28/10/2022
Cada vez es más raro ver en las fruterías no solo de los supermercados y grandes superficies, sino también en fruterías y tiendas de barrio, sandías con pepitas, como las conocemos tradicionalmente, uvas sin pepitas…; sin duda se están haciendo un hueco en nuestra lista de la compra y cada vez rechazamos más las variedades que llevan semillas.
Hay otras, sin embargo, que seguramente la mayoría de los consumidores desconoce que originariamente llevaban semillas y, gracias a la tecnología, dejaron de llevarlas hace muchísimos años, y estamos hablando del plátano. ¿Sabías que antes llevaban pepitas y era escaso el fruto que podía comerse? El hombre lleva investigando muchísimo tiempo, para cumplir numerosos objetivos: comodidad a la hora de comer, dar facilidad al consumidor, al propio agricultor, lograr eliminar la “estacionalidad” de frutas y hortalizas…
Razones para la mejora genética
El catedrático de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, José Miguel Mulet, afirma que “desde el inicio de la agricultura el hombre ha ido cambiando las plantas y los animales; por poner un ejemplo, el perro era un lobo, pero el hombre lo ha domesticado”. Mulet explica que el proceso de hibridación de las plantas se descubrió en el siglo XIX, “cuando cruzas dos plantas de la misma especie, pero dos variedades distintas de esa misma especie, se produce un fenómeno llamado heterosis o vigor híbrido, y entonces lo que sucede es que la primera generación es mucho más productiva y más robusta”.
El director gerente de Sakata, Javier Bernabéu, afirma que “la mejora genética de los alimentos trata, ni más ni menos, de modernizar la agricultura”, y considera que ha sido un proceso necesario, dado el aumento de la población mundial “a principios del siglo pasado, la población del Planeta era de poco más de 1.000 millones de personas y hoy, 120 años más tarde, somos 8.000 millones, que necesitamos comer todos los días y que, afortunadamente, comemos mejor que entonces, al menos una gran mayoría”.
“El crecimiento de la humanidad ha sido tan grande y por consiguiente la demanda de alimentos, que esto no hay otra manera de solucionarlo si no es con el apoyo de todas estas técnicas y aportaciones de la mejora vegetal. Ha sido, sin duda, una herramienta básica para poder producir los alimentos necesarios para toda la humanidad”. El origen de todos estos desarrollos, reside en la necesidad de que se produzcan cada vez más alimentos y con cada vez menos recursos. La eficiencia actual de la agricultura es gracias a muchísimos desarrollos tecnológicos (mecanización, fertilizantes, fitosanitrarios...) “pero está claro que la gran responsable del aumento de la producción ha sido la mejora genética, porque el techo de las variedades ancestrales de manera natural era muy bajo”.
Variedades híbridas
¿Y cómo se consigue esa mejora genética?, ¿cómo llegamos a tener sandía sin semillas, uvas sin semillas? El catedrático Mulet nos da una verdadera clase en este sentido y abordamos con él distintos ejemplos de las frutas más consumidas, desde hace años, sin pepitas.
En el caso de la sandía, el proceso se realiza cruzando variedades que tienen 4 juegos de cromosomas, con variedades que poseen 2 juegos de cromosomas, “la siguiente generación tendrá 3 juegos de cromosomas y, como es número impar, no podrá hacer semillas, será estéril. Esto implica que el agricultor tiene variedades que utiliza para producir semillas y otras para fruto”.
Otro proceso de “mejora genética” es la capacidad de algunas plantas de propagarse vegetativamente, es decir, no por semillas, sino plantando un trozo de la propia planta en tierra y regenerando esa planta, “gracias a esta capacidad, si tienes una variedad sin semillas, como el plátano, y lo propagas vegetativamente, realmente ya no hace falta que tenga semillas, porque estás haciendo esquejes y multiplicando la planta”, explica Mulet. El plátano original, silvestre, tiene semillas y es incomible, “el plátano que todos conocemos en realidad es un híbrido de dos variedades diferentes, con diferente número de cromosomas, tras conseguir ese plátano sin semillas; a partir de ahí gracias a la propagación vegetativa, ya no necesitas de nuevo cruzar dos variedades, como el caso de la sandía, que no posee esa capacidad de propagación vegetativa”.
El caso de las mandarinas es diferente, curioso y no exento de cierta polémica en ciertos lugares de nuestro país. Explica Mulet que son frutos partenocárpicos (en griego ‘partenon’ significa ‘virgen’), “si no se fecundan, si a la flor no le llega polen, el fruto se desarrolla pero es estéril, por lo tanto si tienes un naranjo y no le llega ningún tipo de polen, producirá naranja, no tendrá pepita y es lo que el mercado te pide; sin embargo si empieza a haber abejas y el naranjo se poliniza, la naranja tiene pepitas y su valor cae en el mercado. Por este motivo ha habido polémica entre apicultores y agricultores, la llamada Piñolá”.
