07/02/2020
La Agencia Andaluza de la Energía, en el informe 'La biomasa en Andalucía' publicado a finales de 2017, estimaba que el potencial de la biomasa en esa comunidad representaba el 21,6% de las necesidades energéticas en Andalucía. Y el 33% de ese potencial correspondía a residuos agrícolas, con 4,6 millones de toneladas. Un potencial de energía “verde” impresionante. Energía limpia, que, por añadidura, solventa el problema de la gestión de unos residuos que a menudo son un quebradero de cabeza para agricultores e industrias. Desgraciadamente es solo eso, un recurso potencial, a la vista del informe que Analistas Financieros Internacionales (AFI) realizó para la Unión por la Biomasa (Balance Socioeconómico de las Biomasas en España 2017-2021). Dicho análisis estima que la producción nacional de energía eléctrica en 2016 a partir de biomasa, biogás y residuos urbanos solo supuso un 2,1% del total. En cuanto a generación térmica, España ocupa un decepcionante puesto 22 en Europa, claramente a la cola de la Unión Europea.
Hay muchas explicaciones posibles a ese desfase entre potencial y su aplicación real en nuestra economía, empezando por los vaivenes en las políticas energéticas que ha aplicado nuestro país en las últimas décadas. Pero también hay que tener en cuenta que hablar de potencial en frío no da una imagen real de las dificultades económicas, logísticas e incluso técnicas para el aprovechamiento de los residuos agrícolas. Para realizar ese análisis vamos a centrarnos en los herbáceos considerando diversas experiencias de valorización.