22/06/2021
Y uno de los pasos que la CE considera que hay que dar para conseguirlo es reducir sustancialmente el uso de plaguicidas, antimicrobianos y fertilizantes y promover la agricultura ecológica. “La utilización de plaguicidas en la agricultura contribuye a la contaminación del suelo, el agua y el aire”, sostiene la CE. Por ello, la estrategia contempla medidas encaminadas a reducir un 50% “el uso y el riesgo” de estos productos de síntesis química para 2030, haciendo especial hincapié en recortar a la mitad el empleo de los “más peligrosos”.
Los mandamases de Bruselas tienen el firme propósito de aupar a la agricultura ecológica, “una práctica respetuosa con el medio ambiente que tiene que seguir desarrollándose”. Para ello, impulsará el desarrollo de cultivos ecológicos en la UE con el fin de que en 2030 el 25% de todas las tierras agrícolas se dedique a la agricultura ecológica.
Entonces, ¿qué pasará con los fitosanitarios?
No cabe duda de que si en la actualidad podemos consumir alimentos sanos y seguros es gracias al impagado esfuerzo de nuestras agricultoras y agricultores, en primer lugar, y a que tenemos a nuestro alcance una gran variedad de productos de sanidad vegetal que no solo reducen la incidencia de agentes externos dañinos en los cultivos, sino que contribuyen a aumentar la productividad y la calidad de los mismos.
En 2020, el sector de los fitosanitarios facturó en nuestro país 1.078 millones de euros, un crecimiento del 5,7% con respecto a 2019 (1.020 millones) y del 8,56% con respecto a 2018 (993 millones).
Con la lógica deriva de las políticas agroalimentarias hacia un modelo más sostenible, que conceda preeminencia a la agricultura ecológica, ¿qué futuro le espera a los fitosanitarios ‘de toda la vida’? Y las empresas del sector, ¿siguen desarrollando nuevas formulaciones? Hemos planteado estas y otras preguntas a tres figuras relacionadas con el sector para que nos trasladen sus puntos de vista y perspectivas.
Sobre si los fitosanitarios seguirán teniendo cabida en la agricultura que viene, el director general de Sanidad de la Producción Agraria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Valentín Almansa, se muestra tajante: “La respuesta es claramente sí”.
Gestión integrada de plagas, la clave
Almansa no tarda en mencionar el concepto de gestión integrada de plagas, modelo basado en el uso racional de productos fitosanitarios: “La idea es ir hacia un enfoque más global de la lucha contra las plagas como la gestión integrada. En este modelo, el uso de soluciones químicas debe venir enmarcado en una estrategia integral de lucha contra cada plaga que incluye medidas culturales, selección de cultivos y variedades, lucha biológica, uso de feromonas y trampas y, en último lugar y como parte de un programa completo, el empleo de los fitosanitarios químicos en las dosis adecuadas y en los momentos necesarios”.
“Este enfoque no es nuevo. Desde hace décadas se está trabajando en este modelo”, recuerda el director general. “No obstante, es necesario ser más didácticos para explicar este enfoque con el fin de ampliar su uso. La investigación jugará un papel importante para que el sector cuente con las mejores herramientas para luchar contra las plagas combinando el control biológico y el uso, cuando sea necesario e igual que en la medicina humana, de fitosanitarios. Este camino hace ya tiempo que existe y cada vez más productores transitan por él”.
Un “error de concepto”
Directamente implicados en el debate, como es lógico, están los fabricantes de fitosanitarios. Desde la Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas (Aepla), su director general, Carlos Palomar, hace una crítica del reciente plan comunitario: “Desde nuestro punto de vista, esta nueva estrategia agroalimentaria se asienta sobre un error de concepto que afecta al resto de su planteamiento, y que no es otro que el hecho de considerar que la única forma de actuar contra los efectos del cambio climático reside en redefinir radicalmente el futuro del sector agrícola tal y como lo conocemos hasta hoy, hasta el punto de llegar a comprometer su viabilidad real”.
Para Palomar, ‘De la Granja a la Mesa’ no ha valorado los efectos que sus “medidas limitantes” tendrían “no solo sobre el sector agroalimentario y su papel como generador de empleo, sino también en relación al abastecimiento y la seguridad alimentaria de la población en el conjunto de la Unión Europea”.
