Entrevista a José Luis Sáenz Ortiz de Zárate. 100 años con el sector del algodón en el corazón

29/01/2019

Este número de enero de “Agricultura” celebra 90 años. ¿Quién mejor que alguien que cumple 100 este mes y que es suscriptor desde hace décadas a nuestra revista para que nos cuente su experiencia profesional? En nuestra amena charla me sorprendió la lucidez de José Luis, su memoria, la forma de la que habla sobre la trayectoria del sector del algodón en España y cómo conoce las nuevas tecnologías alguien que estudió la carrera en los años 30 del siglo pasado. 

Por Jesús López Colmenarejo, director ejecutivo 


Nació en Madrid el 6 de enero de 1919 y no tenía contactos previos con la agricultura pero, tal y como me contó en nuestra charla, parece como si el destino le hubiera encaminado hacia la profesión de Ingeniero Agrónomo. 

La primera aproximación de José Luis Sáenz al sector agroalimentario fue temprana ya que, desde pequeño, por cuestiones de salud, el médico le recomendó a su madre que “el niño tomara el aire de los pinos” de la zona de Moncloa. Estos pinares, a los que llegaba en el tranvía 27, se encontraban próximos a la Escuela de Agrónomos y a la vuelta de esas excursiones también salían de la Escuela los estudiantes para comer. En ellos se vio reflejado, y eso, sumado al consejo de un amigo de sus padres, Wistremundo de Loma, que le animaba a ser también ingeniero agrónomo, provocaron que se decidiera por la carrera en 1933. 

El ingreso se realizaba en lo que en aquel entonces se denominaba Instituto Agrícola de Alfonso XII, la sede de la actual Escuela, que José Luis recuerda “con una entrada principal preciosa con parterres y arcos con rosas”. 

La Guerra Civil partió este ingreso por medio. Sorprende cómo José Luis recuerda que “el 7 de noviembre de 1936 mi familia se trasladó por seguridad a otra zona de Madrid, de Ferraz al Retiro y tuvimos que salir con lo puesto, por ejemplo sin los apuntes del ingreso que tuve que rehacer de memoria”. Al acabar la guerra, aproximadamente un par de años después, se produjo su ingreso definitivo en la Escuela pero como el edificio histórico había sido muy dañado por la contienda, el ingreso tuvo que ser provisional “en un palacete en la calle Amor de Dios. Al segundo año se reconstruyó la Escuela pero de todo lo que había quedó poco, un patio central y poco más”.

José Luis Sáenz recuerda a sus profesores: Marcilla, Herce, Salazar, Benlloch. Profesores que le marcaron en la carrera y que yo conozco únicamente por ser los nombres que me encuentro en los artículos de “Agricultura” cuando hojeo los primeros años. Obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo en 1947, en la promoción nº 87 de laEscuela de Madrid, y tras un breve paso por el Ministerio de Agricultura, empezó a trabajar en Algodonera de Castilla, una de las concesionarias del Estado para el cultivo del Algodón en España. En esta empresa estuvo casi 20 años, desde 1949 a 1968 y en nuestra conversación sacó algunas anécdotas que me hicieron ver loprodigiosa que sigue siendo su memoria y su cariño por el sector algodonero.

El corazón en el sector del algodón 

“España estaba dividida en 12 regiones algodoneras, yo encontré trabajo en Algodonera de Castilla, que abarcaba las provincias de Madrid, Toledo, Guadalajara, Ciudad Real y parte de Cuenca y Albacete en sus términos de la Mancha. No hubo pueblo con huerta que se regara que no fuera visitada por el personal de la empresa, que estaba regida por Jorge Montojo y formada además por mí, tres peritos, y un regimiento de capataces con los que íbamos al campo. La zona regada era escasa, al fin y al cabo el Canal Bajo del Alberche permitía una zona de cultivo en Talavera de la Reina de unas 10.000 hectáreas. Eso y algunos pozos diseminados por Ciudad Real” recuerda. “Creamos la factoría en Talavera con máquinas desmotadoras, desborradoras, máquinas para aceite, prensas para fabricar torta para alimento del ganado...”.

José Luis también me cuenta una anécdota que dice mucho sobre las dificultades de la época, no todas técnicas. “Al llegar octubre, muchos años había heladas frecuentes y el cultivo se perdía. En Andalucía y Levante tenían variedades más adaptadas, pero nosotros no. Estábamos en el paralelo de Toledo, el mismo que pasaba por las repúblicas rusas cercanas a Azerbaiyán y sabíamos que allí había buenos cultivos del algodón. Sus condiciones climáticas eran parecidas a las nuestras ya que tenían precipitaciones bajas y una oscilación fuerte entre temperaturas altas y bajas, pero contaban con una semilla muy temprana que florecía antes de las heladas.

