Aumentar superficie, el gran reto de las  leguminosas en España

31/08/2021

Por Isabel Caballero, periodista

En 2020 España contaba con unas 292.326 hectáreas de cultivo de leguminosas, cerca del 20% menos de superficie que en 2019. Los precios bajos, la atomización del sector y la necesidad de mejorar su estructuración estarían detrás del abandono de un cultivo estratégico para un sector agroalimentario más sostenible y que se caracteriza por su elevado contenido en proteína para la alimentación humana y animal.


Según la Encuesta sobre Superficie y Rendimiento de los Cultivos 2020 del Ministerio de Agricultura, uno de los descensos más significativos del año lo protagoniza la superficie dedicada al cultivo de leguminosa. De hecho, es el que más desciende respecto al año anterior dentro del grupo de herbáceos.

Según datos del Ministerio, las judías y habas secas, las lentejas, los garbanzos y los guisantes secos han experimentado en 2020 un apreciable descenso. Le siguen los yeros, veza y otras leguminosas grano. Por otro lado, sorprende el aumento de altramuz y algarrobas a pesar de que la superficie de cultivo a nivel nacional no es significativa. Castilla-La Mancha y Castilla y León son las regiones que están a la cabeza en superficie cultivada.

Aurelio Cuenca, agricultor de Minaya, Albacete, apunta hacia uno de los motivos de esta situación. “Antes vendíamos las lentejas a entre 70 y 80 céntimos el kilo y ahora lo hacemos a 30 céntimos”, comenta. Cultiva lentejas para consumo humano y guisantes y veza que usa como forraje para alimentar a su propio ganado. Según Aurelio, hay mucha gente que “echa cuentas de los gastos y al final decide dejar la superficie en barbecho”. Pero para él el barbecho no es una opción, ya que el cultivo de leguminosa contribuye a la fijación de nitrógeno en el suelo y, por lo tanto, a enriquecer los cultivos de forma natural. Según sus cálculos, se ahorra 5 unidades de nitrógeno, un ahorro económico pero además una ventaja, ya que es una zona vulnerable por contaminación de nitratos en la que la aportación de fertilizantes sintéticos está muy limitada.

La leguminosa no es siempre un monocultivo, es una alternativa interesante en la zona cerealista, que se beneficia de la aportación de nitrógeno y la reducción de las malas hierbas, y con ello del uso de herbicidas.

En este aspecto medioambiental del cultivo de leguminosas también inciden desde la Asociación Española de Leguminosas (AEL). “Además de la calidad nutricional de este alimento, estamos intentando hacer llegar al consumidor la calidad medioambiental del cultivo”, comenta su presidente Alfonso Clemente.

La Asociación Española de Leguminosas es una asociación formada por personal científico de centros de investigación pertenecientes a universidades u organismos de investigación y por otros agentes del sector primario como agricultores y organizaciones agrícolas, consejos reguladores, etc., y entre sus funciones están la de mantener la biodiversidad de los cultivos, la de fomentar el consumo y la de intentar ser interlocutor válido entre las administraciones y el sector productivo.

Para Alfonso Clemente, la disminución en la superficie cultivada y la producción de leguminosas también está asociada al abandono del mundo rural. “Necesitamos jóvenes agricultores que incorporen aspectos fundamentales como la digitalización de la actividad agrícola”, señala.

Profundizando un poco más sobre los problemas del sector de las leguminosas, el representante de AEL insiste en la importancia de mejorar la estructuración del sector en el cual debe haber una mayor conexión entre agricultores e investigadores. “La Administración debe velar para que esa relación entre investigación y sector primario vayan de la mano”, señala. “Es importante fomentar la investigación en aspectos como la resistencia a plagas, el aumento de rendimientos y la mejora de la calidad nutricional y organoléptica de las legumbres”.

Otro de los problemas que tiene el sector, según AEL, es la atomización que hace que agricultores pequeños tengan que competir con los grandes países productores como EE. UU., Canadá y Argentina. “Hay un potencial importante de crecimiento, pero tenemos que superar una serie de barreras. Las legumbres son un alimento muy arraigado en nuestra cultura mediterránea que hemos abandonado y que tenemos que recuperar”, concluye.

