Biocombustibles: una segunda oportunidad

19/10/2020

Han pasado sólo ocho años desde que el Decreto-Ley 1/2012 pinchó lo que en su día se denominó la burbuja de las renovables. Una medida adoptada en tiempos de crisis que detuvo en seco el desarrollo del sector. Ahora, al inicio de la nueva década, vemos cómo tecnologías como la solar y eólica viven una nueva época de esplendor, mientras que las más ligadas al sector primario, como la biomasa y los biocombustibles, luchan por hacerse un hueco en la nueva economía verde. Aunque nadie duda de que todas esas tecnologías tienen futuro en un mundo que será más verde.

Por Antonio Martínez, periodista agroalimentario


Hace exactamente una década, en plena burbuja de las energías renovables, en nuestro país había unos 4.000 megavatios de potencia instalada de solar fotovoltaica. Esta tecnología era una de las estrellas de un nuevo negocio “verde” que, en el caso de la generación eléctrica, se cimentaba en las generosas bonificaciones que los productores recibían por cada kilovatio vertido a la red. A partir de ese momento esta y otras tecnologías limpias vivieron su particular travesía del desierto. En un país sumido en una grave crisis económica, los productores de electricidad “verde” sufrieron un drástico recorte de esas bonificaciones, con lo que los planes de negocio se vinieron abajo.

Pero un nuevo cambio legal y, sobre todo, la madurez en las tecnologías, ha dado nuevas alas a los productores de energía fotovoltaica. Según los datos de Red Eléctrica Española, en sólo un año, en 2019, se instalaron 4.158 megavatios de solar fotovoltaica, duplicando prácticamente la potencia instalada en nuestro país de esa tecnología. Un año en el que la eólica alcanzó una capacidad instalada de 25.255 megavatios. Gracias al empuje de ambas, más de la mitad de la capacidad instalada para producir energía eléctrica en España es ya de origen verde. Son unos datos impresionantes, que pocos hubieran aventurado hace unos años.

Pero, desgraciadamente, no todas las tecnologías limpias han logrado reverdecer en los últimos tiempos. Nos estamos refiriendo a la biomasa y, sobre todo, a los biocombustibles, lo que en su día pareció una solución limpia y elegante para que Europa tiñera de verde las emisiones de gases contaminantes generadas en el transporte y, de paso, limitar las importaciones de crudo.

Europa apuesta por los biocombustibles

La Unión Europea se marcó como objetivo que en 2020 un 10% de la energía empleada en el transporte tuviera un origen renovable. España fijó en la Ley 12/2007 de 2 de julio la obligación de que los combustibles para automoción (gasoil y gasolina) tuvieran un porcentaje de biocombustibles (biodiésel y etanol, respectivamente) del 3,40% en 2009 y un 5,83% en 2010.

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