19/12/2019
En el "arte" de la producción de alimentos, todo es bastante diferente.
El público, los consumidores, no es que no sean capaces de valorar la dificultad de la ejecución del ejercicio artístico, es que incluso a veces se sienten a disgusto por el ruido o las molestias que produce la actividad agroalimentaria. Pero como si del circo se tratara, este escaso interés no es óbice para exigir más y más dificultad a la hora de desarrollar las "piruetas" propias del campo.
Algunos casos de complejidad creciente son, por ejemplo, unas legislaciones cada vez más restrictivas en la fabricación de tractores, con desarrollos medioambientales que duplican su precio y los hacen inaccesibles al bolsillo del común de los mortales; también normativas medioambientales más exhaustivas en la aplicación de abonos con objeto de que se reduzca al máximo la contaminación de acuíferos con nitratos; la negociación de políticas económicas internacionales en las que el sector agroalimentario se siente moneda de cambio frente a otros sectores más potentes o nuevas restricciones fitosanitarias de materias activas o productos que dejan a algunos cultivos desprotegidos frente a plagas altamente probables.
Un caso reciente es la prohibición del clorpirifós, un fitosanitario utilizado ampliamente para combatir la plaga de cítricos denominada "Cotonet de les Valls". Pues bien, a día de hoy no existe una alternativa efectiva a este compuesto, ya que desarrollar la lucha biológica alternativa aún llevará varios años de trabajo, pero este mes de diciembre la Comisión Europea ha votado por mayoría no renovar la aprobación de este fitosanitario y su prohibición se llevará a cabo posiblemente el próximo mes de enero de 2020.
¿Qué pasará tras esta fecha? Pues posiblemente será necesario solicitar una autorización excepcional para seguir utilizando este producto de forma coyuntural, dado que, si no se consigue, los daños a nuestra citricultura pueden ser dramáticos.
Pero no olvidemos dos cosas: una, que este problema es principalmente del sur de Europa, donde hay cultivos de cítricos, y que habrá que convencer a otros países de la gravedad de un problema que ellos no sufren. La segunda es que el clorpirifós sigue disponible en países terceros que compiten con nuestros cítricos en los mercados internacionales, y que por lo tanto en la UE seguiremos consumiéndolo de todas formas, pero traído de fuera.
No es de extrañar que con temas como este miles de agricultores se hayan movilizado por toda la UE, reclamando atención por parte de la sociedad, sintiéndose hasta cierto punto perseguidos por una opinión pública que no entiende ni valora su trabajo y además les pide el "más difícil todavía".
Para finalizar este editorial me surge otra frase que encaja muy bien: "El espectáculo debe continuar". Porque aunque la sociedad valore o no adecuadamente su trabajo, el sector agroalimentario español y europeo seguirá produciendo alimentos sanos, seguros y baratos (quizás demasiado baratos) para que podamos comer tres veces al día.
Depender de que nos alimenten desde terceros países tiene mucho más riesgo del que muchos son capaces de ver.