03/03/2021
La imagen del Nutriscore es llamativa, consiste en un "semáforo" formado por letras y colores que describen cinco categorías de calidad nutricional que van del verde oscuro para la calidad óptima (letra A) al rojo (letra E) para la peor.
Quizás simplicidad sea la palabra que mejor lo define, un sistema casi "para niños", aunque precisamente sea esa simplicidad intrínseca al sistema la que se vuelve en contra de él.
Los expertos avisan de que el Nutriscore no sirve para comparar alimentos demasiado diferentes entre sí, sólo es útil para comparar alimentos dentro de una misma categoría o un mismo producto de diferentes marcas.
La cuestión es: ¿va a actuar de esta manera reflexiva el consumidor en el supermercado? Por ejemplo, cuando compra un refresco con edulcorante y una botella de aceite de oliva virgen, ambos tienen en el frontal el semáforo de colores, pero mientras que el refresco aprueba con una B verde claro, el aceite de oliva suspende con una D anaranjada.
La decisión de compra es rápida. ¿Se detiene el subconsciente a pensar cuánta cantidad se toma de cada alimento al día?, ¿hace otras valoraciones más allá de las meramente nutricionales? Posiblemente la dicotomía "verde/rojo" penalice la compra, en este caso, del aceite de oliva.
Afortunadamente, el Ministerio de Consumo, tras las quejas del sector, ha decidido sacar a los aceites de oliva del etiquetado Nutriscore por no reflejar sus beneficios nutricionales, y al cierre de esta edición de Agricultura están en esa lucha alimentos tan emblemáticos como los quesos o el jamón ibérico.
Otro tema importante: ¿Dónde queda la dieta mediterránea en la era del Nutriscore? ¿Y los alimentos de calidad diferenciada, denominaciones de origen, indicaciones geográficas protegidas o producciones ecológicas?
Las instituciones europeas, nacionales y regionales llevan años trabajando e invirtiendo en información para promover el consumo de este tipo de alimentos que contribuyen, por ejemplo, a mantener la población en zonas rurales, cuidar el medioambiente, etc.
Tenemos un amplio repertorio de logotipos y denominaciones de origenya de por sí muy complejo de asimilar por los consumidores, y este semáforo nutricional puede ser la gota que colme el vaso.
Me gustaría usar una analogía para explicar esta incoherencia.
Imaginemos que nuestro Gobierno fomentara la compra de coches con bajas emisiones con el objetivo de cuidar el medio ambiente, etiquetara aquellos fabricados en España con el fin de apoyar el empleo en el país, primara la compra de modelos con altas especificaciones en seguridad para salvar vidas... y después el mismo Gobierno sacara una campaña como aquella del Dacia Logan de 2007, ¿la recordáis? En ella aparecía una pareja en mitad de la lluvia al lado de un coche, el marido abre y cierra el maletero repetidamente diciendo "esto es muy bueno, se abre, se cierra..." ante la cara de incredulidad de su esposa. Lo mejor es la frase final: "Hace lo mismo que cualquier coche pero por 7.350 euros".
Pues eso, después de intentar educar a nuestros consumidores para que valoren alimentos vinculados al territorio y a modelos de producción ecológica les enseñamos el Nutriscore y les decimos que la alimentación es simple, "se abre, se cierra". Simple, todo muy simple.