La pandemia ha incrementado el consumo

En esta evolución negativa de la superficie cultivada se vislumbra cierta recuperación como consecuencia de la búsqueda de hábitos más saludables, la recuperación de la dieta mediterránea y la pandemia, ya que durante los meses de confinamiento se ha observado un aumento en el consumo de legumbres.

“La legumbre necesita mucho tiempo de cocinado y la incorporación de la mujer al trabajo en los años 90 también ha sido un motivo para reducir el consumo, ya que tanto el hombre como la mujer están fuera de casa”, explica Alfonso Clemente.

Los datos lo avalan. El mayor crecimiento se detecta en el mes de marzo de 2020, superando el 60%. Según el Informe del Consumo Alimentario en España 2020, el consumo per cápita de legumbres se sitúa en 3,91 kilogramos por persona y año, una cantidad que se ha incrementado un 17,1% a la del año anterior. El mercado de legumbres ha crecido un 17,4% en volumen durante el año 2020. En valor, mantiene la misma tendencia y su incremento es de un 16,8%.

Consecuencia de todo ello es que el mercado también está cambiando. La legumbre precocinada está entrando con fuerza en los lineales de los supermercados frente a las legumbres secas. Según Clemente, los productos elaborados con legumbres están marcando tendencia, ya que el consumidor atribuye el concepto de salud asociado tradicionalmente a las legumbres a estos nuevos productos entre los que se encuentran por ejemplo el natto o el tofu.

También “se está empezando a utilizar en cocina de verano, en platos fríos”, destaca Javier Alonso, director técnico de la Indicación Geográfica Protegida Lenteja Tierra de Campos. Desde el punto de vista culinario, “nuestra lenteja, por su pequeño diámetro, no pierde la cubierta cuando se cocina, lo que permite utilizarlas en ensaladas”, explica.

La Indicación Geográfica Protegida Lenteja Tierra de Campos se expande entre las provincias de León, Palencia, Valladolid y Zamora donde se siembran entre 4.000 y 5.000 hectáreas de lentejas que aglutinan a entre 250 y 300 agricultores.

“El año pasado fue un año muy bueno y tuvimos una producción de 1.500 kg/ha, pero el anterior nos quedamos en 300 kg/ha debido a la sequía”, cuenta el director técnico de esta indicación geográfica protegida. Estas fluctuaciones hacen que el agricultor se retraiga y abandone este cultivo.

La indicación geográfica protegida ha conseguido aumentar el número de hectáreas cultivadas, de las 600-700 ha cuando se creó a las cerca de 5.000 ha que se cultivan en la actualidad, y ha logrado organizar el sector. El agricultor trabaja con un contrato supervisado dentro de la IGP y con un precio fijo que conoce desde el primer momento.

Con este sello de calidad, el consumidor tiene garantizada la calidad y la trazabilidad del producto, asegura Alonso. De hecho, la IGP tiene prohibido la venta a granel porque así no puede garantizar la trazabilidad.

Junto al precio, el otro gran reto del sector es la promoción del consumo. “Si preguntamos por lentejas con marca de calidad los consumidores no conocen más de cuatro. La promoción es uno de nuestros retos como IGP”, indica Javier Alonso. Por ello, Tierra de Campos organiza todo tipo de actividades y participan en ferias y otros eventos con el fin de promocionar el consumo y con ello el cultivo de lentejas. “España importa el 60 % de las lentejas que consume, por lo tanto el potencial de crecimiento es grande”.

En alimentación animal, el guisante es el protagonista

Cuando hablamos de leguminosas desde el punto de vista de la alimentación animal, el guisante es sin duda la leguminosa más importante, tanto a nivel nacional como internacional. En España, en relación al total de leguminosas, su uso en piensos en 2018 y 2019 supuso más del 80%.

La producción media española de leguminosas ha sido de 263.000 toneladas desde el 2012, si bien es cierto que ha llegado a máximos de 331.000 toneladas en 2016. Esta producción es muy baja y nos da idea de la escasa importancia que en el global del sector de producción de piensos tiene la producción española de leguminosas a día de hoy, comenta Mariano Gorrachategui, presidente de la Comisión Técnica de la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales (CESFAC).

Gorrachategui señala además que en 2019 se utilizaron en piensos unas 823.000 toneladas de leguminosas, lo que significa que solo un 25% aproximadamente sería de producción española y el resto serían leguminosas importadas, mayoritariamente guisantes.

