15/10/2021
1. Estructura de distribución alimentaria eficiente con la capacidad de proporcionar muy cerca de las casas de los consumidores un surtido de alimentación completo, variado, seguro, sostenible y a precios competitivos. La posibilidad de adquirir todo tipo de alimentos, tanto frescos como procesados, en un único acto de compra es una garantía para optar por una alimentación saludable a media de las necesidades nutricionales de cada persona o familia.
2. Acceso igualitario en todo el territorio. Los “desiertos alimentarios” son un problema en muchos países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, que impiden el acceso, especialmente a alimentos frescos, a millones de personas. En España, la gran mayoría de los ciudadanos tienen un supermercado donde encontrar todo tipo de productos, a menos de 15 minutos de sus casas, en una red comercial equiparable a las farmacias o los colegios.
3. Reducción del desperdicio alimentario, que es un problema social y medioambiental grave. Según datos de Eurostat, el índice de desperdicio en la distribución está en torno al 5 por ciento, muy por debajo del desperdicio en los hogares, la industria y la hostelería. Sin embargo, hemos de seguir reduciendo esta cifra con las políticas que se llevan hasta ahora de donación de alimentos y control del surtido; mientras, solicitamos que el anteproyecto de Ley para Evitar el Desperdicio Alimentario aborde el problema generado con el IVA que soporta la donación y que puede suponer un freno a la misma.
4. Economía circular en la cadena agroalimentaria para alcanzar la sostenibilidad, en un trabajo que debemos hacer todos los eslabones con el objetivo de que todas las materias primas que se utilizan en los procesos productivos y de comercialización se devuelvan al sistema y, el mínimo resto inevitable, sea convenientemente tratado para que no termine en el medioambiente.