09/10/2018
Más de un millar de participantes procedentes de 47 países que representaban a cerca de 500 empresas que trabajan en la investigación, la producción y la comercialización de semillas, se dieron cita en este encuentro. En él, se abordaron temas decisivos para el sector como la Política Agrícola Común, las repercusiones del Brexit, el uso fraudulento de las semillas, investigación y mejoramiento de plantas, los OGM, la biodiversidad o la sanidad vegetal.
Sin embargo, la materia que centró la atención de las jornadas fue la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que, desde el pasado mes de junio, ha decidido equiparar las variedades vegetales modificadas mediante la tecnología CRISPR/Cas9 (edición genómica) al resto de los organismos genéticamente modificados.
El doctor Pío Beltrán, profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), afirmó que “la comunidad científica está sorprendida y disgustada”. Explicó que la negativa ante el CRISPR responde a las mismas creencias que ya influyeron en la prohibición de los transgénicos en Europa, pero subrayó que "los científicos sabemos sin ninguna duda que la técnica de edición genómica CRISPR no puede equipararse a los transgénicos. Esto es muy claro cuando la técnica CRISPR se utiliza para producir en la planta de cosecha una mutación idéntica a las que suceden al azar en la naturaleza y que proporciona una característica de interés para los consumidores. Las variedades se deben de evaluar por lo que son, no por la tecnología utilizada para su obtención". El ser humano lleva seleccionando y modificando los genes de las plantas desde que inventó la agricultura, y “la ciencia solo ha desarrollado técnicas y conocimientos para hacer este proceso más rápido, más seguro y más sostenible; el CRISPR es uno de ellos, con ventajas evidentes e indiscutibles desde una perspectiva científica".
La ESA considera que la consecuencia de esta decisión judicial tiene “unos riesgos socioeconómicos inaceptables tanto para la mejora vegetal, como para la cadena agroalimentaria en general, los consumidores y nuestro entorno europeo”. Sostiene que el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas está causando con esta decisión un grave daño a la investigación científica en la que los obtentores europeos han venido invirtiendo, y que ahora tendrán que desembolsar 20 millones de euros para hacer frente únicamente a los costes regulatorios de cada variedad que se registre. Además, el Tribunal ha situado “a los agricultores, procesadores, comerciantes y consumidores en una situación de desventaja competitiva frente a los de otras regiones”. Recientemente también EuropaBio, la asociación de empresas biotecnológicas europeas, calificó esta decisión judicial de “un paso atrás”, añadiendo que “los 1.000 millones de euros invertidos por los Estados y las empresas para el uso de CRISPR en la agricultura, ahora ya no darán resultados prácticos para los agricultores europeos”. Cerrar la puerta a la técnica CRISPR –sostiene la ESA– “impedirá a Europa avanzar en el desarrollo de nuevas variedades de plantas mejor adaptadas, que sean de alto rendimiento y resistentes a plagas y enfermedades, o que contribuyan a dietas que ayuden a mitigar los efectos del cambio climático, o que innoven para un sistema agroalimentario más saludable y sostenible”.
“Europa parece despreocuparse de la agricultura”
En este sentido, el secretario general de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), Antonio Villarroel, señaló que "Europa parece despreocuparse de la agricultura dejando pasar una vez más el tren de la innovación; con decisiones como esta, Europa está perdiendo competitividad, lo que resulta muy grave para el conjunto de la producción agro-alimentaria, además de provocar una deslocalización de la investigación en semillas hacia otros países menos restrictivos”. Villarroel puso de manifiesto la contradicción que supone que, al mismo tiempo que se impide el uso de esta técnica en Europa, se permita que los ciudadanos europeos puedan consumir alimentos producidos por medio de CRISPR procedente de países que no son de la UE, “un contrasentido absurdo y totalmente injustificado, como lo es el que las mismas técnicas que se fomentan y se usan con éxito en la salud humana se rechacen ahora para proteger a las plantas” –afirmó contundentemente–.
“Europa corre el riesgo de convertirse en un museo de la agricultura antigua, perder nuestra competitividad y acabar convertidos en un parque temático cargado de monumentos pero sin innovación". Por eso, Villarroel acabó pidiendo la colaboración de los medios de comunicación, ”sin los que la sociedad no entenderá cómo se está jugando con el futuro de los agricultores y de los consumidores; solo ellos pueden alertar e impedir que los tribunales no tomen decisiones tan irresponsables al margen de los avances científicos”.
La investigación y la innovación, factores decisivos
En el desarrollo de las semillas que llevan a cabo las empresas obtentoras, la investigación y la innovación son factores decisivos, a los que se dedica entre el 20% y el 30% de su facturación. Según datos de la Comisión Europea, este porcentaje de inversión en I+D supera, proporcionalmente, incluso al de las empresas de automoción, farmacéutica, aeroespacial o la de las tecnologías de la información
En Europa, las empresas dedicadas a la obtención de semillas disponen de 750 centros de investigación, 52 de los cuales se ubican en España. De hecho, el 81% de las empresas asociadas a Anove tienen departamento propio de I+D. En el caso español, la ratio de producción por trabajador asciende a 230.000 euros/año; esta cifra tan elevada obedece a la alta cualificación tecnológica de los más de 800 investigadores de las empresas obtentoras que operan en España, según los datos proporcionados por la propia Anove.