Si hablamos de las leguminosas grano, en el total de la producción de piensos compuestos suponían en 2019 una utilización del 2,26%, es decir, un porcentaje muy bajo en relación a la harina de soja
que en el mismo año supuso un 11,2% según datos oficiales del Ministerio de Agricultura, continúa Gorrachategui.

Yeros y habas suponen un consumo anecdótico, muy local y focalizado a un uso determinado y concreto, más cultural y comercial que técnico. La veza se emplea más como forraje, pero no es nada significativo.

En el caso de las leguminosas destinadas a alimentación animal, el precio no parece ser tan determinante como la regularidad y la cantidad de suministro. “Otra cosa distinta es cómo aumentar el cultivo en España que, en mi opinión, creo que es el verdadero reto”, afirma.

Según el presidente de la Comisión Técnica de CESFAC, el guisante se mueve de forma muy dependiente con la harina de soja, con algunas variaciones que pueden estimular su uso o al contrario. Desde el 2015 hasta mayo del 2021 el precio medio del guisante ha sido aproximadamente el 68% del precio medio de la harina de soja de alta proteína, con oscilaciones que han ido desde un 58,5% hasta un 74% y esto explica una gran parte de las fluctuaciones en el uso.

La disponibilidad regular y las cantidades disponibles son muy importantes para estimular su uso pero, desgraciadamente, la producción en España es escasa y se depende mucho de las importaciones de países como Francia, Lituania, Rumanía e incluso Canadá, aclara.

Las leguminosas son ricas en proteína y contienen una importante cantidad de carbohidratos, que les da un valor energético interesante. Si analizamos, por ejemplo, el guisante, contiene entre un 18 y un 22% de proteína, dependiendo de la variedad y condiciones de cultivo, situándose normalmente alrededor del 20%, explica este experto. Sin embargo, hay que decir que el perfil de aminoácidos, aunque es rico en lisina, es algo deficitario en aminoácidos azufrados y triptófano, por lo que cuando se use en monogástricos a niveles significativos habrá que suplementar en estos aminoácidos, añade.

Más innovación

Las líneas de investigación del cultivo de leguminosas giran en torno a cuestiones como la resistencia a plagas, el aumento de los rendimientos y la mejora de las características nutricionales y organolépticas del cultivo, pero encontrar financiación también es un hándicap.

Aunque en este momento su investigación se encuentra parada, el grupo operativo “Retos en el cultivo, la investigación y la promoción del consumo de legumbres españolas de calidad diferenciada” tiene como objetivos mejorar la producción, el porte y la resistencia a enfermedades, así como la comercialización de legumbres de calidad diferenciada.

El grupo operativo “Desarrollo de alimentos y productos innovadores a partir de la valorización de subproductos de leguminosas, avances en sostenibilidad y economía circular”, también paralizado, pretende generar un sistema para revalorizar los productos y subproductos de leguminosas a partir de la implantación de sistemas de producción y clasificación de semillas avanzados y sostenibles, así como el desarrollo de harinas saludables con elevado valor nutricional.

Según Ana Hurtado, directora técnica de CESFAC, se debería profundizar más en innovación e investigación agrícola para conocer mejor los problemas reales del cultivo.

CESFAC participa en el grupo operativo INPULSE que considera “necesario romper la dinámica de desconexión en la cadena de alimentación animal”, explica Hurtado. En dicha cadena participan los agricultores productores de leguminosas, cuyo producto se agrupa en origen y se transforma en pienso para servir de alimento a la ganadería, comenta.

En este proceso es imprescindible contar con la ciencia, a través de centros de investigación, tanto en aspectos agronómicos como en la alimentación animal, afirma. El grupo operativo contará con el conocimiento de expertos en distintos ámbitos: empresas de producción de piensos y de producción ganadera, centros tecnológicos especialistas en la mejora de la extracción de proteínas o la caracterización físico-química-nutricional de granos, y en procesos de extrusión y pelletizado, entidades expertas en valoración nutricional e incorporación de leguminosas en piensos comerciales o sociedades científicas integradas por investigadores de reconocido prestigio nacional e internacional en el campo de las leguminosas.

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