Sabíamos que traer algo oficialmente de la URSS en aquel entonces era imposible, por lo que sobre el 1948 realizamos una operación triangular con exportadores de fruta instalados en Londres, que tenían negocios en Rusia. Estos comerciantes pidieron una semilla de algodón de la URSS pero no podían decir que era para España. Yo firmé peticiones de importación que venían desde el “país del Este número 1” (esa era la clave de la URSS), para un barco de semilla que llegó a Bilbao y luego a Talavera de la Reina. Era algodón de fibra corta, no tipo americano, pero era resistente y nos permitió producir tres millones de balas de algodón esa campaña”. 

Posteriormente vinieron tiempos difíciles al sector y Algodonera de Castilla se vio abocada al cierre, por lo que en 1969 José Luis Sáenz se reincorporó al Ministerio, al recién creado Fondo de Ordenación y Regulación de Producciones y Precios Agrarios (FORPPA). Este Organismo autónomo de la Administración del Estado fue creado a imagen del FORMA francés y del FEOGA de la Comunidad Económica Europea para regular las campañas, producciones y precios agrarios e ir preparando al sector agrario para la futura adhesión a la CEE. 

En él José Luis ocupó la Jefatura de Cultivos Industriales, responsabilizándose, entre otros, de cultivos como algodón, remolacha, caña de azúcar o lúpulo. Un hito importante de su actividad allí fue la elaboración del Plan Quinquenal del Cultivo del algodón, destinado a reconvertir y modernizar a través de la mecanización un  cultivo que había ido perdiendo peso y competitividad. Así lo recuerda José Luis: “Nuestra referencia era Israel, la zona del mundo más próxima con cultivo mecánico, ya que en Europa solo Grecia y España teníamos algodón, pero cultivado con métodos rudimentarios. Dado que yo pertenecía al Comité Consultivo Internacional del Algodón, como representante del Ministerio, pudimos ver cómo se trabajaba en muchos países en diferentes partes del mundo: Tanzania, India, EE.UU., etc.

Se produjo un crecimiento destacado del sector, alcanzando en los años 60 las 360.000 hectáreas cultivadas (hoy tenemos unas 60.000), y estoy convencido que los pueblos en los que hoy está presente el cultivo no lo estaría sin la labor realizada durante esos años”. 

La docencia, la revista “Agricultura” y la visión del sector agroalimentario

 Otra de las pasiones de José Luis Sáenz ha sido la docencia, una labor que compaginó durante bastantes años en la ETSIA de Madrid, donde dio clases de matemáticas y trabajó como adjunto de la Cátedra de Industrias Agrícolas. Esta vertiente educativa se vio truncada con la llegada de las incompatibilidades a la función pública, con una destacada vertiente negativa para la formación, ya que José Luis cree que “es una pena que se

privara a la Universidad y a sus alumnos del contacto directo con profesionales que vivían el día a día de la actividad agraria en otras responsabilidades y que podían transmitirles una visión de primera mano de la misma”. 

Su visión respecto a nuestra revista también nos enorgullece: “Siempre he valorado la revista Agricultura y le he pasado el interés en la revista a mis hijos, relacionados con el sector agrario. No le pongo peros a la revista, a lo largo de los años ha tocado todos los puntos técnicos: fertilización, variedades, semillas certificadas, regadíos, la cadena alimentaria, conservación de materias primas, drones, teledetección... adaptándose a los tiempos. Quizás lo que menos me ha interesado de forma personal es la maquinaria, aunque reconozco que es interesante y necesario para el profesional”. 

Respecto a cómo ve el sector, la respuesta me sorprendió: “España ha mejorado mucho técnicamente en la producción y creo que tiene un bonito porvenir gracias a nuestra posición geográfica envidiable, que cuenta con climas variados. Además contamos con buenos operarios y buenos rectores, aunque falta cohesión y ganas de agruparse. Aún recuerdo cuando introducíamos en el campo las cosechadoras de algodón, que alguna iba al fondo del río porque los agricultores argumentaban que su existencia quitaba mano de obra. Nosotros teníamos que hacerles ver que ese personal era necesario para ampliar el cultivo y que la mano de obra no se eliminaba sino que se desplazaba. Sólo cuando los propios agricultores se concienciaron del avance ya no hizo falta ir con la Guardia Civil protegiendo las cosechadoras. 

En materia de cooperativas es similar, muchas funcionaron y funcionan bien pero deben ser los agricultores los que vean claro su importancia”. Al terminar la conversación me comenta que se ha leído con interés el último número, y destaca el artículo de exportación de hortícolas. Sorprende ver lo al día que se puede estar con 100 años... y que sean muchos más.

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