30/04/2019
Esta nueva normativa establece una fase V de emisiones, que supone un paso más en las exigencias medioambientales requeridas a los tractores y máquinas agrícolas nuevos comercializados en la UE. Esta presión legal permanente sobre los fabricantes de máquinas agrícolas ha provocado que desde los años 90 las emisiones de óxidos de nitrógeno, hidrocarburos, monóxido de carbono y partículas de estos equipos hayan sufrido una reducción brutal. Tanto se han reducido que hay quien afirma, no sin algo de razón, que actualmente el aire que entra en un tractor casi está más contaminado que el que sale de su tubo de escape.
Evidentemente nada es gratis en la vida, y las soluciones tecnológicas que se han ido adoptando en los motores tal y como las diferentes fases han ido avanzando, han obligado a encarecer el precio de estos equipos de manera considerable. Según muestra en su memoria 2018 Ansemat, la Asociación Nacional de Maquinaria Agropecuaria, Forestal y de Espacios Verdes, el precio de un tractor en España ha subido desde el año 2000 a 2018 un 98,3%, casi el doble.
Es evidente que la tecnología “medioambiental” no es la única que se ha implementado en estos años. Cada vez contamos con mayores mejoras tecnológicas en nuestros tractores. Mejoras que hacen el trabajo más eficiente o ergonómico, pero cuyos costes de I+D y desarrollo deben repartirse en un número bajo de unidades si, por ejemplo, comparamos el mercado de tractores con el de automóviles.
Las máquinas nuevas más tecnológicas hacen nuestras explotaciones más rentables, es cierto, pero el poder adquisitivo de los agricultores no se ha duplicado ni de lejos en estas dos décadas, con lo que el salto tecnológico es cada vez mayor. ¿Y qué ocurre entonces? Que aunque el agricultor quiera evolucionar hacia nuevos equipos medioambientalmente adecuados, muchas veces no puede invertir en ellos por su elevado coste, con lo que tira por el camino corto y compra maquinaria usada.
Las cifras hablan por sí solas. En 2018, un 60,4% del mercado español de máquinas agrícolas corresponde a máquinas usadas, de las que un 2,3% fueron de importación. Esta circunstancia me recuerda a cuando los médicos intentan aplicar los últimos avances en nutrición y recomiendan a sus pacientes llevar una dieta saludable, lo que vendrían a ser nuestros equipos más tecnificados respetuosos con el medio ambiente.
Hay estudios que muestran que, aunque quisieran seguir las indicaciones de los médicos, las poblaciones socioeconómicamente más desfavorecidas siguen dietas menos saludables con mayor presencia de ‘comida basura’ porque no pueden permitirse algunos alimentos, y por ello presentan un mayor riesgo de mortalidad que los grupos socioeconómicos más altos.
Los recursos económicos son limitantes, en alimentos y en maquinaria agrícola... Por tanto tengamos en cuenta desde las instituciones que se podrán exigir requisitos medioambientales mayores, sean o no coherentes, pero si no hay nadie que se asegure de que esta tecnología puede adquirirse a pie de campo, estaremos legislando en vacío.