19/04/2021
Pero Aristóteles enseñó que la única verdad es la realidad, y la realidad es que ha pasado un año ya de las masivas protestas de los profesionales del campo que, bajo el lema ‘Agricultores al límite’, demandaron para sus producciones unos precios justos en origen que les permitan cubrir los costes de producción. Y si entonces la situación de esta profesión ya era de alerta roja por sus gravísimos problemas de rentabilidad, 365 días después y con una pandemia de por medio la gota ya ha colmado el vaso.
Sirva esto para introducir la importancia que en el panorama actual tienen las ayudas o subvenciones para el sector agrícola. Lógicamente, una situación en la que el profesional del campo disfrutase de una renta suficiente como para que estos apoyos fuesen innecesarios sería ideal, pero en un contexto como el presente, con unos precios por los suelos, unos costes de producción elevados, un medio rural cada vez más vaciado y un ratio de especulación con los productos agrarios cada vez más alto, la necesidad de políticas encaminadas a compensar el esfuerzo de los agricultores es palmaria.
Otra de sus principales reivindicaciones es que se detengan los recortes que desde hace años están sufriendo esas ayudas, ya sean las procedentes de Europa, las estatales o las autonómicas. Por si el viacrucis era corto.
En definitiva: no, no son un capricho: el sector agrario, esencial y estratégico en nuestro país –como se pudo comprobar en la hora más crítica de la pandemia– necesita ayudas económicas para su desarrollo.