08/05/2023
La transformación que vive el sector agrario se refleja en el crecimiento de los llamados cultivos de alto valor, aquellos que tienen un precio más elevado en el mercado porque su producción no satura la demanda. Hablamos de alimentos considerados gourmet o que se transforman en otros productos de alto valor añadido, más rentables para los agricultores pero que también requieren más inversión, tecnología e innovación.
España destaca por su producción de aceite de oliva, hortalizas, vino y frutos secos, productos de alta calidad, pero cuyo valor añadido dependerá de su singularidad en los mercados y de la utilización de nuevas técnicas de cultivo que los haga más productivos con factores clave como el manejo del agua, la climatización (en cultivos bajo cubierta) o la monitorización mediante sensores.
Productos con sabores menos comunes y beneficiosos para la salud aumentan su demanda en los mercados internacionales y se refleja en el crecimiento de su superficie en España. Puede ser el caso de cultivos como el aguacate, el mango, el arándano, el kiwi, o cultivos que se recuperan como el limonero y la higuera, mientras otros tienden a estabilizar su superficie, como el frambueso o el granado.
En cualquier caso, su éxito no está exento de riesgos. También afrontan la complejidad de los mercados y las dificultades climáticas por la falta de agua y las temperaturas extremas. Por ejemplo, en la campaña actual de aguacate se prevé una reducción del 25% en la producción española, con unas 50.000 o 60.000 toneladas, según datos de la Asociación Nacional de Tropicales. España coincide en la misma ventana temporal con Marruecos e Israel, mientras que a partir de abril comienza a llegar el producto de Perú y Chile, principalmente.
La competencia en todos ellos siempre es alta.
Tecnificación y eficiencia
Lo que sí suele garantizar el crecimiento de la demanda son sus bondades nutricionales. Es lo que ocurre con los frutos secos, cuyo potencial parece no tener techo. Almendro y pistacho han incrementado su superficie un 11,7 y un 166,7% en los últimos cinco años en España. Se trata de un gran cambio de paradigma respecto al modelo tradicional gracias a la tecnología y las nuevas técnicas de producción. Así lo sostiene Lola Gómez, ingeniera agrónoma, profesora en la Universidad Politécnica de Cartagena y directora de Synergynuts, una plataforma centrada en la formación de técnicos y agricultores especializados en el cultivo en seto de frutos secos como almendro y avellano.
“La clave está en el gran campo de mejora que existe gracias a la mecanización y la digitalización. Esa modernización nos lleva a aplicar nutrientes y fitosanitarios de manera más eficiente, con una baja demanda de mano de obra, menos costes… optimizando los procesos”, afirma.
Un factor importante, argumenta, pasa por apoyarse en la tecnología y el conocimiento, “que está en un grado de transferencia suficientemente maduro”. La mecanización de podas, labores y recolecciones que reducen la mano de obra necesaria, y la optimización en diseño de riegos, nutrición y tratamientos hacen que estos cultivos de alto valor añadido sean también sostenibles.
A priori, Lola Gómez es optimista sobre la demanda a futuro de la almendra. El incremento en superficie del cultivo en España acompaña la demanda del mercado, que seguirá creciendo. Se estima que el consumo en todo el mundo puede alcanzar los 3.100 millones de toneladas en 2031 frente a los 2.000 millones previstos para 2025, según datos expuestos por Ferrán Huguet, de Unió Nuts.
En este escenario, España puede jugar un papel relevante dada nuestra climatología y la calidad de nuestra almendra. No obstante, el grueso de la producción mundial se concentra en California (78%), seguida muy de lejos por Australia (8%) y España (5%).
Vivero de planta de almendro. Viveros Hernandorena.
Nuestro país suma 756.694 hectáreas de almendro, con un incremento del 11,7% en los últimos cinco años, según los últimos datos de la encuesta de superficies Esyrce del Ministerio de Agricultura. De toda la superficie, este año habrá 522.000 hectáreas en producción, casi 40.000 más que el año pasado.
“El crecimiento de España está siendo bueno y a buen ritmo, y no se prevé ni a corto ni a medio plazo una saturación del mercado”, expresa Lola Gómez, que también señala la reciente apertura del mercado chino a la almendra española.
