El arroz español mira al cielo y a las importaciones

29/03/2021

Por Alejandro Calero, comunicador

Los arroceros españoles ven el futuro con una mezcla de sensaciones a pocos meses de que comience una nueva campaña. Por un lado, las restricciones de movilidad provocadas por la pandemia han tenido un efecto positivo. Los hogares han demandado más arroz, compensando las pérdidas del canal Horeca. Por tanto, al aumentar el consumo de este cereal universal, los precios de base han repuntado. Sin embargo, el sector coincide en que existe una competencia desleal por parte de terceros países (en especial, los asiáticos) que no cultivan con los estándares de calidad que exige la Unión Europea.


Al mismo tiempo, las perspectivas de producción para 2021 son, cuanto menos, inciertas pues el nivel de agua disponible en las principales zonas arroceras del país es limitado, sobre todo en Andalucía; y existe incertidumbre con respecto al encaje del arroz dentro de los ecoesquemas diseñados en la nueva PAC.

“Tenemos muchos frentes abiertos”. Esta afirmación de Félix Liviano, el responsable de la sectorial del arroz de Cooperativas Agro-alimentarias, resume la situación de uno de los cultivos más peculiares de nuestra agricultura. España es una de las grandes productoras de arroz de la Unión Europea, solo superada por Italia en hectáreas de cultivo (Grecia, Portugal y Francia completan el ranking).

No obstante, en nuestro continente se da una circunstancia que condiciona la rentabilidad del cultivo: la zona comunitaria no es capaz de producir todo lo que consume (la demanda supera 2,5 veces la producción media anual) de ahí que sea obligatorio contar con arroz de importación. Como es sabido, las reglamentaciones de los países asiáticos -principales productores a nivel mundial- son mucho más laxas que las europeas en cuanto a utilización de materias activas, y también la mano de obra es mucho más barata. Todo ello implica que el arroz de importación tenga un coste menor, difícilmente alcanzable para los productores nacionales. “Es importante establecer los mecanismos adecuados para que las importaciones (que son necesarias) no perjudiquen la rentabilidad de la producción local”, asegura Juan Parias, director global de Compras de Herba Ricemills, filial arrocera del Grupo Ebro Foods (primera empresa de alimentación en España). Esta empresa afincada en la provincia de Sevilla también importa arroz y, por tanto, es conocedor de la realidad del mercado global.

Una de las posibles soluciones pasaría por la diferenciación a través de un etiquetado claro para que el consumidor pudiera elegir, ya que, como dice el extremeño Emilio Camacho, productor, transformador y comercializador de arroz (con sede en Don Benito, Badajoz), “se vende arroz mezclado como si fuera comunitario y no es cierto”. Este debate ya ha llegado a las altas instancias europeas, pero Clara Aguilera, vicepresidenta de la Comisión de Agricultura en el Parlamento Europeo, explica que el proceso es complejo: “hay que apostar por un etiquetado de origen europeo, con cuidado de no hacer defensa solo de lo nacional; pero la industria no quiere, prefiere que sea voluntario, como hasta ahora”.

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