22/03/2021
Castilla-La Mancha es una región con casi 80.000 km2, la tercera comunidad autónoma más extensa de España. Es diez veces más grande que Madrid en extensión y tiene cinco veces más municipios que ésta. Pero en esta enorme extensión y en estos más de 900 municipios habita menos de la tercera parte de población que en la comunidad vecina. Estas cifras dan una idea aproximada de las dificultades que afronta la región en la prestación de servicios esenciales, como los relacionados con el agua. Con un territorio eminentemente rural, el agua es esencial para mantener y fijar la población y para revertir el vaciamiento de los pueblos en la región.
Castilla-La Mancha es un territorio seco en el conjunto de España. La precipitación media en la mayor parte de su territorio se encuentra en el rango de 400 a 600 mm al año, con amplias zonas por debajo de los 400 mm. No obstante, existen dentro de la región zonas de mayor pluviometría, pero están en la periferia del territorio castellano-manchego. En conjunto, el agua escasea en la región, y esta escasez es por lo general más acusada en las zonas más densamente pobladas.
Por supuesto, la escasez de agua no es un problema sólo de esta región. Ya la Ley de Aguas de 1985 decía en su preámbulo que el agua es un recurso natural escaso. Además de indispensable, irremplazable y no ampliable por la mera voluntad del hombre.
Otras zonas de España, también secas, cuentan, empero, con un recurso inagotable: el mar. Los procesos de desalinización de agua marina han aumentado su eficiencia energética de manera espectacular en las últimas décadas. Esto ha permitido que zonas costeras tradicionalmente vulnerables a la escasez de agua puedan sustituir unos recursos naturales por otros que además son, en la práctica, cuasi infinitos. Por tanto, la afirmación que recoge la ley de 1985 que dice que el agua no es ampliable por la mera voluntad del hombre ha sido puesta en entredicho, al menos lo que se refiere al agua dulce en determinadas regiones, gracias al avance de la tecnología.
No es el caso de Castilla-La Mancha. A la escasez de precipitaciones y aportaciones hídricas, se une la centralidad de la región, su lejanía del mar.
Esta geografía física se combina con otra social caracterizada principalmente por la baja densidad de población y la elevada dispersión demográfica que se dan en amplias zonas de la región, entre ellas las de mayor pluviometría.
Garantizar el equilibrio
Los desafíos a que se enfrenta Castilla-La Mancha en materia de agua hacen que el lema escogido para el Día del Agua sea especialmente acertado: Valoremos el agua. Porque sin agua no hay desarrollo, ni biodiversidad, ni, sencillamente, vida posible. Y porque, de otra parte, garantizar el equilibrio entre la protección del medio ambiente y la satisfacción de las demandas hídricas del conjunto del territorio, en cantidad y calidad suficientes, constituye un reto.
La gestión del agua en la región de Castilla-La Mancha se complica aún más por su presencia en nada menos que siete de las nueve demarcaciones hidrográficas peninsulares. Todas ellas son intercomunitarias y, por tanto, su competencia está reservada al Estado.
Algunos de los principales ríos peninsulares nacen o alcanzan su mayoría de edad en el territorio castellanomanchego. Pero los recursos generados en la región, no demasiado abundantes por culpa de la baja pluviometría, sirven en su mayor parte para atender las demandas de otras zonas del país más densamente pobladas que Castilla-La Mancha.
Las aguas subterráneas han permitido compensar, al menos parcialmente, una regulación superficial tradicionalmente tacaña con Castilla-La Mancha. Los acuíferos, ahora llamados masas de agua subterránea, han permitido dar de beber a la mitad de la población y regar dos terceras parte de las más de medio millón de hectáreas de regadío que hay en la región. Comarcas secas como la de La Mancha, que alberga poblaciones importantes, dependen de estos acuíferos para satisfacer los diferentes usos: abastecimiento, agrícola, ganadero, industrial, etc.
La existencia de esos acuíferos ayudó a vertebrar el territorio y ha contribuido de manera decisiva a frenar en estas zonas el avance de la España vaciada, imparable en otros muchos otros lugares.
Las obras de abastecimiento a la Llanura Manchega, cuya puesta en servicio se prevé para este año de 2021, contribuirán sin duda a que se alcance ese delicado equilibrio que garantice la preservación y mejora de los ecosistemas sin sacrificar el tejido productivo de la región.
