Agua, CO2 y tecnología, claves para un maíz sostenible

20/02/2023

Por Jaime Sánchez Cuéllar, periodista agroalimentario

La aplicación de técnicas de agricultura de precisión logra reducir un 40% las emisiones de dióxido de carbono en el maíz, lo que abre la puerta a un certificado de sostenibilidad con el que el agricultor podrá conseguir un precio más atractivo. Pero la carrera para un maíz cada vez más sostenible también gira hacia la eficiencia del agua y el desarrollo tecnológico de semillas con características mejoradas para usos alimentarios e industriales, como la producción de biocarburantes. Porque, como se observa a pie de campo, aún no se ha alcanzado el techo productivo y el margen de crecimiento del sector en Europa es amplio, con 12,3 millones de toneladas importadas en los últimos cinco meses, la mitad procedentes de Brasil.


Territorialmente distribuido por toda la geografía, el maíz supone el 3% de la superficie cultivable en España, con 397.000 hectáreas para grano y forraje el año pasado que, no obstante, fue la menor extensión de los últimos 18 años como consecuencia de la sequía, según la encuesta Esyrce del Ministerio de Agricultura.

El maíz recorre el camino de la sostenibilidad como un cultivo cada vez más eficiente, con un control exhaustivo de los insumos que permita incrementar la producción y compensar el déficit que arrastra España, que cada año importa millones de toneladas de cereales (17 en 2022).

Aunque en el tablero de juego actual se recupera el precio percibido por el agricultor, el sector quiere fomentar su siembra como un cultivo moderno, de futuro, capaz de anticiparse a los retos con la búsqueda de ingresos extra que incrementen su atractivo.

El precio de emitir menos CO2

Una de las líneas de trabajo consiste en reducir sus emisiones de CO2 gracias a un protocolo de gestión a partir de técnicas de agricultura de precisión y digitalización, para plasmar el resultado en un certificado de sostenibilidad ambiental, que puede ser de gran interés para la industria que busca reducir sus emisiones en todo su ciclo productivo.

Este ha sido el objetivo principal del Grupo Operativo MaízSostenible, que presenta sus resultados definitivos ahora en marzo. Manuel Pérez, catedrático de la Universidad de Sevilla -institución encargada de la coordinación técnica del grupo operativo- destaca la importancia de este cálculo para incrementar la rentabilidad: “Ahora el agricultor vende solo maíz, pero hay compañías dispuestas a pagar más por esa tonelada de maíz que emite menos CO2”.

Los trabajos del grupo operativo han logrado reducir en un 40% las emisiones de dióxido de carbono respecto al valor por defecto establecido en Europa, con 2.550 kg de CO2eq por hectárea de media en las parcelas optimizadas.

¿Cómo se han conseguido estos resultados? A partir del uso de herramientas de agricultura de precisión. En concreto, en cuatro puntos esenciales. El primero en el suelo, con un estudio de variabilidad y zonificación para conocer la productividad de la parcela. Se han utilizado dos técnicas. Por un lado, un sensor de inducción electromagnética y, por otro, el análisis de imágenes satelitales con el histórico de 30 años de la parcela, que será la opción que se establezca en el protocolo por ser la más escalable.

Tras la zonificación, en segundo lugar se ha realizado dosificación variable en la siembra y el abonado, comprobándose que la siembra variable produce una eficiencia “muy interesante” en el uso del agua. A continuación, se han monitorizado todos los vehículos que han trabajado en la parcela para calcular la huella de CO2. Y, por último, una cosechadora con monitor de rendimiento ha arrojado datos de producción por m2.

El estudio no pretendía lograr un ahorro en insumos sino potenciar las zonas más productivas y redistribuir mejor el abonado con el mismo rendimiento. “Aun así, hemos ahorrado en insumos un 10-12%, pero no era el fin del trabajo y en ese aspecto hemos sido conservadores, pero en el futuro podría reducirse más”, afirma el también director del Máster en Agricultura Digital.

A partir de ahora, el protocolo definido debe ponerse en manos de los agricultores para que esta forma de trabajar en el campo –“que en el futuro se llamará agricultura sin más, no agricultura de precisión”, matiza Pérez– sea validada con un certificado de sostenibilidad ambiental.

Nuevas oportunidades: biorrefino

Conocer las emisiones de CO2 resulta muy atractivo para otra línea de futuro del maíz, como es la producción de biocarburantes. En el cálculo del ciclo de vida completo del etanol contarán las emisiones de gases de efecto invernadero del cultivo, ya que tendrán preferencia en los mercados aquellos que sean más sostenibles.