“Difícilmente es posible reducir en un 10% la superficie de cultivo o limitar drásticamente el uso de aquellos productos, previamente homologados, dirigidos a garantizar la adecuada protección y crecimiento de las cosechas, sin que esto repercuta peligrosamente sobre la accesibilidad de la población a unos alimentos que, si se ve afectado su volumen de producción, incrementarán su precio por el simple efecto del desequilibrio entre oferta y demanda”, señala.
Para el director general, los objetivos anteriormente descritos de reducir a la mitad el uso de fitosanitarios y de exigir que el 30% de las producciones sean ecológicas en 2030 “resultan cuando menos irreales, si al mismo tiempo se quiere mantener la productividad y competitividad agrícola europea”.
Palomar recuerda que “las experiencias de algunos países que han planteado estas políticas en el pasado han mostrado su fracaso” y considerada “paradójico” que se vuelvan a plantear para toda Europa.
Cabida y futuro, pero cumpliendo requisitos
¿Cómo se valora el inminente papel de los fitosanitarios desde el mundo de la investigación? El director de la Unidad de Productos Fitosanitarios del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Agroalimentaria (INIA), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Luis Alonso, defiende que “si hablamos de sustancias químicas, estas tienen cabida y futuro siempre que cumplan los requisitos establecidos en la reglamentación comunitaria para su aprobación”.
“La reglamentación europea es cada vez más restrictiva para la aprobación de sustancias peligrosas y se están implementando acciones que permitan la aprobación de sustancias basadas en microorganismos y sustancias de bajo riesgo”, reflexiona. “En la producción primaria europea tiene cabida el control integrado, que combina medidas mecánicas y culturales, prioriza productos biológicos y de bajo riesgo y sustancias químicas de bajo impacto ambiental y seguras”.
Precisamente, Alonso forma parte del grupo operativo Fitoscerezo, que trabaja en un programa de control integrado de plagas, enfermedades y malas hierbas que racionaliza en uso de productos fitosanitarios en el cultivo del cerezo. El proyecto sigue en desarrollo.
Una agricultura moderna y preparada
A la hora de valorar el nuevo modelo agrícola surge otra duda: ¿está la agricultura española preparada para prescindir de los fitosanitarios?
“Tenemos que ver los fitosanitarios como las medicinas de las plantas. Es decir, no podemos prescindir totalmente de ellos, aunque sí apostar por un uso razonable y sostenible de los mismos para reducir el riesgo para la salud y el medio ambiente”, señala Valentín Almansa (MAPA). “Insisto, este enfoque no es nuevo, llevamos ya varios años trabajando en esta línea”.
El director general de Sanidad de la Producción Agraria es optimista: “La agricultura española, una agricultura moderna, está preparada para seguir la senda de la gestión integrada de plagas. Ya hay muchos sectores y agricultores que lo hacen. Es cierto que se trata de un cambio profundo, que necesita un tiempo, ya que la transición no siempre resulta sencilla, pero vamos por el buen camino”.
Por su parte, el director general de Aepla, Carlos Palomar, defiende que “la aplicación de técnicas y tratamientos de sanidad vegetal, y en concreto la aplicación de productos fitosanitarios, es esencial para garantizar la salud de los cultivos y evitar la proliferación de aquellas enfermedades y plagas que ponen en riesgo la productividad y rentabilidad de las explotaciones agrícolas, más aún en una agricultura como la española, que sufre en mayor medida la variabilidad del clima y de las condiciones en el entorno provocadas por el cambio climático, principalmente a través del aumento de la erosión de los suelos, de la deforestación, las inundaciones y sequías o del incremento de malas hierbas, plagas y enfermedades de los cultivos”.
Y advierte de la que la propia configuración del panorama agrario español, uno de los más diversificados de la UE, “con más de 30 clases de frutales, 40 de hortícolas y más de 100 cultivos menores”, y donde “cada cultivo puede soportar 10 patógenos diferentes, algunos con varios ciclos durante la misma campaña”, hace necesario disponer de una amplia gama de productos fitosanitarios para poder protegerlos con eficacia. Así lo marcan los propios comités de acción contra las resistencias a herbicidas (HRAC), fungicidas (FRAC) e insecticidas (IRAC), conformados por expertos de las principales empresas de sanidad vegetal, que recomiendan disponer de al menos tres productos con diferentes modos de acción por problema para evitar la generación de resistencias.