El caso de los cereales
El caso de los cereales responde a una adaptación de estos cultivos al ambiente cambiante en el que vivimos. Así lo explica el product manager de KWS, Joaquín Kaspar, “nosotros trabajamos la mejora de variedades vegetales desde el año 1856; el origen se remonta a la remolacha azucarera, en Alemania, pero más tarde comenzamos a trabajar en cereales, lo importante es lograr variedades que se adapten bien a este ambiente cambiante, variedades estables que soporten temperaturas altas y secas”.
La adaptación a ambientes con menor disponibilidad de nitrógeno y a la limitación de agua, altas temperaturas, diversidad climática…, “trabajamos en maíz, centeno y colza; y en el caso de la remolacha estamos trabajando en variedades que tengan resistencia a una enfermedad que en algunas zonas con alta presión ha limitado mucho la siembra”.
Kaspar subraya que la mayoría de las variedades con las que trabajan son híbridos, excepto el trigo, la cebada y la avena, “podemos decir que el centeno, la colza, el maíz, el girasol y la remolacha son más productivas que las variedades originales, están mucho más adaptadas a los ambientes que les toca vivir, soportan mejor la problemática de su día a día, son más sanas, más productivas y la calidad de la semilla es uniforme”.
Modelos sostenibles
Las mejoras genéticas en la alimentación responden, como se ha explicado anteriormente, a muchos factores y objetivos, pero sin perder nunca la perspectiva del consumidor, que ya no solo busca saciar su hambre, sino también disfrutar comiendo. Las cosas han cambiado.
En los últimos 20 años lo más importante en la producción de alimentos ha sido la productividad junto a los aspectos cualitativos, es decir, que las variedades aportaran más sabor, características nutritivas interesantes, sin embargo actualmente se ha sumado otro factor importante, tal y como explica Javier Bernabéu, “la sostenibilidad, ahora tenemos claro que los recursos del Planeta ya no dan para más, porque estamos agotando las disponibilidades de tierra, agua, fertilizantes y materias primas para la agricultura, la sostenibilidad es imperativo hoy en día en la producción de alimentos y materias primas y la mejora vegetal ofrece un amplio abanico de soluciones, como variedades más resistentes a la sequía o a la salinidad de las tierras, variedades resistentes a plagas y enfermedades, etc.”.
Otro aspecto fundamental es la comodidad del consumidor, o la facilidad en el consumo, “la satisfacción del consumidor, que es el que toma la decisión final, es una de las grandes claves; cualquier empresa de mejora vegetal realiza testajes de sus variedades, para evaluar el interés de las novedades antes de ponerlas en el mercado, a veces son colores, otras, sabores, aspectos…”, matiza Bernabéu.
“El aspecto diferencial de los últimos 25-30 años, es que hemos pasado de tener tomates, por ejemplo, solo una temporada corta del año y ahora tenemos tomates todo el año, no imaginamos que pueda ser diferente. Para ello se han generado técnicas de producción en invernadero que lo han permitido, pero ha habido que obtener variedades que se adapten a esas formas de producción, porque una variedad que se producía al aire libre hace 50 años, solo era capaz de producir en verano y si la metemos en un invernadero, de todos modos morirá y no produce, por tanto, se ha realizado una enorme adaptación de las variedades a estas nuevas condiciones y todo ello gracias a la mejora”.
El consumidor
El director de la consultora Freshtrategy, David del Pino, habla de cuatro puntos clave, “por un lado salud, por otro, tradición, naturalidad y por último conveniencia, todo lo que te haga fácil el comer, fácil cocinar, fácil de integrar…, incluso fácil de almacenar; todos estos aspectos se tienen en cuenta, esto es la conveniencia”.
Estos son los factores que dentro del sector se tienen en cuenta para realizar un mapa del producto, qué añade este producto de extra para que sea atractivo para el consumidor. En el caso de la sandía, que no tenga pepitas, que sea sabrosa, “hoy la solución de sandías sin pepitas es absolutamente mayoritaria en los supermercados”.
Cierto que en España pesa mucho el término “tradición”, “últimamente llega sandía de África”, explica David del Pino, “porque trabajan el eje de la tradición, porque habrá un porcentaje de consumidores que dirá ‘es la sandía de antes’, la sandía enorme, que se vende en tiendas pequeñas, no en gran distribución”.
“El caso de las uvas sin pepitas no está tan extendido en España, pero los consumos de Europa son apabullantes y en algunos países está copando más del 50% del mercado, su velocidad de cambio está siendo brutal porque hay países donde no está arraigado el sentimiento de tradición, es en el caso de Reino Unido o en mercados escandinavos, donde la velocidad de cambio de consumo de uva sin pepitas es rapidísimo”.
La percepción del consumidor sobre qué es lo normal o tradicional va cambiando; “tradicional de las cosas que comemos no hay absolutamente nada”, subraya David del Pino, “si nos remontamos tiempo atrás, la diferencia es brutal; solo hay que mirar los bodegones que hay en el Museo del Prado, sandías huecas, con pepitas, y las comparas con lo que tú consideras que es una sandía tradicional y no tiene nada que ver”.
