28/11/2022
La de los bioestimulantes es una tecnología realmente joven. El término se acuñó hace apenas un cuarto de siglo y sólo hace unos pocos años que tenemos una definición oficial de estos productos, la recogida en el Reglamento 2019/1009 sobre productos fertilizantes.
Estrella joven, pero rutilante a la vista de la Comunicación de la Comisión Europea al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones del pasado 9 de noviembre, sobre la crisis generada en torno al coste y dificultades de acceso de los fertilizantes nitrogenados a raíz de la invasión rusa de Ucrania. El documento citaba a los bioestimulantes como una de las herramientas que Europa puede emplear para atenuar los daños provocados por esta crisis: “Los productos fertilizantes especiales de la UE, como los fertilizantes con inhibidores, los fertilizantes de liberación controlada y los bioestimulantes de plantas, aumentarán la eficiencia del uso y, por lo tanto, reducirán las cantidades de fertilizantes necesarias para optimizar los rendimientos”.
“Por primera vez, se reconoce el papel que tienen los productos bioestimulantes y otros fertilizantes especiales para aumentar la eficiencia en el uso de nutrientes y la reducción de fertilizantes convencionales, justo en el momento en el que el acceso a fertilizantes nitrogenados es más complicado”. Camino García, directora general de la Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes (AEFA), se muestra orgullosa. Y no es para menos, ya que entre sus asociados se encuentran algunos de los pioneros en esta tecnología: “Europa es el mayor mercado del mundo. España e Italia son los que lideran la producción. Incluso podemos decir que España está en cabeza”. La Asociación que dirige, celebra los 25 años de su fundación: “Hasta ese momento, no se sabía dónde colocar estos productos, si entre los fertilizantes o entre los fitosanitarios”.
Ayudar a la planta
No es de extrañar que costara encontrar un hueco y un nombre nuevo para estas sustancias, ya que pueden tener múltiples efectos sobre las plantas y su desarrollo, como nos explica Francisco Márquez, responsable de la Finca Experimental de Rabanales de la Universidad de Córdoba: “Los bioestimulantes son una serie de sustancias que son capaces de activar el metabolismo de la planta y mejorar su rendimiento en diferentes cuantías: su capacidad productiva, porque mejora mucho la capacidad de asimilación de nutrientes, el desarrollo vegetativo o de generar resistencias al estrés en otros casos. O incluso tenemos bacterias que no actúan directamente sobre la planta, sino sobre el suelo, aumentando la capacidad de fijar nitrógeno de las plantas y, por tanto, su desarrollo. Es un conjunto de productos, la gran mayoría naturales, lo que facilita que muchos de ellos se puedan utilizar en agricultura ecológica, que permiten que aumente la actividad metabólica de la planta y mejore el estado vegetativo del cultivo”.
Pedro Pons, responsable técnico de la empresa Servalesa, una de las pioneras en este campo, ahonda un poco más en la filosofía de estos productos: “Los bioestimulantes, se conciben emulando los aciertos de la vida. Estamos hablando de biomímesis. Al final, la fisiología vegetal y la bioquímica nos han ido desentrañando las soluciones que la planta ha ido encontrando en situaciones de estrés, como el hídrico, el salino o el térmico. En este caso, bioestimular consiste en fomentar esas soluciones que, por sí misma, la planta ha ido desarrollando. Es incentivar esa vía”. Otra de las peculiaridades de estos productos es la enorme gama que existe, destaca Camino García: “Tenemos ácidos húmicos, tenemos microrganismos que ayudan, por ejemplo, en el enraizamiento, en la adsorción de nutrientes, en situaciones de estrés como en sequía, exceso de lluvia o de sol. Algunos, incluso, no generan un incremento de cosecha, sino en la calidad del producto, en frutos con más color, por ejemplo, o en una determinada textura”. A partir de esa gama se pueden encontrar soluciones a medida para cada momento del ciclo del cultivo, asegura Pons: “Estamos hablando del manejo del estrés abiótico, la optimización de desarrollo vegetal, la mejora de parámetros de calidad. Después, nutrir a base de tecnología de macro y micro elementos de alta asimilación, completar la fase nutricional, suplir carencias, optimizar el equilibrio nutricional de los cultivos y lograr un mayor rendimiento. Y luego habría otra tercera línea que sería regenerar el suelo, la rizosfera. Una cuarta línea sería proteger con el uso de la tecnología para hacer frente a las plagas y enfermedades”.