No obstante, para esta ingeniera agrónoma la apuesta por el cultivo en seto “es primordial” por el grado de eficiencia que se consigue de la mano de la tecnificación y la digitalización. Con un sistema que llega a colocar entre 2.000 y 2.200 almendros por hectárea, en España ya hay contabilizadas 4.008 hectáreas de almendro en seto, un porcentaje bajo aun sobre el total, pero un modelo en auge.
“Lo importante -detalla- es que la inversión se estudie muy bien desde el principio, que las decisiones precultivo sean las correctas porque después es muy difícil corregir. Hay que realizar distintos análisis (suelo, agua, costes, variedades…) para poder adoptar soluciones técnicas acertadas”.
Diversificar con el pistacho
Junto al almendro, el pistacho es el otro fruto seco en expansión por el que apuestan muchos agricultores como vía para diversificar sus explotaciones.
Es el caso de Marcos Martín, de 36 años. Ingeniero de montes, cuando hace tres años se hizo cargo de la agricultura familiar por la jubilación de su padre, atraído por su formación decidió incorporar un cultivo leñoso. Eligió el pistacho para añadirlo a su cartera de cultivos, donde ya figuran cereal, guisante, girasol, maíz y remolacha.
La finca de 7 hectáreas se encuentra en Casasola de Arión, en la provincia de Valladolid, muy cerca de la comarca de Toro, en Zamora, cuna de los pioneros del pistacho en Castilla y León.
¿Y por qué un joven agricultor decide apostar por el pistacho? “Buscábamos cultivos alternativos y nos pareció una cosa interesante. Miramos otros leñosos por cambiar un poco y diversificar y, analizando las tendencias de la agricultura, vimos que los frutos secos pueden ser un tema interesante, nos pareció algo con futuro”, resume.
También está el reto de aprender a manejar un cultivo nuevo y, por supuesto, la rentabilidad. El retorno de la inversión en pistacho se produce a los 12-14 años. “Se prevé que va a ser un cultivo rentable, pero claro, a ver qué pasa cuando pasen todos esos años, ese es el riesgo de estos cultivos, porque el mercado puede evolucionar mucho”, reflexiona.
Durante los próximos cinco años entrará en producción la inmensa mayoría de las hectáreas plantadas en España, ya que el grueso de todas ellas se ha puesto a partir de 2015, según un informe del boletín de noticias del sector Pistacho PRO. Dicho de otro modo, hasta ese año solo había 7.857 hectáreas en producción y desde entonces se ha sumado más del 86% de toda la superficie, que puede situarse ahora mismo en torno a 70.000 hectáreas.
Marcos Martin sabe perfectamente los condicionantes climáticos que exige el pistachero. “Una cosa es que la planta sea capaz de vegetar y otra cosa es que tenga las condiciones idóneas para tener una producción rentable”, detalla.
Tanto para el pistacho como para todos los cultivos, Martín no tiene duda de que la clave pasa por ser productivos: “En una cosecha mala o regular los gastos son similares. La rentabilidad está en las cosechas buenas”. Y al final se trata de aprender y de disfrutar con lo que se hace. “El pistacho es muy diferente a lo que tenemos aquí, el manejo no parece complicado… una vez que aprendes a hacer las cosas, es bastante rústico, más que el almendro”.
Campaña más parada en los frutales
Como se ha expuesto, su éxito no significa que escapen a la compleja situación de la agricultura actual, marcada por el incremento de costes, la incertidumbre económica y la falta de agua.
Así lo confirma Rosa Hernandorena, directora comercial de Viveros Hernandorena: “Los agricultores han echado sus números y proyectos ya previstos se han paralizado, únicamente al final del invierno se han animado algunas plantaciones”. La demanda de planta fue baja en otoño, en enero tampoco mejoró y solo a finales de febrero y durante marzo se animaron las operaciones. En total, este vivero comercializa 800.000 plantas al año, al 50% entre raíz desnuda y maceta.
Uno de los problemas principales es la falta de agua para impulsar nuevas plantaciones o incluso regar las fincas que ya están operativas. Una sequía “tremenda” donde la primavera determinará el futuro de muchos proyectos. “La falta de agua dificulta muchísimo la campaña en los viveros para que la planta salga de forma ágil”, puntualiza. Tampoco ayuda la situación económica internacional. “El 50% de nuestras ventas eran vía exportación a países de Europa del Este y norte de África, principalmente, y hemos tenido que reconducir la situación por problemas de cierres de aduanas”, señala.
