10/06/2020
Existen muchas formas de definir la productividad del agua. Dependiendo de los objetivos que se persigan, serán más útiles unas que otras. Al realizar una actividad económica en nuestras explotaciones, resulta práctico expresarla en términos económicos; por ejemplo, como beneficio obtenido del volumen de agua usado (€/m3).
Atendiendo a esta definición, el incremento de la productividad se conseguirá de varias formas: aumentando los ingresos –sembrar cultivos de alto valor y variedades de alto rendimiento es una manera–, disminuyendo los costes –por ejemplo, bajando el consumo energético de los bombeos–, y reduciendo el uso del agua. Este artículo se centra en esto último, aunque las medidas que se adopten para ello pueden tener repercusiones importantes tanto en gastos como en ingresos, que conviene no olvidar.
Cuestiones a tener siempre presentes
- Los factores que afectan al aprovechamiento del agua suelen ser muy variables
Suelos, meteorología, cultivos, sistemas de riego, disponibilidad de agua, su precio y el de las cosechas pueden diferir mucho de una explotación a otra; sus medios técnicos, económicos y humanos también.
- No existe una solución perfecta que sirva para todas las explotaciones
Precisamente por lo anterior, una misma tecnología para conservar agua puede proporcionar resultados muy diferentes en distintas explotaciones.
- Toda tecnología debe ser operada y mantenida adecuadamente
No basta con invertir en tecnología, también es necesario saber utilizarla, y mantenerla en condiciones óptimas para lograr todo su potencial; esto puede exigir modificar nuestras prácticas habituales de trabajo, e incluso nuestra forma de pensar.
Foto 1: Campo de maíz regado con una cobertura fija de aspersión; una baja uniformidad de riego compromete el logro de una alta productividad del agua
- La uniformidad de riego es un factor crítico para aprovechar bien el agua
Una mayor uniformidad permite regar más eficientemente. El Gráfico 1 muestra un ejemplo de la dosis de agua que se infiltra a lo largo de la superficie de una parcela aplicando un riego de 4 horas: en un caso, con el 90% de uniformidad; en otro, con el 80%. La dosis media infiltrada es de 24 mm (l/m2) en ambos casos. Como el riego no es 100% uniforme, en la mitad de la superficie se aplica más agua que la media, y en la otra mitad menos. Sin embargo, estas diferencias respecto a la media son menores con la uniformidad del 90%. Por ello, si las necesidades del cultivo son 20 mm, con esta uniformidad las satisfaremos en un 90% de la superficie. En el caso de la uniformidad del 80%, las satisfaremos en un 75% de la superficie, debiendo regar un 24% más (casi 1 hora más) si quisiéramos aplicar al menos 20 mm en el 90% de superficie (Foto 1).
Primero adoptemos las medidas más sencillas y baratas
- Regar por la noche
En aspersión, las condiciones meteorológicas nocturnas suelen favorecer una mayor uniformidad, y unas menores pérdidas de agua por evaporación y arrastre de gotas (PEA). En zonas semiáridas, y dependiendo de la configuración del sistema de riego, estas pérdidas pueden alcanzar medias del 15% del agua aplicada durante el día y del 9% durante la noche con coberturas fijas, y del 10% y 5% con máquinas autopropulsadas. Si no es posible regar toda la superficie durante la noche, hay que tratar de evitar que siempre las mismas zonas rieguen durante horas diurnas. Para conseguirlo, se puede ir variando el orden de riego de los sectores en coberturas, o las posiciones de arranque y paro en máquinas.
- Realizar una programación de riego dinámica basada en datos
Los servicios de asesoramiento al regante proporcionan predicciones meteorológicas y datos de necesidades de agua de los cultivos. Junto con las características del suelo, del agua, y del sistema de riego, estos datos permiten ajustar el riego a lo que requiere el cultivo en cada momento. Así lograremos un mejor aprovechamiento del agua, y con frecuencia una mayor producción. En parcelas comerciales se han observado incrementos de rendimiento de hasta el 34% tras adoptar esta forma de programar. Conseguir esto resulta a veces complicado si nos tenemos que desplazar a cada parcela para modificar la programación. Disponer de programadores que puedan gestionarse telemáticamente puede facilitarnos esta labor.
- Vigilar el funcionamiento del riego basándonos en datos
Comprobar regularmente la presión y el caudal nos asegurará que nuestra programación se está aplicando correctamente. Realizar al inicio de la campaña una evaluación de riego, nos permitirá comprobar si la instalación sigue proporcionando la uniformidad para la que fue diseñada (Foto 2). Las ya fácilmente accesibles imágenes de satélite, y los mapas de rendimiento proporcionados por las cosechadoras, también pueden ayudarnos a identificar posibles problemas.
Foto 2: Evaluación de riego de un pivote; las evaluaciones de riego de máquinas autopropulsadas nos permiten comprobar el funcionamiento de los emisores de agua y del resto del equipamiento al inicio de la campaña
- Realizar un mantenimiento adecuado de la instalación
Seguir las recomendaciones de los fabricantes reducirá el riesgo de mal funcionamiento y averías, prolongando la duración de los equipos. Debemos poner especial cuidado en la sustitución de emisores de agua estropeados, particularmente en pivotes; tenemos que asegurarnos que son de las mismas características que los que sustituimos.
- Realizar prácticas agronómicas complementarias
Un laboreo para crear “balsetas”, puede evitar escorrentías en parcelas con relieve ondulado regadas con pivotes. El enriquecimiento del suelo en materia orgánica no sólo aumentará su fertilidad, también su capacidad para retener agua.
