El desgarro agrario

29/05/2023

Resulta tan lógico como cierto pensar que cada tiempo que a uno le ha tocado vivir es único, y tenemos que recurrir a la historia para poder situarnos y conocer nuestra posición relativa en relación a nuestros congéneres, tanto en el tiempo como en el espacio. Y hecho este obligado ejercicio, la situación de los activos agrarios europeos, tanto agricultores como ganaderos, es particularmente dramática, especialmente en el Mediterráneo y, por lo tanto, en España.

Francisco Amarillo Doblado. Analista agrario


Son poco más de 700.000 activos los existentes en nuestro país, rondando el 3% de la población activa, y además una población envejecida y decreciente, nuestra aportación al PIB no llega al 3%, y cada vez más condicionada por unas exigencias medioambientales, imposibles de cumplir. Nos quieren quitar el agua para nuestros regadíos, disminuir drásticamente el ganado y con múltiples pretextos, que van desde el bienestar animal hasta su meteorismo, se condena la ganadería intensiva y, mientras tanto, en China, valga a título de ejemplo, se inicia la construcción de granjas porcinas en edificios de 13 plantas, buscando unidades de producción de 50.000 cerdos que puedan alcanzar hasta 200 kg de peso, el doble de lo normal, para su venta como carne. Si a ello unimos la falta de lluvias, se entenderá fácilmente el dramatismo de la situación existente.  

Máxime cuando en la cadena alimentaria, la producción agraria es el eslabón más débil, fácilmente sustituible, sin grandes quebrantos para el conjunto social y, en todo caso, estamos obligados a ser competitivos, ya que la menguante influencia de los países mediterráneos es incapaz de imponer una PAC que no conduzca a la UE a la insignificancia en la producción de alimentos. Ya veremos la cara que se les pone a los responsables del momento cuando China, nuestro primer cliente actual de porcino, pase de comprarnos a vendernos sus competitivos cerdos de 200 kg. Los ejemplos son múltiples.

Revertir la situación

Si queremos revertir esta situación, tendremos que empezar negando la mayor de muchas cuestiones. Para empezar, la batalla frontal en el campo medioambiental es inevitable, siendo conscientes del avispero político que ello representa. Todos queremos, y debemos, cuidar el medio natural en que vivimos, combatir el cambio climático, y propiciar el mantenimiento y la creación de aquellos instrumentos que permiten compatibilizar la obligada actuación del hombre en la naturaleza con su conservación o mejora evolutiva de la misma. Es decir, racionalizar esta cuestión, desacralizarla para que de religión dogmática pase a ser debate laico de científicos, de todos los científicos.

Sostenibilidad es un término que, desde su origen económico y empresarial, se extendió a otras actividades. La sostenibilidad económica y social, debe ser defendida en la legislación derivada de la PAC, pero muchos marcos de sostenibilidad recuerdan aquello de combatir el dolor de cabeza cortándosela, y esto no es de recibo. En la actividad industrial, existen numerosos mecanismos, que van desde los ERE a la jubilación anticipada, para paliar los efectos negativos de la insostenibilidad industrial; nada de eso existe en la actividad agraria, lo que es a todas luces una cuestión INSOSTENIBLE.

Aunque sea conocido aquello de que no es conveniente hablarle a Noé de la lluvia y estemos sufriendo una pertinaz sequía, se entiende fácilmente que sin el Arca de Noé no existiría la humanidad. Válganos este relato, tan enraizado en nuestra cultura, para recordar con la rama de olivo en la boca, que, SÍ HAY AGUA, superficial, subterránea, procedente de la depuración de las aguas urbanas o de la desalación de las marinas y tecnologías para su aprovechamiento, otra cuestión son los precios de la energía íntimamente ligados a la utilización del agua. Es el cambio climático el que nos obliga a fabricar nuestro Arca, que se llama Plan Hidrológico, español y europeo, con las presas y trasvases que sean necesarios, junto a la reflexión de los precios de la energía a fijar para su realización. A China, y con toda razón, no le ha temblado la mano para, contra viento y marea, construir la presa de las Tres Gargantas, la mayor del mundo, como tampoco conozco a nadie que postule cerrar los canales y exclusas de los ríos europeos que unen el Báltico con el mar Negro.

Las presas acumulan masas de agua que enriquecen la flora y la fauna y en los informes de impacto medioambiental hay que resaltar este hecho. Y hay que ganar el relato de las palabras, no dejarnos amedrentar por las calificaciones interesadas, insultantes o malintencionadas, porque por mucho que retorzamos el diccionario, si a la noche le llamáramos día y al día noche, no cambiaría nada, simplemente diríamos hace una magnifica noche para poder tomar el sol.

Competitividad

Aunque desarrollo rural y actividad agraria están íntimamente ligados, sería muy conveniente mantener las diferencias y que el mundo agrario liderase lo rural. Hay que leer, a este respecto, el nuevo marco legal que establece la UE, en el que al socaire de la complementariedad y de evitar las contradicciones, se pueden supeditar aún más los fondos destinados a la actividad productiva al marco medioambiental. Y, aunque bienvenidas sean las ayudas a la incorporación de jóvenes o al empoderamiento de la mujer en la actividad agraria, lo que realmente puede salvar al sector agrario de la UE en general y al mediterráneo y español en particular, es una PAC que nos permita ser COMPETITIVOS.

Las únicas batallas que con seguridad se pierden son las que no se dan, la actividad agraria que se expresa en su parte más significativa en términos de producción, puede acabar entrando en tratamientos paliativos que tienen siempre un final dramático. Si queremos evitarlo, y estamos obligados a hacerlo, debemos crear un frente de acción conjunta y permanente, en el que cooperativas y OPAs deben tener la iniciativa, tanto a nivel nacional, como con el resto de los activos agrarios de la UE, empezando por los más afines, como son los mediterráneos.

Esta organización debe nacer con vocación de permanencia, que establezca las estrategias adecuadas, tanto a corto como a largo plazo, producir una documentación de alto valor científico y, en el día a día, siempre amparada en la ciencia, la razón y el derecho, valorice y defienda la actividad agraria. Poner una organización semejante en marcha necesita tiempo y recursos económicos, pero en la relación beneficio-coste, el sector agrario está obligado a ello.

Ya se sabe, la batalla que con seguridad se pierde es la que ni siquiera se da.

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