26/11/2018
Por Rafael González Perea, Emilio Camacho Poyato, Pilar Montesinos Barrios y Juan Antonio Rodríguez Díaz (UCO)
El sector del regadío en España, en los últimos años, a través de diversos planes de modernización (MARM, 2010) ha experimentado un proceso de modernización en el que las redes de riego a presión han sustituido a las tradicionales redes de canales abiertos (Plusquellec, 2009) y muchas zonas regables han migrado hacia sistemas de riego más eficientes
como riego por goteo o por aspersión (Playán y Mateos, 2006). Estas mejoras en los sistemas de distribución de agua permitieron reducir el uso de agua por unidad de superficie en un 21% entre 1950 y 2007 (Corominas, 2010). Sin embargo, los nuevos sistemas de distribución de agua requieren energía para su funcionamiento y, en consecuencia, el consumo de energía por unidad de área regada se ha incrementado en un 657% en el mismo periodo (1950-2007) (Corominas, 2010). Además, después de la liberalización del mercado eléctrico en 2003 y la eliminación de la tarifa para el sector de riego en 2008, la factura eléctrica se incrementó en un 120% de 2008 a 2010 (Rodríguez-Díaz et al., 2011) incrementándose constantemente hasta la actualidad. Este aumento en el coste de la tarifa eléctrica junto con la intensificación de las necesidades energéticas ha provocado un incremento significativo de los costes de producción, ocasionando en muchos casos dudas sobre la rentabilidad de la agricultura de regadío.
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