Después evaluemos opciones más complejas y costosas
Sólo tras incorporar las acciones anteriores en nuestras prácticas habituales de trabajo podemos plantearnos aplicar técnicas más avanzadas. Primero, porque requieren un muy buen funcionamiento de la instalación. Segundo, porque para evaluar su conveniencia, tenemos que determinar el incremento de beneficios que pueden proporcionarnos sobre los que conseguimos aplicando la mejor gestión posible antes de su implantación. Realizar cuidadosamente esta evaluación es muy importante antes de tomar decisiones.
- Riego deficitario controlado (RDC)
Mediante esta técnica se aplica menos agua que la que necesita el cultivo. Esta reducción no es constante en el tiempo, sino que se concentra en aquellas fases del desarrollo de la planta en las que una menor disponibilidad de agua afecta menos a su producción. Así reducimos el riego en mayor proporción que el rendimiento del cultivo, por lo que aumenta la productividad del agua.
El RDC puede proporcionarnos buenos resultados cuando el precio del agua es elevado en relación al de la cosecha. También en zonas donde la disponibilidad de agua es tan limitada que obliga a dejar sin regar parte de la superficie de las explotaciones. No obstante, debemos tener en cuenta que su rentabilidad puede verse mermada si el precio de la cosecha depende de alguna característica de calidad que disminuya con la reducción del riego.
Con el RDC nuestro margen de error en la programación del riego se reduce. Por tanto, debemos tener una instalación que funcione muy bien, y que proporcione una alta uniformidad. Además, es necesario realizar un seguimiento exhaustivo de la evolución del cultivo; también de la humedad del suelo mediante sensores. La programación de riego requiere dedicarle
más tiempo del convencional. Se realiza con ayuda de un programa informático que relacione los datos sobre el cultivo, el suelo, el agua, la meteorología, el sistema de riego, y los precios del agua y la cosecha. Estos programas también pueden calcularnos la superficie a asignar a cada cultivo para maximizar la productividad del agua cada campaña.
- Riego con dosis variables
En aspersión, esta técnica se ha desarrollado fundamentalmente para pivotes. Consiste en aplicar diferentes dosis medias
de riego en distintas subáreas de la parcela conforme la máquina avanza. Esto lo consigue automáticamente variando su velocidad, y el caudal de los emisores (individualmente, o por grupos). La máquina debe disponer para ello de los sistemas de regulación de velocidad y caudal necesarios, así como de geolocalización (GPS), lo que requiere un mantenimiento exigente.
Esta tecnología puede resultar apropiada en parcelas con suelos heterogéneos. Por ejemplo, con distintos niveles de salinidad que requieran dosis de lavado diferentes, o incluso dejar sin regar alguna subárea (Foto 3). Por tanto, resulta indispensable disponer de un mapa de suelos detallado. Primero, para determinar si el uso de esta técnica resulta conveniente. Y si lo es, para programar el riego especificando la dosis de agua a aplicar en cada subárea de la parcela. En coberturas fijas y goteo, su diseño puede tratar de adaptar los sectores al tamaño de cada subárea.
Debemos tener en cuenta que la programación requiere dedicarle un tiempo sensiblemente mayor que con los sistemas convencionales; y que para aprovechar completamente esta tecnología, puede ser necesario utilizar también otras que permitan aplicar distintas dosis de fertilizantes y otros factores de producción en cada subárea. Puede combinarse también con RDC. Actualmente se encuentran en fase de experimentación máquinas que autoprograman un riego de precisión a partir de mapas del suelo y del estado del cultivo.
Foto 3: Parcela con suelo afectado por salinidad regada con un pivote; la tecnología para aplicar dosis de riego variables por subáreas puede aumentar la productividad del agua si el valor del cultivo y los costes lo permiten (Imagen: Orotofoto PNOA 2018, Sistema Cartográfico Nacional)
Antes de instalar un nuevo sistema de riego
- No hay sistemas de riego buenos o malos, sino más o menos apropiados para las características de cada parcela
El goteo tiene capacidad para proporcionar productividades del agua más altas que la aspersión. Su uniformidad puede superar el 95%, evita las PEA, y en el caso de sistemas enterrados minimiza también la evaporación directa desde el suelo y las plantas. Además, tiene menores necesidades de presión. Sin embargo, requiere condiciones de suelo, calidad de agua, clima, y prácticas agronómicas y de riego más restrictivas que la aspersión. Si nuestra parcela no las cumple, los resultados serán decepcionantes.
- Informémonos en profundidad antes de tomar decisiones
Los centros de investigación y los servicios de asesoramiento suelen realizar ensayos para determinar qué sistemas de riego, y qué configuraciones de los mismos (marcos, aspersores de baja presión, sistemas LEPA, etc.) proporcionan generalmente los mejores resultados bajo diferentes condiciones de uso.
- Requiramos garantías de calidad a los instaladores
No sólo de los materiales y equipos; también de que su funcionamiento sea correcto bajo los condicionantes que imponen el clima, el relieve, el suelo, el agua, los cultivos y, en su caso, la red de distribución de la comunidad de regantes. Conocer la uniformidad que nos va a proporcionar el sistema en condiciones normales de uso resulta igualmente necesario.
Aumentar la productividad también depende de otras acciones
- “Hacer comunidad”
Cuando pertenecemos a una comunidad de regantes, su buen funcionamiento es determinante en los resultados de nuestra explotación. Favorecer con nuestra actitud un ambiente de confianza, transparencia y colaboración contribuye a superar eficazmente las dificultades, y conseguir logros que parecían imposibles.
- “Hacer red”
Crear una red de contactos variada y de calidad, que vaya más allá del ámbito local, contribuye a ampliar nuestra perspectiva, y facilita mantenernos informados sobre las novedades que surgen para aumentar la productividad del agua.
Bibliografía: Queda a disposición del lector interesado en el correo electrónico del autor: lecina_arroba_iies.es