El director de la Unidad de Productos Fitosanitarios del INIA-CSIC, José Luis Alonso, aclara que “la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ no prescinde de fitosanitarios químicos, sino de aquellos que son peligrosos, y fomenta la reducción de la dependencia de los fitosanitarios químicos, promoviendo sistemas sostenibles en los que se implanten programas de control integrado y se favorezca la biodiversidad. Son muchas las medidas que se pueden llevar a cabo en los cultivos para conseguir estos objetivos”.
Innovación que no cesa
Las empresas fabricantes de productos fitosanitarios siguen sacando adelante nuevos productos, nuevas formulaciones, con el I+D+i como vehículo principal. “Todos los años se aprueban materias activas nuevas y productos novedosos para luchar contra las plagas y las enfermedades. Es verdad que a veces el proceso es lento y caro, dado que la legislación europea es una de las más garantistas del mundo en materia de seguridad, salud y medioambiente; pero la maquinaria no para y sigue produciendo”, confirma Valentín Almansa. Para el representante del Ministerio, “los fitosanitarios nuevos que salen al mercado son más seguros y reducen su nivel de riesgo sobre la salud y el medio ambiente”.
En la patronal, por su parte, defienden la necesidad de seguir investigando en sanidad vegetal, de seguir apostando por nuevos desarrollos y nuevos proyectos: “Si bien los esfuerzos en innovación desarrollados en el ámbito de la sanidad vegetal están dotando a los agricultores de los recursos necesarios para hacer frente a las amenazas que afectan actualmente a sus cosechas, estamos expuestos a la aparición de nuevas plagas y enfermedades, muchas de las cuales encuentran en la globalización y la creciente movilidad internacional un más que considerable medio de transmisión, sobre las que es necesario seguir investigando y generando nuevas soluciones, adaptadas a aquellas características y propiedades diferenciales que las hacen tan dañinas para nuestros cultivos”.
“Y no solo eso”, prosigue Palomar. “El esfuerzo en inversión en sanidad vegetal que viene desarrollando la industria fitosanitaria durante las últimas décadas también está orientado, como no podría ser de otra manera, a la consecución de soluciones cada vez más sostenibles e inocuas para las personas responsables de su aplicación y el entorno en el que serán empleadas si se produce un escenario que justifique su utilización”.
Pero para conseguir que este reto tenga éxito, desde Aepla lanzan a las autoridades regulatorias la petición de que “acompañen este esfuerzo con un sistema predecible y ágil que atraiga la inversión y considere, como en la sanidad humana, el equilibrio entre el riesgo y los beneficios de la tecnología”.
En el ámbito de la investigación se insiste en la importancia de continuar con el desarrollo de nuevas formulaciones y productos fitosanitarios, pero también en la idea de que tienen que “combinarse con técnicas de aplicación que minimicen la deriva y pérdida de producto en el medio”, tal y como apunta Jose Luis Alonso.
El científico del INIA-CSIC sostiene que “los trabajos de investigación y de desarrollo tecnológico deben avanzar en todas las áreas del conocimiento de manera conjunta, de forma que se puedan poner en el mercado diversas soluciones y combinaciones de las mismas, como pueden ser el desarrollo de moléculas de baja peligrosidad y riesgo, productos basados en microorganismos, formulaciones que minimicen la pérdida de producto, sistemas de aplicación específicos, medidas de mitigación, medidas que favorezcan la biodiversidad y el desarrollo de poblaciones de microorganismos e insectos beneficiosos, sistemas de detección y seguimiento de plagas, enfermedades y malas hierbas, técnicas de teledetección asociadas a sistemas de toma de decisiones, variedades resistentes a plagas y enfermedades y estrés abiótico, etc.”.
El sector de los fitosanitarios reclama, de esta manera, su hueco en la agricultura del futuro pero también en la de ahora, porque ahora ya casi es mañana. “La innovación agrícola y la sanidad vegetal no pueden ser consideradas nunca como un problema”, indica Carlos Palomar a Agricultura, “sino más bien como una parte fundamental de la solución para garantizar la satisfacción de las necesidades de alimentos de la población con un consumo de recursos mucho más eficiente y sostenible”.