29/01/2019
El género cinematográfico del western suele situar su acción en el contexto de cómo se produjo la exploración, colonización y el desarrollo del territorio occidental de los Estados Unidos durante el siglo XIX. En sus películas tradicionales la trama casi siempre está muy bien definida, un hilo argumental único, casi lineal, sencillo y con conceptos muy claros. Con esto quiero decir que el o los protagonistas son perfectamente reconocibles, la película suele contar una única historia y no hay saltos temporales que dificulten el seguimiento de la acción.
Los personajes están casi siempre polarizados, los hay que representan totalmente el concepto del “bien” y sus decisiones se apoyan en términos como ley, justicia, paz y orden y se encuentran contrapuestos con los que representaban al mal con mayúsculas, individuos rodeados de todos los tópicos negativos imaginables.
Entrando en un análisis más en detalle se puede ver claramente que los papeles “en positivo” siempre solían ser interpretados por hombres blancos, quizás cosas del momento histórico en el que estas películas se grabaron. Resumiendo, eran películas fáciles de entender elaboradas para tiempos menos complejos.
Pero todo en la vida tiende a evolucionar: nacer, crecer y morir. Y el género western no podía ser menos. En los años 80 desapareció de las carteleras, pero cuando resucitó lo hizo de forma muy diferente a lo que era. Basta ver la película de 1990 “Bailando con lobos” para constatar cómo treinta años después se habían roto todos los esquemas fijados. En ella ni los indios eran tan malos ni los hombres blancos tan buenos, más bien al revés. Una mujer tiene un papel protagonista y la trama era compleja si la comparamos con las protagonizadas por John Wayne.
Pues bien, cuando nació “Agricultura” en enero de 1929, el sector agrario español era también más simple que el actual. La trama de nuestra película era muy sencilla “cultivar mucho, donde y como fuera posible para poder dar de comer a la población”. Este concepto cambió poco como es evidente en la época postguerra ya que la PAC, que nace a finales de los años cincuenta, cuenta con el mismo mensaje. Las comparaciones no son perfectas, y la alimentación de la población no es un género cinematográfico que pueda caer en desuso, porque hay que comer todos los días. Eso sí, la película ha cambiado, mucho.
Hoy en día tenemos a nuestra disposición alimentos en cantidad y seguros. Los personajes principales no son ya los agricultores que producen los alimentos, sino los consumidores que eligen cuáles quieren. La cadena alimentaria es mucho más compleja y cuenta con más actores, que ya no son solo nacionales sino que actúan internacionalmente. Y por supuesto, en la película de nuestro sector agroalimentario tampoco hay buenos y malos per se.
Buscar estereotipos “buenos-malos” para enfrentar a los actores de nuestra cadena alimentaria solamente nos debilita como sector. En mi opinión es una solución fácil para querer ver la realidad con ojos de nostalgia, que es mucho más sencillo antes que analizar qué podemos mejorar. No, me temo que John Wayne no va a volver.