Existen variedades de semilla de maíz de alto poder de fermentación que optimizan los procesos, precisa Manuel Pérez, de tal forma que la proteína se destina para alimentación animal y el almidón para etanol. “Hay muchas opciones de futuro que se pueden explorar”, añade.

Ya en 2011, EE. UU. aprobó un maíz transgénico que contiene un gen que produce una enzima que descompone el almidón de maíz en azúcar, el primer paso para la fabricación de etanol. Habitualmente, las fábricas han comprado esta enzima (alfa-amilasa) para agregarla al inicio de la producción, un proceso que requiere más consumo de agua y energía. 

Pero en España, en Europa, esto sigue siendo ciencia ficción. Como explica Soledad de Juan, directora de la Fundación Antama, la puerta a los transgénicos está cerrada y no hay perspectivas de cambio. “Después de 25 años de la primera aprobación del maíz BT, sin ningún tipo de efecto adverso y con miles y miles de toneladas de transgénicos por todo el mundo, no hemos cambiado y no se conceden nuevas autorizaciones”.

En todo el mundo hay 190 millones de hectáreas dedicadas a cultivos modificados genéticamente, sobre todo en EE. UU., Brasil, Argentina, Canadá e India y, paradójicamente, una parte de estas producciones acaba consumiéndose en Europa.

Se multiplican las importaciones de maíz en la UE

En el caso del maíz, la Unión Europea ha importado en los primeros compases de la campaña 2022-23 un total de 12,3 millones de toneladas desde el 1 de julio hasta noviembre incluido, muy por encima de la media de los últimos cinco años, según los últimos datos de la Comisión, que en la primavera pasada autorizó la importación de nuevos cultivos OMG para asegurar el suministro alimentario.

La mitad de las importaciones de maíz (6,17 millones de toneladas) han sido procedentes de Brasil, que apoyada en su cultivo transgénico se mantiene a la cabeza como principal proveedor europeo. España ha sido el primer importador de este cereal en lo que va de 2022/23, con 4,6 millones de toneladas, muy por encima de los Países Bajos, Polonia, Portugal e Italia.

El transgénico BT, como única opción en Europa desde el año 1988, representa en torno al 30% de todo el maíz para grano que se siembra en España. La modificación genética lo hace resistente a la plaga del taladro, habitual en el valle del Ebro. Según un informe universitario que evaluó sus efectos entre 1988 y 2021, el maíz BT ha sido capaz en este tiempo de fijar 1,37 millones de toneladas de CO2 con menos tratamientos fitosanitarios, mejores rendimientos y más ahorro de agua con menos superficie de cultivo.

“Buscamos la sostenibilidad porque no nos queda más remedio y debemos hacerlo así, debemos producir más con menos porque al final los recursos son los mismos, para cuidar con mimo cada hectárea, los suelos y ahorrar el agua gota a gota”, expresa la directora de la Fundación Antama.

Cerrada la puerta a los transgénicos, Europa sí avanza con la tecnología de edición genética CRISPR. Mientras la primera toma un gen de otro organismo y lo introduce en el ADN de la planta, CRISPR edita el ADN de la propia planta para eliminar, agregar o modificar genes ya existentes. En ambos casos el objetivo es el mismo: dotar al cultivo de mejores características.

La regulación de la nueva técnica de edición genética ya cuenta con un documento de la Comisión en fase de consulta pública. “Es una tecnología prometedora que debemos regular bien, con cabeza, y de una forma eficiente”, puntualiza De Juan.

Hasta ahora la modificación genética ha servido para solucionar problemas agronómicos y conferir al maíz tolerancias a herbicidas, insectos, hacer frente a suelos salinos o mejorar el estrés hídrico, por ejemplo. Cada modificación genética es un evento apilado “que hace a las plantas más ricas” y que también puede conferir mejoras nutricionales, como el arroz dorado.

GRÁFICO 1. Importaciones de maíz en la UE. En toneladas. Fuente: Comisión Europea. Portal de Datos Agroalimentarios

“Competencia desleal”

Quien desearía aprovechar todas estas oportunidades es el presidente de la Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME), José Luis Romeo, que lamenta la pérdida de competitividad del sector en Europa respecto a otros países: “En Europa tenemos prohibida esa biotecnología que sí utilizan países como EE. UU., China, India o Argentina. Esas cosechas se importan libremente en Europa a pesar de que nosotros no lo podemos cultivar y eso genera una competencia desleal”.

