Revista Agricultura y FIMA, encuadernando la innovación

César Marcos. Peridodista Agroalimentario

07-02-2014

"Decir FIMA es decir maquinaria agrícola", enfatiza Cristóbal de la Puerta, director de Editorial Agrícola Española, que publica la revista Agricultura desde 1929, un año después de la fundación de la empresa.

La máxima de uno de los editores que ha asistido al boom de la mecanización rural en nuestro país podría ser, incluso, una redundancia. Todo el que quiera conocer y comparar marca, potencia, tamaño y especialización de cada una de las máquinas agrícolas, su cita es en Zaragoza. Cristóbal echa la vista atrás, mientras se asoma a las páginas del pasado: "Todo en FIMA desde el primer año".

Años 60: balbuceos iniciales

Y el primer año fue 1964, 19 de abril. Al corresponsal de la revista le llamaba la atención una "abonadora suspendida de tipo especial y accionada por el remolque, de bajo coste, gran eficacia y sencillez", en los primeros párrafos de su crónica

Los modelos de fertilización se sucedían en batería, con "aparatos para plagas del campo", arados, cultivadores, sembradoras-abonadoras, motocultores, segadoras-hileradoras de alfafa, cosechadoras de forraje, remolacha y maíz, entre otras categorías de equipos que anticipaban las funciones que hoy se han perfeccionado para cada una de las labores en el campo. 

El valor de la maquinaria expuesta en el Palacio de la Feria Oficial y Nacional de Muestras de Zaragoza ya evidenció la relación con el Gabinete de Agricultura del Gobierno de España que subsiste en la actualidad. Por entonces, visitó la muestra el ministro de Agricultura, Cirilo Cánovas.

Un buen año cerealista en Aragón fue el mejor augurio del primer paso de la feria, cuya tercera edición, en la primavera de 1966, mostraba su vocación internacional. "De los países extranjeros representados sobresalen Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Suecia, Estados Unidos, Dinamarca y Suiza", destacaba M. Enebral.

 El número 420 de la revista Agricultura ya refleja la categoría de Internacional del salón y se atreve a imprimir negro sobre blanco el acrónimo de FIMA que perdura en la actualidad. Causaba impresión la cifra económica de las transacciones en cada una de las ediciones anteriores: "En 1964, [...] por valor de 150 millones de pesetas, llegaron a 183 millones en 1965 y a 215 en 1966". 

En 1967, acudieron 14 países, en forma de marcas y equipos. El valor añadido de jornadas y conferencias que desprende la feria tuvo, por entonces, un claro precedente: II Conferencia Nacional de Mecanización Agraria.

La feria no desdeña la oportunidad: década de los 70

Del clima de cordialidad y buen recibimiento, la revista señalaba a un culpable: la organización de FIMA y colocaba en la diana a Alberto Manuel Campos Cifuentes, su director, quien concedía una entrevista a la publicación.

"La tecnificación del campo ha ido tomando día a día más importancia. Las ferias se hacen posibles cuando existe un volumen de personas interesadas en una producción y hay una suficiente cantidad de productores que tratan de satisfacerla. Ni la apatía compradora ni el monopolismo llevan a la oportunidad de una feria", argumentaba Alberto Manuel Campos.

 El proceso de despoblamiento del campo sigue imparable en los años 70 y la mano de obra remisa a emigrar se encarece. No quedaba otra, "sin ninguna dilación", que mecanizar el campo", según el otrora director de la feria. FIMA aprovechó la oportunidad y se subió al tren del futuro, del que no se ha vuelto a bajar. 

Era preciso llenar el hueco erosionado por las demandas de equipos innovadores, de los que la industria española de maquinaria agrícola tenía mucho que decir. Zaragoza como encrucijada de regiones eminentemente agrarias y la tecnificación incipiente de las empresas aragonesas del sector sumaron enteros para que FIMA aumentara de volumen, adoptara el carácter monográfico en la exhibición y siguiera socavando el nicho internacional de negocio.

En la edición de 1974, se exponía maquinaria procedente de 26 países, entre Europa Occidental, más allá del telón de acero, Estados Unidos, América del Sur y Australia, y una decena de misiones comerciales internacionales.

Editorial Agrícola acude a la feria con stand en 1970. Su revista empieza a llenar páginas de especiales monográficos con motivo de cada edición, con voces autorizadas de quienes orientaban sobre tendencias sucesivas de la mecanización agraria.

Entre ellos, Eladio Aranda, director de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid, quien vaticinaba que "la ordenación rural para conseguir unidades de cultivo donde quepan los equipos de gran capacidad, es el problema más grave y más largo de resolver. Después, la financiación y el mantenimiento del coste de los carburantes y la asistencia técnica a niveles aceptables".

