16/05/2019
De todos los tipos de tierra que analiza la Encuesta Nacional de Superficies (Esyrce) del ministerio de Agricultura, solo hay dos epígrafes que siguen creciendo frente al descenso del resto. Fundamentalmente el que agrupa a los tres principales cultivos permanentes o leñosos como son la viña, el olivar y el almendro que suman ya en todo el país más de 5,2 millones de hectáreas tras una subida -entre 2017 y 2018- de más de 100.000 de golpe. Asimismo, la superficie forestal también se habría elevado en el mismo período en una proporción similar con otros 5,9 millones totales computados en la estadística.
El MAPA habla sin embargo de “gran estabilidad, destacando únicamente el incremento de leñosos en detrimento de la tierra arable y otras tierras de cultivo”. Y no es poco, si tenemos en cuenta que la principal razón de estos crecimientos está en la volatilidad de las últimas cosechas de cereal, en su variabilidad productiva y de rendimientos por la climatología y en la falta de relevo generacional para asumir las riendas en algunas comunidades autónomas sobre todo. Para muchos productores, de hecho, las nuevas plantaciones de almendro y pistacho representan hoy la mejor inversión a medio y largo plazo, “el mejor plan de pensiones” como dicen los que optaron por arriesgar capital para sacarle partido a esas tierras.
Un boom reciente
Para analizar este boom no hay que remontarse muchos años atrás como certifican los principales viveristas que suministran planta en nuestro país, aunque sí es cierto que en las cinco o seis comunidades de mayor tradición, la dominancia del almendro siempre fue la principal opción para los agricultores.