Pero, eso sí, no son una solución mágica, advierte Camino: “Siempre decimos que los bioestimulantes no son una solución única a nada. Siempre se han de emplear combinándolos con fertilizantes y con los tratamientos fitosanitarios necesarios”.
Efectos bien testados
Pero, más allá de estas generalidades, hay que saber hasta qué punto estos productos son capaces de dar respuestas eficaces a los principales problemas que tiene nuestra agricultura, empezando por la actual carestía de los fertilizantes. Francisco Márquez, de la Universidad de Córdoba, maneja datos precisos de las ventajas que aportan estas sustancias, que llevan investigando y probando desde hace una década: “Hemos conseguido aumentar la cosecha de media más de un 20% en los ensayos comparativos con una buena fertilización y utilizando los bioestimulantes. En los ensayos que tenemos ahora mismo con otros tipos de bioestimulantes, hemos conseguido reducir un 30% el uso del abono sin que se reduzca la cosecha ni la calidad, que también es muy importante. Ahora mismo acabamos de empezar un proyecto europeo que se llama LIFE Innocereal, en el que estamos desarrollando una certificación de cereal para diferentes actores de la cadena de valor para que puedan vender productos bajos en emisiones. Eso va unido a una aplicación de buenas prácticas y de agricultura digital que nos permite conocer la cuantía de la reducción de las emisiones, básicamente en el trigo”.
La disponibilidad de agua en cantidad y calidad es el otro gran problema que está soportando la agricultura española. También en ese campo se trabaja en el desarrollo de soluciones a partir de bioestimulantes. Francisco García, investigador del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC) de Murcia, trabaja concretamente en la adaptación de las plantas al agua de mar desalada: “El agua de mar tiene gran cantidad de boro que, cuando pasa por los procesos de desalinización, no se elimina completamente, queda una pequeña cantidad, entre 0,5 y un miligramo por litro. El uso continuado de estas aguas crea problemas en los cítricos, que son muy sensibles al boro. Algunas empresas ya nos están consultando porque encuentran concentraciones de boro en la hoja muy altas. En este proyecto llevamos dos años. Se centra en utilizar extractos de algas, tanto marinas como microalgas, para paliar la toxicidad que tiene el boro en cítricos y hortalizas. Los bioestimulantes pueden ayudar a las plantas a soportar este estrés siempre que no sea muy intenso ni que se alargue en el tiempo. De otra forma, la planta se queda sin recursos”.
No es el único proyecto en este campo, ya que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico les ha otorgado otro proyecto sobre el uso de bioestimulantes en olas de calor o de frío cuando la planta está regada con agua que contiene boro: “Se ha visto que la interacción entre el boro y temperaturas extremas es muy dañina para los cultivos. Estamos preparando a los cultivos para esa transición hacia un cambio climático con condiciones climáticas adversas y con el agua de la que disponemos, sea salina o agua desalada”. Una investigación que incide en una amenaza para nuestra agricultura cada vez más real.
No obstante, Francisco Márquez advierte que trabajar con estos productos tiene sus peculiaridades: “Al haber tantos bioestimulantes en el mercado, es más complicado elegir el que vas a utilizar. Fertilizantes no hay de tantas tipologías, es mucho más fácil elegir. En la bioestimulación es mucho más complejo, ya que no hay una receta común para cada año. Es más difícil hacer unas normas de uso convencionales, como sucede normalmente con el abono”. Es más, ahora mismo su usuario tipo es aquel más tecnificado, con amplios conocimientos y que suele trabajar en cultivos de alto valor añadido. Pero también aquellos que trabajan en producción ecológica se han volcado con estos productos, asegura José Luis García Melgarejo, director de la consultora de producción ecológica bioQualis: “El agricultor ecológico tiene menos opciones, sólo una parte de las que tiene el productor tradicional. El agricultor ecológico está más dispuesto a probar porque tiene más necesidad de buscar soluciones y no puede utilizar las que tienen los convencionales”.
