El virus que paró al mundo pero no a la agricultura

06/07/2020

Por Manel González, periodista

Este iba a ser un reportaje que recogiera las quejas y lamentos del sector agroalimentario español tras el primer asalto del coronavirus SARS-CoV-2, pero el producto final es más bien una demostración de fuerza colectiva, un homenaje a los profesionales cuyo impagado sacrificio nos ha permitido seguir nutriendo la despensa durante los días más duros de la pandemia.


Justo antes del estallido de la pandemia que paró al mundo, los agricultores y ganaderos españoles se manifestaban al borde de la desesperación. Su grito se oía frente a edificios institucionales, en carreteras, inauguraciones de ferias, artículos en prensa especializada, breves reseñas en prensa generalista, etc. Todas sus reclamaciones desembocaban en el mismo propósito: tratar de revitalizar la rentabilidad herida de sus producciones. Se movilizaron en todo el país denunciando la falta de precios justos, la subida de los costes de producción, los recortes en las ayudas europeas, estatales y autonómicas, las barreras comerciales, la invisibilidad y la falta de valoración del profesional del campo, la utilización de productos agrarios como objetos reclamo, para defender su papel como escudo ante el cambio climático, etc. La lista podría seguir ad infinitum. Poco consuelo supuso la publicación de las esperadas modificaciones de la Ley de la Cadena Alimentaria, que solo se consideraron un “primer paso hacia una solución definitiva”.

Pero ese grito se ahogó en marzo, cuando se hizo evidente que había que parar: el coronavirus SARS-CoV-2 había cruzado nuestras fronteras y mudado para siempre nuestra ilusión de invulnerabilidad. El sector agroalimentario dejó entonces aparcada su legítima protesta y se unió al sanitario agarrando las riendas de la sociedad española (y europea, y mundial). Nuestro país les debe mucho a ambos.

[Continúa]

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