23/05/2022
Raquel Campos-Herrera, científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV) de La Rioja lleva años trabajando en la lucha biológica en el viñedo. Su especialidad, el uso de nematodos que viven el suelo para atacar y controlar plagas en este cultivo. Si equipo ha logrado notables avances en el control de la Polilla del racimo (Lobesia botrana) así como en el del principal insecto vector de Xylella fastidiosa en Europa (Philaenus spumarius). La persona perfecta para introducirnos en este mundo: “Sería utilizar aquellas herramientas que ya tenemos en el sistema biológico, como organismos, animales, hongos, bacterias… a nuestro favor. Es decir, que sean capaces de controlar, de comer, de, al ocupar un espacio, evitar que entre una enfermedad y así hacer que nuestros campos estén protegidos”. Avanzamos un poco más, en este caso de la mano de Alberto Urbaneja, profesor de investigación de la Unidad de Entomología del Centro de Protección Vegetal y Biotecnología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA). Un centro pionero, que lleva trabajando desde los años 20 del pasado siglo en lucha biológica, especialmente en cítricos. Urbaneja nos habla de tres tipos de lucha biológica: “Clásica, que es la introducción de enemigos naturales de la zona de origen de una plaga. El inoculativo y aumentativo, que implica la liberación de enemigos naturales, que es lo que se hace normalmente en los invernaderos. Y por conservación, que se basa en aumentar los enemigos naturales y potenciarlos. En los últimos años se han relanzado estas dos líneas, la de liberación de enemigos naturales y, sobre todo, por conservación”.