Serán más necesarios
Y esto es sólo el principio, advierte Camino García, desde la patronal del sector: “En breve se va a publicar el Proyecto de Real Decreto por el que se establecen normas para la nutrición sostenible en los suelos agrarios, que apoya un uso más sostenible de los nutrientes como una de las herramientas fundamentales. Por su parte, la UE obligará, en un horizonte muy cercano, a una reducción de la fertilización. Obviamente, para poder hacerlo necesitamos hacer cosas, hacer cambios. Uno de ellos, además de una fertilización más racional, puede ser aportar unos productos que hagan que esa fertilización funcione de una manera más correcta”.
Lo mismo estamos viendo en el caso del empleo de fitosanitarios: “Obviamente, un bioestimulante no va a luchar contra una plaga. No es su función. Pero si tienes una planta que es más vigorosa, que absorbe mejor los nutrientes, resistirá mejor. Es una herramienta junto a la aplicación correcta de fitosanitarios”. Y por supuesto, a los bioestimulantes les abre un enorme campo de juego las nuevas hectáreas en producción ecológica que se van a sumar en Europa en los próximos años: “La UE exige que el 25% de la superficie agrícola sea de producción ecológica. Pero tiene que ser una alternativa real a la producción convencional. Si produce mucho menos y es más cara, no será viable. Los bioestimulantes son un insumo clave para la agricultura ecológica. Es otro de los nichos donde tienen un impacto muy grande. Este sector los necesita para que su producción sea competitiva y que puedan tener producción de calidad”.
José Luis García, comparte esa visión: “Lo que está demostrando es que, sin usar productos químicos de síntesis, se pueden sacar adelante los cultivos con otro tipo de insumos. La agricultura ecológica es una agricultura moderna que tiene todo tipo de soluciones para plagas y para nutrición basadas en sustancias naturales. Ahí los bioestimulantes son una parte principal”. De hecho, recalca García, la crisis de precios de los insumos está provocando una situación inédita en el mercado de alimentos ecológicos: “Con el incremento de los costes, el producto ecológico es más competitivo, ya que los productores no se ven tan afectados por este tipo de condicionantes. Es un argumento más”. El director de bioQualis cree que la agricultura ecológica ha sido el gran banco de ensayo de estas tecnologías: “Una solución que, una vez que se ha demostrado que es útil en el sector de la producción ecológica, se ha ido implantando cada vez más en la agricultura convencional. El éxito de los bioestimulantes en la agricultura ecológica ha llevado a que también se apliquen en explotaciones que no están certificadas como ecológicas. Las empresas están optando por productos que tienen una eficacia demostrada y que ayudan a adaptarse a la normativa, evitar posibles residuos e incluso prepararse para un posible salto en el futuro a la agricultura ecológica”.
Y no menos importante es para Pedro Pons, responsable técnico de Servalesa, que los productores tradicionales empiecen a dejar atrás sus prejuicios: “Cuando un producto de esta índole está registrado como ecológico parece que no sea eficaz. Y no es el caso. Además, las prácticas de la agricultura convencional, por esta presión legisladora y la exigencia social, se van pareciendo cada vez más a las ecológicas”.
Parece evidente que los bioestimulantes van a jugar un papel aún mayor en la agricultura europea del futuro. Así, no es de extrañar que las previsiones que maneja Camino García, directora general de la Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes, sean halagüeñas: “A nivel mundial, en 2021, el valor estimado del mercado fue de unos 3.600 millones de dólares. Se calcula que, desde 2021 y hasta 2027, haya un crecimiento anual de entre el 12 y el 14%”. Y confirma que, a pesar de la crisis, el sector sigue creciendo en España, en buena medida gracias a las exportaciones”.