24/01/2020
La trufa negra es uno de los hongos más misteriosos y fascinantes que existen en la naturaleza. Nace y crece bajo tierra, ligado únicamente a árboles específicos. Las tormentas de verano posibilitan su crecimiento y, al madurar durante el invierno, desarrolla un intenso y complejo aroma. Este aroma es un reclamo para que ciertos animales la localicen y contribuyan a la dispersión de sus esporas. En los últimos años, se han ido desentrañando gran parte de los secretos que encierra, lo cual ha permitido que pueda cultivarse con éxito. El impacto de la truficultura en la sociedad rural es extraordinario (Reyna, 2012), no sólo por la propia venta de las trufas, sino también por la actividad que genera a su alrededor, con ejemplos claros como los municipios de Sarrión (Teruel), Graus (Huesca) o El Toro (Castellón). Empresas de transformación y comercialización, restauración y turismo, especialistas en riegos y sustratos, viveros, entrenadores de perros, consultorías y un largo etcétera, se nutren del éxito de la truficultura en regiones con recursos muy escasos y gravemente despobladas. El atractivo final es su condición de cultivo totalmente ecológico, que además contribuye a forestar tierras agrícolas con especies autóctonas. Con este artículo pretendemos dar unas pinceladas a en qué consiste la truficultura.