Romeo apuesta por fomentar el cultivo a partir de la biotecnología para que el maíz utilice menos recursos y se produzca más con menos costes, para obtener plantas más eficientes en el uso de fertilizantes y resistentes a fitosanitarios, “porque a nosotros no nos gusta echar insecticidas en nuestros campos”, puntualiza.

El presidente de la AGPME también está convencido de que el futuro del maíz pasa por su capacidad para fijar carbono en el suelo tras la incorporación de los restos de la cosecha. “Ahora es una cosa que no cuenta para la gente, que parece que no tiene importancia -relata- pero hay empresas interesadas en pagar esos créditos de carbono que genera la agricultura”.

En este sentido, lamenta que se atribuya al cultivo las emisiones que genera el eslabón anterior durante la producción de los fertilizantes nitrogenados y que, en cambio, no se tengan en cuenta otras circunstancias, como la transformación de cultivos de secano en regadío con cultivos como el maíz, “que fijan muchísimo más CO2 en el suelo”. “Al final al sector agrario se le imputan demasiadas cosas”, critica.

Agua según productividad

El círculo de la sostenibilidad del maíz se completa con la mejora del uso del agua, aunque, eso sí, cada vez se producen más kilos con la misma o incluso menos cantidad. “En nuestra finca hacemos dos cultivos en el mismo año y obtenemos 7.000 kilos de cebada y 12.000 kilos de maíz con 7.000 m3 de agua”, resume.  En este aspecto, puntualiza que la eficiencia debería medirse en función de la productividad, porque no es lo mismo gastar 7.000 m3 por hectárea para producir 10.000 que para 18.000 kilos.

El presidente de la APGME apuesta por facilitar a los agricultores medios para regar mejor, aunque el primer paso debe ser modernizar todos los regadíos y desterrar viejos sistemas como la inundación. Con la tecnología ya se puede conocer la evapotranspiración cada semana y a través de sondas de humedad y monitorizar lo que ocurre en los primeros 30 cm, “para solo regar cuando disminuye la capacidad de campo”.

Parte de esta tecnología ya la aplica en el campo David Santamarta, agricultor de 46 años en Jabares de los Oteros, en León, para quien el maíz es su cultivo principal dentro de las 80 hectáreas de regadío que maneja dentro de la comunidad de regantes Canal Margen Izquierda del Porma.

Hace 16 años, cuando esta comunidad de regantes utilizaba el sistema de inundación, dedicaba 12.000 m3 por hectárea. El cambio fue significativo tras la modernización. Sirva este dato: en 2021 tenían una dotación disponible de 6.500 m3 por hectárea, pero aportaron de media 4.300 m3. El año pasado, con una climatología desfavorable, 5.200 m3 de media con el maíz en el 80% de la superficie. 

David Santamarta conoció la época del riego por inundación, cuando obtenían 7.000 y 8.000 kilos por hectárea “y pensábamos que éramos unos agricultores buenísimos”. Por eso cree que la media actual de 15.000 kilos por hectárea pasará pronto a ser de 20.000 kilos. 

Este agricultor prefiere activar su sistema de lluvia enterrada por las noches, con menos aire, menos evaporación “y cuando llegan las horas de calor el maíz tiene el agua en el suelo”, aunque no siempre se puede. Santamarta traslada a la comunidad la fecha de siembra, el ciclo del cultivo y la productividad esperada. A partir de la información proporcionada por los satélites, le comunican la previsión de riego para los siguientes 10 días.

La información satelital también nutre la herramienta que utiliza para conocer el índice NDVI y confeccionar sus mapas para hacer las prescripciones de siembra y abonado variable. Los datos los completa con el monitor de rendimiento incorporado en su cosechadora. A lo que da vueltas ahora es a volver a cultivar el terreno para airear el suelo y quitar la corteza “pero haciendo unos hollines, que es lo que se hace en las laderas para retener el agua”.

Para él, el secreto del maíz está en una nascencia uniforme con un buen número de plantas. Tener clara la fertilización y programarla. Y manejar bien el riego. Es bastante sencillo, dice. Quizás, sin tener en cuenta su experiencia.

Editorial Agrícola Conocer la agricultura y la ganadería Libros Agrigultura Ganadería Más que máquinas WEB TV