21/04/2023
Si miramos a nuestro alrededor, veremos que vivimos en una sociedad tremendamente preocupada por nuestro lenguaje, por qué decimos y cómo lo decimos.
Medimos cada vez más nuestras palabras en temas de género, raza, sexo, religión o política, porque las palabras no solo definen conceptos, sino que moldean nuestra convivencia con los demás.
Esa es precisamente la base del lenguaje inclusivo o “lenguaje que incluye a todas las personas en condiciones de igualdad”, una forma de lenguaje en el que se incorporan las letras 'x', '@' o 'e' con objeto de evitar el uso del masculino de forma automática como forma genérica para referirse a un grupo mixto de personas.
La RAE considera que su uso no está ni generalizado ni asentado. Es más, va contra la regla básica del lenguaje, que es la simplicidad del mismo, pero quienes lo usan aseguran que su uso es importante para promover la igualdad y evitar estereotipos.
¿Y si en el sector agrario también encontráramos casos de necesidad de un cierto tipo de lenguaje inclusivo frente a una sociedad mayoritariamente urbana que no nos visibiliza?
No vengo a promover el uso de más palabras agrarias en nuestro día a día, sino la incorporación de conceptos “de campo” a la mente urbana.
Tenemos el caso más evidente con la lluvia o, mejor dicho, con la falta de ellas. Llevamos varios meses sin precipitaciones, un hecho que ya ha arruinado totalmente la cosecha de diversos cultivos para este año y promete reducir drásticamente la de muchos otros. Estos meses hemos tenido unas temperaturas casi veraniegas que promueven expresiones del tipo “¡qué buen tiempo hace!”. Pues no, no hace buen tiempo, pero ni para los agricultores ni para la sociedad en su conjunto, que verá cómo el precio de los alimentos seguirá alto el año que viene. Corrijámosles entonces: “¡Qué mal tiempo hace!”.
En el II Congreso Ibérico del Maíz de Barbastro, en el que tuve oportunidad de participar, surgieron otras necesidades de adecuación del lenguaje. Qué decir de esa afirmación: "Es que la agricultura consume mucha agua”. ¿No deberíamos cambiarla por un: “La agricultura utiliza mucha agua… para producir nuestros alimentos”? El agua se utiliza, se invierte, pero no se gasta ni se consume. Visibilicemos la necesidad de utilizar agua si queremos comer.
Más conceptos erróneos a reformular con palabras que surgieron en Barbastro: “La agricultura es un sumidero de carbono”. Un sumidero, una palabra con un amplio espectro de connotaciones negativas. ¿Y si lo cambiamos por: “La agricultura es un filtro para cuidar el medio ambiente”? Quizás esta sea la manera de hacer ver a la sociedad que el sector agrario es el principal interesado en cuidar el entorno en el que se desarrolla.
Por cierto, hablando de medio ambiente, surge el concepto “sostenibilidad”, una palabra tan ‘sobada’ en los últimos tiempos que ha perdido todo su sentido, llegando a asimilarse, tristemente, al “natural” o “de la abuela” que aparecen en muchas etiquetas de alimentos y que son términos vacíos de sentido. ¿Y si la cambiamos por “rentabilidad”? Una actividad agraria con rentabilidad económica que no cuide su medio ambiente, no llegará lejos.
Y ya finalmente, en mi opinión, desterraría de nuestro lenguaje la palabra “campesinos” para referirnos a agricultores y ganaderos. Según la RAE, “campesino” tiene las acepciones “del campo o relacionado con él” y “que vive y trabaja en el campo”. Pero si queremos tener un futuro, deberíamos vivir DEL campo y no únicamente EN el campo, ser menos campesinos y más empresarios agrarios.
Así son las cosas y así hay que contarlas.