Aceite de oliva de Castilla-La Mancha, calidad diferenciada con base social

05/12/2022

Por Caridad Calero. Redacción

El olivar es el segundo cultivo en extensión en Castilla-La Mancha, y supone el 14% de la superficie de olivar a nivel nacional. Estos olivares, cultivados principalmente en secano suponen una importante contribución a la producción ecológica de aceite de oliva virgen extra. Se trata además de un cultivo social que se beneficiará de ayudas procedentes de la PAC para olivares de bajo rendimiento y de la apuesta del Gobierno regional por dar valor a unos aceites de oliva de calidad excepcional a través de la marca “Campo y Alma”.


Extensión e importancia económica

Si bien el olivar no es el paisaje con el que el viajero asocia a Castilla la Mancha, lo cierto es que el sector oleícola tiene gran importancia en esta amplia y diversa región. El aceite de oliva es un pilar fundamental en el sistema agroalimentario español y, aún sin llegar a alcanzar la importancia del vino, también lo es Castilla-La Mancha. Las 450.000 hectáreas de territorio dedicadas al cultivo del olivar sitúan a esta comunidad autónoma en la segunda posición en cuanto a superficie a nivel nacional. Cabe destacar, sin embargo, que es la región de España con más olivar en secano, ya que el 85 % de la superficie está cultivada bajo este sistema, lo cual aporta unas características especiales al aceite obtenido.

En este sentido conviene citar la importancia del olivar cultivado según la normativa de producción ecológica, que sitúa a Castilla-La Mancha como la primera región en producción de aceite de oliva virgen extra ecológico de España. Las 72.391,9547 hectáreas de olivar en ecológico suponen un nada desdeñable 17% de la superficie destinada a este cultivo.

Todos estos olivares, junto con el trabajo de 83.000 profesionales de la olivicultura, ya sea en campo o en las 263 almazaras que funcionan en Castilla-La Mancha, colocan a esta región como el segundo productor de aceite de oliva virgen de España y como elaborador de un nada desdeñable 3% de la producción mundial.

Además de la indiscutible importancia económica, este cultivo también tiene una gran repercusión social, ambiental y territorial. La transformación y distribución del aceite de oliva, e incluso algunos subproductos obtenidos durante su elaboración, constituyen la principal actividad de muchos municipios y de una industria asociada que vertebra el medio rural donde se asienta. Es también la esencia de un importante cooperativismo de base; en concreto un total de 156 almazaras cooperativas que facturan conjuntamente unos 167 millones de euros anuales.

Dado el importante carácter social de muchos olivares castellanomanchegos en zonas de secano, es innegable que toda la gente que vive de ellos se beneficiaría significativamente de disponer un acceso al agua que permita aumentar la producción o al menos paliar los efectos de los cada vez más duros episodios de sequía. Dada la escasez de este recurso resulta necesario buscar nuevas fuentes alternativas, y así lo han entendido los impulsores del proyecto de regadío social de Mora en la comarca de los Montes de Toledo, en el que se utilizarán aguas residuales depuradas para regar olivares.

Se espera que este proyecto beneficie “a un total de 60 familias dedicadas al olivar, que quieren acceder al agua para sus cultivos, en total 214 hectáreas” según palabras del director general de Desarrollo Rural, José Juan Fernández Zarco.

Ayudas al olivar de bajo rendimiento

Estos olivares de secano, cultivados a veces en zonas marginales con suelos poco fértiles o en pendiente, a pesar de su limitado rendimiento suponen una fuente de ingresos a la población local. Consciente de ello, el Gobierno de la región desde el año 2015 lleva solicitando ante el Ministerio de Agricultura una ayuda acoplada exclusiva para el olivar de bajo rendimiento.

Por sus características, este tipo de olivar necesita de un apoyo público que le permita competir de alguna manera con olivares intensivos y superintensivos, ausentes del territorio de Castilla-La Mancha. Para ello resulta necesaria una ayuda pública que aporte recursos dirigidos a su diferenciación en el mercado como productos dotados de un cierto valor añadido. Así, el Plan Estratégico Nacional para la aplicación de la reforma de la Política Agraria Común (PAC) incluirá para el periodo de 2023 a 2027, una ayuda asociada para el olivar de bajo rendimiento dotada con 137,5 millones de euros de la que se beneficiará una importante superficie de olivar. Según ha apuntado recientemente el consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural, Francisco Martínez Arroyo, esta ayuda supone “el reconocimiento a la realidad de nuestra tierra y a la demanda que desde estas tierras se hizo para priorizar una determinada forma de producción que es muy sostenible y que además es pura dieta mediterránea”.

Figuras de calidad garantizada de aceite en Castilla-La Mancha

El aceite de oliva, máximo representante de la dieta mediterránea, es uno de los buques insignia de la oferta agroalimentaria de Castilla-La Mancha. Un alimento que, además de ser de los pocos que atesora varias menciones autorizadas sobre salud, forma parte indisoluble de nuestro patrimonio gastronómico.

En general, los olivares castellanomanchegos están sometidos a unas condiciones edafoclimáticas bastante duras - suelos poco fértiles bajo un clima continental marcado por veranos secos y calurosos e inviernos fríos - que confieren al aceite unas características físico-químicas y organolépticas particulares. Cabe destacar por ejemplo el alto contenido de ácido oleico y polifenoles totales, sustancias que aportan propiedades beneficiosas para la salud y una mayor estabilidad al aceite.

Así, los excelentes aceites producidos en esta comunidad autónoma, particularmente los amparados por la marca de calidad “Campo y Alma” o los producidos bajo el sello de agricultura ecológica, gracias también al trabajo de distribuidores y restauradores llevan el nombre de Castilla-La Mancha a todos los rincones de la región, de España e incluso fuera de nuestras fronteras. En este sentido, y siguiendo la tendencia marcada por el sector vinícola, el consejero Martínez Arroyo se ha referido a la importancia del embotellado del aceite como vía para generar mayor valor al aceite producido en la región.

“Campo y Alma” es una marca de garantía creada para que el consumidor pueda identificar fácilmente los productos agroalimentarios producidos, elaborados o transformados en Castilla-La Mancha y que además están acogidos a una denominación de origen o una indicación geográfica protegida. Dada la importancia del sector agroalimentario en esta región, esta iniciativa pretende funcionar como un elemento de cohesión de la región, desde el punto de vista cultural, sociológico y obviamente económico. En este sentido también conviene destacar el papel que puede adquirir el oleoturismo en muchos pueblos y comarcas como una herramienta de lucha contra la despoblación al vincular el sector oleícola con el turístico. Las visitas a almazaras, museos y olivares, las catas y degustaciones de aceite deben formar parte de una oferta turística que permitan dar a conocer un valor quizás poco conocido de esta región.

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