15/10/2018
Por Álvaro Bárez, periodista agroalimentario
La época de la recogida del fruto es, probablemente, el momento en el que el agricultor está sometido a una mayor presión. Todo tiene que estar preparado: las cuadrillas, en orden y aleccionadas. La maquinaria, dispuesta y engrasada. Nada debe escapar a la improvisación. Puntualidad máxima. Y rogando que una mala nube no eche por tierra el trabajo de todo un año. Una vez cosechado ese fruto, almacenado ya en nave o entrado ya en proceso de elaboración, el agricultor expira. Profundamente. Ya está hecho, ya puede descansar tranquilo. De hecho, algunos planifican sus vacaciones en este momento, a sabiendas de que, psicológicamente, el momento con mayor tensión, ha pasado.
Sin embargo, una vez termina la cosecha, se abre un periodo en el que el árbol, al igual que aquellos animales que hibernan, necesita hacer acopio de “víveres” de cara a la llegada del largo invierno. Y, en su caso, los víveres son los nutrientes. Y es que gran parte del éxito de la siguiente campaña depende de una aplicación de nutrientes una vez se ha descargado a la planta de frutos. De hecho, se trata de uno de los momentos de desarrollo radicular de la planta, algo que debe aprovecharse de cara a mejorar la eficiencia de la aplicación de abono. [...ampliar info]