29/10/2018
La población española se ha ido agrupando durante las últimas décadas en el entorno de las grandes ciudades y en poblaciones de la costa mediterránea. Unos 42 millones de habitantes de España (lo que viene a ser 9 de cada 10) vive en 1.500 pueblos que abarcan únicamente un 30% del territorio nacional. Los cuatro millones de habitantes restantes se reparten en el 70% de nuestra superficie, lo que provoca importantes desequilibrios que implican, entre otros, riesgos sociales y medioambientales.
Pero la mala distribución de la población española en nuestro territorio no es la única cara de este problema, ya que esta circunstancia se ve agravada con la creciente escasez de mujeres en las zonas más despobladas. Sirva como dato que aunque en España hay más mujeres que hombres (23,8 millones frente a 22,8 millones), en más de 6.000 municipios (tres de cada cuatro pueblos) viven ya más hombres que mujeres.
Despoblamiento, masculinización... la tercera pata a tener en cuenta es el envejecimiento de nuestro medio rural.
En España, de media, por cada persona menor de 15 años hay 1,2 personas mayores de 65, pero al llevar este ratio a los pueblos pequeños, los datos asustan. En un 59% de nuestros municipios este índice de envejecimiento supera ya los dos mayores de 65 años por cada menor de 15; en un 37% de nuestros pueblos (casi 3.000 municipios) hay cuatro mayores de 65 años por cada menor de 15 años, y en cerca de 1.000 municipios españoles (alrededor del 13% del total) son 12 los mayores de 65 años por cada menor de 15.
¿Cuáles son las claves para frenar y empezar a revertir esta sangría de nuestros pueblos? A grandes rasgos, lo primero sería garantizar la igualdad de posibilidades entre los habitantes del campo y la ciudad, algo en lo que la generación de empleo de calidad y tener alternativas de ocio son dos variables clave.
En pleno siglo XXI estas dos cuestiones tienen algo en común, internet, por lo que poder garantizar la banda ancha de alta velocidad y una cobertura adecuada de la red de telefonía móvil serán herramientas esenciales para reequilibrar nuestra población, si aún fuera posible.
Pero como no sólo de internet vive el hombre (y la mujer), también será necesario trabajar en infraestructuras de comunicación, acceso sencillo y cómodo a sanidad y educación, seguridad en zonas rurales, facilidad de transporte, promoción de actividades económicas, vivienda... El cubo de Rubik del despoblamiento rural tiene muchas caras y no podemos completarlo centrándonos en una de ellas olvidando el resto, porque si procedemos así nunca conseguiremos acabarlo.
Es más, continuando con la analogía, en la construcción de este cubo de Rubik del despoblamiento rural además contamos con un hándicap añadido: no lo elabora únicamente una administración pública. Este es un tema que implica tanto a la Administración General del Estado como a los gobiernos autonómicos y locales, y deberá contar sin lugar a dudas con una mentalidad de largo plazo.
De ahí que la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico, un encargo de la última Conferencia de Presidentes, celebrada en enero de 2017 deba realizarse con el mayor consenso, alejada en la medida de lo posible de intereses partidistas. Está previsto que se presente en la próxima primavera y estamos convencidos de que todos los interlocutores trabajarán con visión de Estado porque el despoblamiento rural, paradójicamente, no es un juego en el que los colores deban importar. El futuro de nuestras zonas rurales está en juego.