Situación que se agravaría, por las estrategias que siguen los agricultores de cambiar las siembras a cultivos más rentables por volumen de agua usado, ya que al producir menos materia seca por unidad de superficie necesitan menos agua de traspiración, como ya he dicho anteriormente. Parte de la ganadería española está comprometida con el comercio internacional. ¿Puede entonces la ganadería encontrar un modelo de más valor añadido similar al agrícola? Estos modelos son aún incipientes, llaman a la retro-innovación, es decir, redescubrir la ganadería extensiva, el cerdo ibérico, o las aves de corral, entre otras, todas ellas con el hándicap del mayor precio y por tanto de un mercado más reducido.

Regadío y secano

El cambio global unido al cambio climático fuerza a unas amenazas diferentes. Por ejemplo, en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir el agua embalsada al principio de esta campaña de riegos era un 35% inferior a la de 2021, ya también mala, comparada con la media de los últimos diez años. Las medidas han sido drásticas. La dotación asignada media ha sido de 1750 m3/ha, que equivale al 30% de la dosis media necesaria para cubrir el 100% de los rendimientos. Si extrapolamos esos datos querría decir que o bien hay una pérdida de productividad potencial del 70%, o de forma equivalente se podría dejar sin regar completamente el 70% de la superficie dominada por esos desembalses. Parte de esa superficie se ha sembrado con cultivos menos exigentes en agua, como el girasol (ha aumentado la siembra en 41.000 ha este año) que o bien no se regarán o tendrán solo un pequeño riego de apoyo, así como otros cultivos que requieren menos cantidad de agua, pero que son menos productivos.

El agua es el principal medio de producción en agricultura. Los cultivos, como todas las plantas, traspiran, y la traspiración está directamente relacionada con el crecimiento. Por tanto, sin agua no hay cultivos y no hay alimentos. El ejemplo extremo es un desierto. El regadío es todo sueño de agricultor de secano. La sequía meteorología afecta directamente a la agricultura de secano, igual que la irregularidad de las lluvias. Mientras la sequía hidrológica afecta a los cultivos de regadío.

El regadío tiene unas ventajas claras para la familia agricultora: más producción, más calidad y menos variabilidad, y es en general más sostenible. Ahora bien, el agua hay que gestionarla de forma eficiente y eficaz. El clima mediterráneo tiene desacopladas las precipitaciones de la época favorable para el crecimiento de las plantas o de los cultivos, que es la primavera y el verano, al tener más luz y adecuadas temperaturas para el crecimiento, pero desafortunadamente con pocas lluvias. La gestión del agua lo que hace es almacenar el excedente en la época fría y lluviosa para que esté disponible en la seca, cálida e iluminada del verano. Tenemos que entender eso para entender el regadío. El regadío es la aplicación de agua a voluntad en función de la traspiración del cultivo. En este caso es la sequía hidrológica la que mayor impacto tiene en este tipo de cultivos, pero también hay mayor capacidad de adaptación, el agricultor de regadío sabe con antelación suficiente la cantidad de agua que puede disponer en su campaña, la dotación, por lo que puede ajustar sus cultivos y decisiones a esa cantidad, no tiene sorpresas. Aunque ante una reducción de la dotación sabe que su producción será menor. También, hay rigideces, por ejemplo, los cultivos leñosos o permanentes no se pueden cambiar de una campaña a otra y por tanto requieren unas dotaciones mínimas a garantizar.

Ya está cambiando la distribución de cultivos por el factor agua. Por ejemplo, ya es difícil ver maíz en Andalucía. La alternativa han sido las hortalizas, los frutales y el olivar. Una vez amortizadas las infraestructuras de riego y modernizados los regadíos, también vamos a ver como los cultivos de invierno se van a regar más, con dotaciones más reducidas estos cultivos que crecen en la época lluviosa pueden beneficiarse de pequeños riegos de apoyo en siembra y riegos al final de la primavera que aumenten su producción, reduzcan la variabilidad y mejoren su calidad, usando menos agua. Es decir, en regadío se puede aplicar desde el 100% de las necesidades de agua de un cultivo a poco más del 1%, ajustando qué cantidad es la más eficaz. El agricultor de regadío también está pendiente de la lluvia, pero para que esta recargue acuíferos, ríos y pantanos. Es una trasferencia de agua en el tiempo y en el espacio a favor del campo de cultivo.

Política agraria e hidrológica

Las políticas hidrológicas tienen que seguir manteniendo la unidad de gestión de la cuenca hidrográfica, jerarquizar los usos del agua y modernizar las instalaciones. Por ejemplo, facilitar la instalación de parques solares flotantes, que permiten reducir la evaporación del agua embalsada, que además es una alternativa a la ocupación del suelo agrícola. La planificación hidrológica es una parte clave de la política hidráulica. Desde el punto de vista de la producción, aparte de los sistemas de riego modernos, no hay que olvidar la construcción de las redes de drenaje. Riego y drenaje van de la mano. Desafortunadamente la calidad del agua de riego no es la misma que la del agua de lluvia o potable. El agua muchas veces tiene sales, más en zonas secas, y estas sales no se pueden acumular en el suelo. Las sales hay que eliminarlas del suelo mediante el drenaje o agua de lavado. A veces el drenaje puede aumentar el nivel de las aguas subterráneas, como sucede en la cuenca del Mar Menor en Murcia. Por eso es necesario la planificación y la ingeniería del drenaje. Hoy podemos reciclar y regenerar el agua de drenaje para volverla a usar. Este aspecto se ha olvidado y ha llevado a situaciones de saturación de acuíferos con agua de mala calidad, como en el entorno del Mar Menor.

El ciclo hidrológico es complejo y necesita, por tanto, una visión holística y global de las políticas. La sostenibilidad la vamos a encontrar si nos fijamos bien en sus cuatro pilares: ambiental, económica, social y gobernanza. El regadío debería apostar por la sostenibilidad, es garantía de mayor seguridad alimentaria y nutricional. El regadío con poco más del 20% de la superficie cultivada aporta casi la mitad de la producción final agraria. La planificación hidrológica es la que debe determinar cuál es la relación entre oferta hídrica y demanda de agua, considerando que la oferta se ve afectada por los ciclos de sequía y los caminos que recorre el agua de lluvia. Si se prolonga un año más la sequía hidrológica el impacto en la agricultura de regadío puede ser importante, y sin una energía barata las alternativas son escasas. La pertinaz sequía debe estar presente en la agenda de la decisión política, debemos estar preparados ante este tipo de eventos, que no sabemos si con las incertidumbres del cambio climático van a suceder con una frecuencia mayor.

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