26/04/2023
El objetivo de los mejoradores vegetales “es desarrollar semillas que den respuesta a las necesidades de nuestros agricultores, que luchan contra las cada vez más frecuentes plagas y enfermedades, se enfrentan a las consecuencias del cambio climático que les hace perder producciones por falta de agua, cambios bruscos de temperatura, etc.”.
Pero, además, trabajan “para dar respuesta a la industria que necesita que las variedades se adapten a sus procesos de transformación, como por ejemplo la producción de pastas, azúcar, fibras naturales, etc.”. Así como “para que los productos obtenidos no se estropeen durante el transporte, se conserven en las mejores condiciones en los lineales de los supermercados y que haya productos muy variados y que se adapten a las economías de cada familia”, además de para “dar respuesta al consumidor que busca variedades con una total seguridad alimentaria, disponibles en cualquier momento del año, más saludables, más sabrosas y con un precio asequible”.
Cumplir con estos y otros retos “es posible gracias a la mejora vegetal”, afirman. Según un estudio elaborado por el Instituto Cerdà, gracias a la mejora vegetal, en el caso del tomate los incrementos de productividad han sido del 32% en los últimos 30 años. Esto ha supuesto una producción acumulada adicional entre 1990 y 2018 de 36,4 millones de toneladas.
Lograr mayores avances será posible, señalan, “gracias a la ciencia, que ha desarrollado las herramientas de edición genética”. Actualmente la UE está revisando la normativa que afecta a estas técnicas que, a día de hoy, no pueden ser utilizadas en la Unión y desde Anove destacan la importancia de desbloquear su uso. “Es el momento de apostar también en el ámbito agrícola por la innovación basada en la ciencia, sin poner innecesarias trabas regulatorias que frenen el desarrollo en nuestro país”, concluyen.