31/01/2018
El Acuerdo de París, alcanzado en 2015 por todos los países de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, es un hito histórico sin precedentes en la lucha contra el cambio climático. Promueve un desarrollo bajo en emisiones, sostenible y resiliente al clima y, además, jurídicamente es vinculante. Según éste, todos los países se han comprometido a reducir los gases de efecto invernadero para evitar la subida global de las temperaturas y paliar así sus efectos sobre el planeta.
Por su parte, la Directiva Europea de Techos de Emisión impone reducciones concretas respecto a determinados gases, uno de los cuales, el amoniaco, tiene origen agrícola en un 97%: dos tercios procedentes de la ganadería y tan sólo un tercio de la utilización de fertilizantes. Y el amoniaco es el único contaminante cuyas emisiones están creciendo respecto a 2005, marcado como año de referencia, y los países tienen la obligación y la responsabilidad de adoptar las medidas precisas para alcanzar los objetivos fijados para 2020 y 2030.
En lo que a fertilizantes y fertilización respecta, con independencia de la adopción de toda una batería de buenas prácticas medioambientales, las distintas formas de nitrógeno tienen efectos diferentes sobre el rendimiento y la calidad del cultivo. A la vez, las diferencias de rendimiento se deben a las distintas pérdidas entre unas formas y otras, sobre todo por volatilización y lixiviación.
Es por ello que la elección del tipo de nitrógeno es fundamental, no solo en cuanto a la rentabilidad de la explotación agrícola, sino en cuanto a la reducción de las emisiones de amoniaco. En este sentido, numerosos ensayos científicos han puesto de manifiesto las mayores emisiones de amoniaco y la mayor huella de carbono de la urea frente a los nitratos amónicos.
Las principales ventajas de los fertilizantes a base de nitrato amónico frente a los que contienen otros tipos de nitrógeno son agronómicas y medioambientes, además de su influencia directa sobre la salud –por sus menores emisiones de amoniaco y de micropartículas-. Las ventajas agronómicas se deben a la mejora de la eficiencia en el uso del nitrógeno (NUE) y, por tanto, en la productividad y calidad de la cosecha; en cuanto a las medioambientes, sus ventajas se basan en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera y la contaminación del agua. [...]