Esta importante infraestructura, construida en virtud de la colaboración entre las administraciones estatal y autonómica, va a permitir mejorar el abastecimiento a una de las zonas pobladas de la región, liberando con ello recursos subterráneos y reduciendo las presiones a que se ven sometidos los acuíferos. Gracias a esta nueva conducción, las poblaciones de la comarca manchega van a recibir agua de mejor calidad.
Mesa del Agua
La búsqueda del equilibrio inspira las aportaciones que desde la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha se hacen al proceso de planificación hidrológica actualmente en curso. Junto con la defensa de otros principios esenciales para la región. Entre otros, la unidad de cuenca, el respeto absoluto a la prioridad de las cuencas cedentes en las transferencias de agua y el cumplimiento de los compromisos adquiridos con la sociedad civil de Castilla-La Mancha, plasmados en el Acuerdo del 9 de diciembre de 2020 al que llegó la Mesa del Agua.
Este acuerdo es una posición común en materia de agua en el que se valora la trascendencia del agua en esta región a través de 16 puntos cuyos principales objetivos son la defensa del agua como derecho humano y recurso público, la protección del medio ambiente y la salvaguarda de los intereses de Castilla-La Mancha sus diferentes ámbitos.
Un paso fundamental para que la región tome conciencia de su singularidad en todo lo relacionado con la política hidráulica y actúe unida. Para ello es imprescindible valorar el agua, esa agua escasa, casi siempre esquiva, a veces torrencial y violenta. Por la importancia que tiene como elemento vertebrador del territorio, por su trascendencia medioambiental y social.
Un elemento vertebrador del medio rural
La importancia del agua como elemento vertebrador es indiscutible. Y como factor de generación de empleo y riqueza, es imprescindible, más aún en una región como Castilla-La Mancha, donde el sector agroalimentario tiene un peso preponderante, ya sea en términos de PIB, balanza comercial o empleo.
Las zonas de la región donde se ha mantenido una agricultura de regadío, como la Mancha Oriental o el sureste de Albacete, han conseguido evitar el despoblamiento rural.
El consumo de agua es cada vez más sostenible. El 60 por ciento de la superficie útil agrícola de Castilla-La Mancha se riega mediante la modalidad de riego localizado -sistema por goteo- La superficie regada con este sistema es de 309.234 hectáreas, lo que representa un incremento del 63% respecto de la superficie que se regaba por este método en 2004, que era de 189.000 ha.
El sector agroalimentario, dependiente del agua, representa más de un tercio (34,2 %) de las exportaciones de Castilla-La Mancha. Da empleo a 24.000 personas de la región y su peso en el PIB de la región es del 15%, uno de los más altos de España, ya que en el conjunto del estado el peso del sector agroalimentario en el PIB es del orden del 6%.
Cuencas hidrográficas de Castilla-La Mancha
De las nueve demarcaciones hidrográficas que conforman España, siete afectan a Castilla-La Mancha como son Tajo, Guadiana, Júcar, Segura, Guadalquivir, Ebro y Duero. Además, el territorio castellano-manchego ocupa una parte importante de la cabecera de cuatro de las principales cuencas hidrográficas españolas (Tajo, Guadiana, Júcar y Segura).
Tajo: comprende parte de las provincias de Toledo, Guadalajara y Cuenca. Ocupa 26.699 km2 en la región, donde viven 903.000 personas.
Guadiana: comprende el sur de Toledo, el oeste de Albacete y Cuenca y casi la totalidad de Ciudad Real. Ocupa 26.646 km2 en la región, donde viven 583.000 personas.
Júcar: afecta a una amplia extensión de las provincias de Albacete y Cuenca. Ocupa 15.737 km2 en la región, donde viven 425.000 personas.
Segura: ubicada en el sur de Albacete. Ocupa 4.759 km2 en la región, donde viven 64.000 personas.
Guadalquivir: sur de Albacete y Ciudad Real. Ocupa 4.100 km2 en la región, donde viven 79.000 personas.
Ebro: ubicada en el noreste de la provincia de Guadalajara.
Duero: ubicada en una muy pequeña extensión del noroeste de Guadalajara, estando compuesta únicamente por tres municipios de dicha provincia.