Timmermans vs. Vilsack

18/10/2021

En estas últimas semanas seguimos asistiendo a mucho movimiento por parte de sindicatos, cooperativas y asociaciones agrarias europeas por el diseño de la futura PAC. No es cosa repentina, sino que viene ya desde hace tiempo un mar de fondo que avisaba de ese malestar en países de clara vocación agroalimentaria: Francia, Italia, España o Polonia.

Por Esther Herranz. Experta en la UE y agricultura (diputada europea 2002-2019), profesora y apasionada del sector agroalimentario


Todo comenzó por la actitud con que la Comisión Europea afrontó su loable propósito de luchar contra el cambio climático, haciendo culpable al sector primario de gran parte de las emisiones de efecto invernadero y de la contaminación de aguas y suelos. Sólo con echar un vistazo a la agenda legislativa de los últimos años y las declaraciones del vicepresidente Timmermans, ya es suficiente para deducir que no es una casualidad que las estrategias 'De la granja a la mesa' y de 'Biodiversidad' sean de las primeras actuaciones de la CE para cumplir el Pacto Verde. Incluso aunque no se hubiese publicado su estudio de impacto, ya se daban como de obligado cumplimiento para la reforma de la PAC. Fue escandaloso que su publicación se produjera en pleno verano, con la actividad del Parlamento Europeo en el periodo vacacional. Es como si, desde la CE, se hiciesen las cosas a escondidas, como si hubiese algo que ocultar; algo muy sorprendente cuando proviene de quienes están convencidos de su bondad, eficacia y necesidad.

Hago esta reflexión porque justo ahora, que la UE está decidida a ser el motor del cambio hacia el Pacto Verde a nivel mundial, nos vienen noticias del otro lado del Atlántico donde se anuncia que EE. UU. propone a Latinoamérica una estrategia agrícola común.

La idea de la administración demócrata norteamericana busca conseguir la sostenibilidad, como lo es la de la UE, pero propone hacerlo con herramientas distintas a las propuestas de la CE. Mientras en Europa se busca reducir drásticamente el uso de fertilizantes o plaguicidas, reducir la productividad, apostar claramente por la agricultura ecológica e incrementar el coste de la producción de alimentos, la propuesta norteamericana se basa en fomentar la agricultura de precisión, la tecnología, la adecuación genética a las necesidades y la innovación.

El secretario de Agricultura norteamericano, Tom Vilsack, está trabajando mucho en convencer a sus homólogos latinoamericanos para crear una coalición para el crecimiento de la productividad sostenible ante la futura necesidad de alimentos que la FAO ya ha anunciado para las próximas décadas y el reto ambiental. América está convencida (y está convenciendo a fuertes potencias productoras latinoamericanas) de que no es necesario reducir la productividad para conseguir la sostenibilidad; ambas cosas pueden darse al mismo tiempo.

Esto me retrotrae a aquellos años 90, tiempos de bajadas de rentabilidad del sector primario, cuando se decidió el aumento de la Farm Bill estadounidense y sus ayudas contra cíclicas; mientras en Europa se comenzaba a recortar el presupuesto de la PAC. Afrontar el mismo problema pero justo con las herramientas opuestas. En aquella ocasión ellos salieron del bache mucho antes y con menos dolor.

Vilsack se ha armado con argumentos de peso contra las ambiciones europeas, denuncia y critica que Europa se arrogue una supremacía moral en el cambio climático; rechaza que la UE esté en condiciones de promover la III Revolución Industrial; anuncia que la UE quiere marcar las reglas del comercio mundial y hace todo esto apoyándose en la ciencia, la tecnología, la genética, las reglas del comercio y el aumento de la demanda de alimentos que ya está produciéndose.

Dada la respuesta que la CE está recibiendo a sus propuestas y sus métodos para imponerlas, visto que la UE no pasa por uno de sus momentos políticos más fuertes y ya que hay una alternativa encima de la mesa internacional, creo que sería inteligente volver a retomar el diálogo trasatlántico en este asunto de cómo afrontar el reto climático y alimentario al mismo tiempo. En los años 90 ya nos dieron una lección de eficacia, puede que ahora estemos ante una buena oportunidad y sería una pena desaprovecharla por soberbia o presiones de corto alcance, conque mejor sería para todos si Timmermans le diese una repensada a su propuesta tras estudiar el plan americano. No cuesta nada sentarse a escuchar y hacer política.

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