Almendro, fruta de hueso (nectarina y paraguayo) y caqui son los cultivos principales para el vivero Hernandorena, que también desarrolla otra planta minoritaria como granado, membrillo y algarrobo.
En la campaña de invierno “se ha vendido muy bien” el caqui con destino a la Comunidad Valenciana, mientras que se ha paralizado la demanda de almendro, lo que supone un cambio de tendencia después de la “locura” vivida en las últimas dos décadas.
La fruta de hueso también ha cambiado su tendencia, pero a mejor después de una crisis “durísima” a raíz del veto ruso de 2014 que prohibió la importación de alimentos frescos de la UE, siendo el sector de la fruta dulce (melocotón, nectarina y paraguayos) uno de los más perjudicados, ya que el 40% de las exportaciones se destinaban a este país. A ello se suma problemas varietales, con varias campañas de fuertes heladas.
“Los pocos viveros que quedamos en frutas de hueso notamos una mejoría”, declara Hernandorena. El perfil de quienes apuestan por este tipo de cultivos es más profesional, con tendencia a empresas cada vez más grandes y un sector “más asentado”, sobre todo en la zona del Ebro, donde se unen otros cultivos como manzana y pera.
Expectativas para el kiwi
Otro de esos cultivos de alto valor con gran capacidad de crecimiento es el kiwi. Joaquín rey es el director comercial de Fruit Growing Quality, un proyecto que arrancó hace cuatro años y que busca a agricultores que cultiven nuevas variedades de kiwi, dos de pulpa amarilla y otra de pulpa roja, que necesitan menos horas de frío, lo que abre su producción a zonas como Andalucía, Extremadura, la Comunidad Valenciana y el sur de Portugal.
Fruit Growing Quality, que forma parte del consorcio internacional Okiwi, tiene la licencia de desarrollo de estas variedades para España, Portugal, Turquía, Argentina y Brasil. El objetivo de este proyecto internacional es hacer una sola marca comercial dentro de un club exclusivo a partir de variedades que tienen royalties, lo que permite, explica Joaquín Rey, “un volumen controlado de la producción y que la variedad no se desvirtúe a nivel genético”.
Según Joaquín Rey, la península podría incorporar hasta 2.000 hectáreas de kiwi amarillo. Ahora hay poco más de 70 hectáreas. De kiwi verde hay implantadas entre España y Portugal unas 2.500 hectáreas y habría capacidad para albergar oras 2.000 más, precisa Rey.
El escenario internacional de los últimos años no ha acompañado a este proyecto que ha despertado gran interés en el levante español. “No estamos parados, pero vamos a decir que estamos tranquilos”, reconoce Rey.
Tienen en marcha proyectos de 2, 5 y 7 hectáreas, y también de 40 hectáreas protagonizados por grandes inversores institucionales y privados, “que son los que tienen capacidad para iniciar nuevos proyectos y que se están peleando por el espacio con la fotovoltaica y por la agricultura de regadío”.
“El mercado de kiwi amarillo sigue creciendo, pero la realidad del mundo ha cambiado, está costando mucho hacer inversiones en el campo”, relata este empresario, que indica que la inversión inicial para una hectárea de kiwi ha pasado de 32.000 a casi 80.000 euros por el incremento de costes.
Pese a todo, Joaquín Rey asegura que los números salen. El kiwi amarillo produce el doble que uno verde y por el momento se paga un 60-70% más, asegura. Una hectárea de verde produce 20-21 toneladas de media y el precio medio de liquidación se sitúa en torno a 0,9 euros. El amarillo, a partir del quinto año, produce de media 45 toneladas y el precio medio de liquidación se sitúa en 1,50 euros. Los costes de producción serían 0,7 euros/kilo para el verde y 0,85 euros/kilo para el amarillo, al necesitar más recursos por el incremento de cosecha.
Al margen estaría el pago de los royalties de la variedad que, como defiende Joaquín Rey, “es una amortización, porque es un bien que se queda en la empresa”. “Mañana dejas de producir y los royalties son tuyos. En Nueva Zelanda empezaron a 40.000 euros la hectárea y ahora están en 160.000 euros la hectárea”.