El sector vive un proceso de investigación y cambio constante, y se continúa investigando, “hay proyectos de investigación en marcha que persiguen quitar las semillas a otras frutas, como es el caso del Instituto Volcani, de Israel, que se encuentra en la parte final de desarrollo de una técnica que hará que el melón no tenga semillas”.
Sandía Fashion
En España se consumen actualmente 9 kilos de sandía por habitante y año, se trata de una fruta muy aceptada por el consumidor, pero antes no ocurría lo mismo. Nos lo cuenta Joaquín Hidalgo, director general del Grupo AGF Fashion S.L., “la evolución que ha habido ha sido espectacular; hemos cumplido 20 años y nos encontrábamos en un contexto en el que la superficie de cultivo de sandía en España disminuía año tras año hasta el punto de estar en peligro de desaparecer”.
El motivo era una pérdida de confianza del consumidor en la calidad del producto, “de la mano de la innovación creamos el concepto de la marca Sandía Fashion, nacida para cumplir las expectativas del consumidor, partiendo de una variedad de sandía con el aspecto de la sandía tradicional, pero sin semillas”.
Con estos objetivos, en 2004 surgió la Asociación Grupo Fashion (AGF) y se realizó algo que en aquella época era innovador, “decidimos invertir en marketing y publicidad, siempre dirigidos al consumidor, con recetas de cocina, eventos de degustación…, que la sandía no solo sea una fruta para después de comer, que sea algo más”.
El proyecto fue evolucionando y en 2021 AGF se profesionaliza y se convierte en Grupo AGF S.L., “en la actualidad reunimos bajo la marca a las empresas líderes en desarrollo, producción y comercialización de sandía”.
Un dato relevante de esta fruta en nuestro país nos dice que desde 2015 España se ha convertido en el mayor exportador mundial de sandía, tanto en volumen como en valor, sin embargo, no es el mayor productor a nivel mundial, “estamos por detrás de China, EE. UU., México, Canadá o Turquía, pero somos los mayores exportadores, ¿por qué?, porque hemos conseguido hacer un producto de una calidad mucho mayor y tenemos unos rendimientos por metro cuadrado que son superiores a los de otros países”.
¿Susceptibilidad del consumidor?
A pesar de que las frutas sin semillas son más cómodas de comer y, sin duda, han sido aceptadas por el consumidor, sigue habiendo un gran desconocimiento cuando se habla de “manipulación genética”, “variedades híbridas”, etc., son conceptos que en ocasiones pueden provocar susceptibilidad, la falsa creencia de que son procesos poco seguros, pero nada más lejos de la realidad.
A juicio de José Miguel Mulet, “estos procesos no deberían influir en la calidad del producto, porque eso depende de muchísimos factores; si hubiera susceptibilidad por parte de los consumidores, no verías estas frutas en los supermercados, se trata de una cuestión de demanda”.
Joaquín Kaspar sostiene que “hay que acercar el campo al consumidor y mostrar el trabajo de investigación y selección; nosotros exponemos las variedades a las problemáticas que tienen en los ambientes de producción y seleccionamos las mejores, de manera que rindan más y que sean más sanas para evitar mayor utilización de productos; por tanto esa creencia de que se utilizan productos nocivos sobre los alimentos para su manipulación es errónea, de hecho, cuando lanzamos una nueva tecnología, la SERCOSPORA+, que lo que evita es la aplicación de fungicidas, estamos dando soluciones al agricultor para un manejo cómodo y obtener un producto con las mejores garantías de calidad”.
David del Pino sostiene que “si lo medimos por naturalidad, nada es más natural que frutas y hortalizas, y esa parte de la tecnología es una tecnología de selección de características, pero que sigue cultivándose en el campo, no de manera “natural”, porque el concepto de cultivo natural es una contradicción en sí misma, porque la agricultura es tomar la naturaleza y transformarla”. El director de Freshtrategy sostiene que “toda la parte de la lucha biológica de los cultivos orgánicos es una maravilla de tecnología y de técnica, que tiene un marchamo de sostenibilidad y respeto medioambiental”.
Javier Bernabéu coincide en subrayar la calidad de estos productos, pero la falta de información y comunicación con el consumidor: “El consumidor necesita tener la seguridad de que lo que come es sano y que no perjudica a las generaciones futuras, por eso tenemos la total necesidad de mejorar el flujo de información y, en este sentido, el gran problema es que vivimos en un mar de comunicación, que va en todas direcciones y que nos hace muy difícil distinguir lo que es cierto de lo que es falso, de hecho las noticias falsas en muchos casos resultan más creíbles que la información veraz”.
Aboga por “un entorno comunicativo eficiente que se base en la certidumbre, que explique lo que estamos haciendo; evidentemente lo que hacemos para que una sandía no tenga semillas es ‘engañar’ a la propia sandía, pero se ha obtenido de una fórmula natural, porque lo que nos importa cuando la consumimos es que tenga calidad, que sea buena, que nos dé satisfacción, y para ello las semillas son un estorbo”.