Sigue la esperanza en los 80

"A vender tractores y máquinas en 1984", rezaba el editorial de Agricultura con motivo de la celebración de FIMA ese año. De esa edición, se decía que si no había más máquinas era por falta de espacio expositivo y "porque la demanda que pueda incidir en Zaragoza tiene las limitaciones lógicas de nuestra situación económica actual".

Pero la prensa técnica especializada compartía la esperanza de la organización y los expositores por superar los obstáculos. Y se consiguió, pues la industria de maquinaria agrícola española necesitaba de una feria en España (FIMA incentivaba, por entonces, el esfuerzo de I+D con los concursos de Novedades Técnicas y Ahorro Energético). "He ahí el éxito de FIMA", se afirmaba desde la tribuna de nuestra publicación.

Nuevo recinto de exposiciones

En una de sus páginas reproducimos una serie de fotos, entre las que destacan la visitas oficiales del presidente del Gobierno, Felipe González (1983), actos inaugurales, y el cambio de ubicación de la feria a lo largo de la década de los 80: desde el antiguo emplazamiento junto a La Romareda a los terrenos del nuevo recinto de Feria de Zaragoza en la carretera de Madrid: en construcción en 1986, exposición al aire libre en 1987 y a pleno pulmón ya en 1988.

Años 90 y el cambio de periodicidad

El certamen empieza la década con la decisión de definirse "el día de mañana", decíamos, en medio de un proceso de transición tanto en el equipo directivo de la organización como encarando la crisis económica y el mercado de maquinaria agrícola.

Por lo pronto, "La FIMA se hace ganadera", titulábamos en marzo de 1994. La nueva Agrofima irrumpe en el calendario de importantes ferias agrarias españolas, "como alternativa a la decisión de que la FIMA sea bienal y se celebre en los años impares".

FIMA'95. El editorial del número de marzo de ese año resume muy bien los cambios de fechas experimentado por la feria, "ahora con periodicidad bienal, siempre en años impares, al igual que el SIMA de París", y también la inclusión del sector de áreas verdes, que "llega del brazo de Promoverde'95, [...] de esta manera FIMA atiende a la actualidad de un sector vanguardista en los países desarrollados".

El acierto de bienalidad en su celebración y el resurgir del "bache" prolongado del mercado de la maquinaria agrícola se manifiestan en que se cubrieron por entonces los 65.000 m2 del nuevo recinto. Los concursos de Novedades Técnicas son reflejo a pies juntillas de esta evolución.

Pero FIMA sigue fiel a su tradición y apenas introdujo cambios en sus programas de actividades. Ejemplos como la nueva Conferencia Internacional de Mecanización Agraria, en la que ya se cocía la necesidad de "producir energía en los campos de cultivo: cultivos energéticos y biocombustibles", como el Día Nacional del Agricultor", que mantenía, con su carácter festivo y de promoción, el reclamo para las administraciones autonómicas, y como las misiones comerciales que ya superaban la decena, bajo el patrocinio de ICEX y Agragex.

"La mecanización que viene"
Fue el título de un artículo de uno de los gurús de la investigación, docencia y divulgación en maquinaria agrícola en España, Luis Márquez, en el número extraordinario del 75º aniversario de la revista Agricultura, en 2004. En sus líneas vertía una interesante reflexión que se puede aplicar a la evolución de FIMA, a lomos de la innovación:

"En un mundo que avanza a pasos agigantados; los avances técnicos lo hacen en progresión geométrica; lo que antes tardaba en desarrollarse diez años ahora se hace en menos de cinco", puntualizaba. FIMA ha ido adaptándose a ese ritmo, año a tras año, con la apostilla que dictó el editorial de abril de 2003: "la marca FIMA, un apuesta de futuro".

Bajo el paraguas de Ansemat, el foro Medwinds, (foto de la edición de FIMA 2010), es una muestra más que el salón se toma muy a pecho su faceta de termómetro de la salud del sector.

En 2006, el certamen cambia el paso a los años pares y al mes de febrero en las fechas de celebración hasta hoy, en un recinto ferial que no ha parado de crecer. Por entonces, se ampliaba a 110.000 m2; la próxima edición supera los 135.000 m2, con un pabellón más. Y si hablamos de proyección internacional, FIMA 2014 reunirá a 1.251 expositores, de los que 717 son extranjeros.

Medio siglo de existencia avala lo que la Feria Internacional de Maquinaria Agrícola ha aportado al medio rural español y gran parte de lo que éste ha llegado a ser se lo debe a ella. La revista Agricultura ha sido testigo y lo será, pues recorre caminos paralelos a FIMA. Y lo seguirá contando.

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